Las oposiciones
Tal vez el concurso-oposición sea un elemento válido de selección de personal siempre que se realicen dentro de la más estricta justicia, pero existe, a pesar de todo, una circunstancia negativa en la inmensa mayoría de los casos, hoy por hoy, que lo hacen tremendamente odioso y desmoralizador, tal es el caso de la irrespetuosidad hacia los «aprobados sin plaza». .El concurso-oposición no debe limitarse exclusivamente la admisión de los diez, treinta o cien concursantes cuyas plazas haya que cubrir. El concurso- posición conlleva una prueba de aptitud para el desempeño de tal o cual cometido, profesión o puesto de trabajo y superada esta prueba, el concursante debe adquirir el derecho no sólo a cubrir las plazas hasta el límite fijado, sino a que se le mantenga en expectación para las nuevas plazas que en el futuro puedan producirse. Que no se dé, con harta frecuencia, el hecho bochornoso de consumir parte de su juvenil y preciosa existencia acudiendo a una y otra oposición, donde demostrando suficientemente su aptitud se quede en la calle, sin ninguna otra esperanza, porque hubo en litigio cinco plazas y él alcanzó el número seis, o había diez y él hizo el doce. Algo así como el tormento de Tántalo.
La relación de «aprobados sin plaza» debe respetarse con toda sinceridad para cubrir las nuevas que se produzcan. Sólo cuando esta relación se extinga se podrán convocar nuevas oposiciones. Y esto a nivel de empresa pública y privada, con la norma jurídica que garantice este derecho y el control suficiente que lo haga fiable.
