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Graves problemas de planificación en la terminal internacional de Barajas

La nueva terminal internacional de Barajas, el intento español de lograr unas instalaciones modernas a nivel europeo, fue inaugurada el pasado día 28, poco antes de que comenzara en Madrid el congreso de la Asociación Internacional de Transporte Aéreo, IATA. El servicio de limpiezas contratado empieza a funcionar a principios de la próxima semana y, mientras tanto, a un pasajero, si consigue que alguien entienda su idioma, le resulta poco menos que imposible encontrar una tirita, una ambulancia y, a veces, su propia maleta.

La terminal internacional, con capacidad para 6.000 viajeros a la hora y 50.000 al día, se terminó al menos dos años más tarde de lo previsto, con un presupuesto doble del inicial, y se inauguró precipitadamente el pasado día 28.La improvisación se nota. Los suelos están sucios y llenos de colillas, los pasamanos de las escaleras menos utilizadas presentan una considerable capa de polvo, las puertas tienen aún manchas de yeso y rasguños, que se aprecian también en la mampostería de aluminio dorado, la más cara del mercado.

Estos problemas se solucionarán cuando comience a trabajar la empresa encargada de la limpieza de la terminal, a principios de la semana próxima.

Las atenciones que se dispensan al viajero no tienen correspondencia en sus equipajes. La suavidad con que las cintas transportadoras movilizan las maletas contrastan con su amontonamiento en los muelles de descarga, totalmente sucios, y con los viajes que sufren desde las manos del mozo hasta la plataforma del vehículo.

La mayoría de los puestos de información situados en corredores y entrada a servicios secundarios están vacíos. Los pasillos carecen de carteles indicadores y el viajero despistado que tiene que trasbordar de un vuelo a otro, o que en el intervalo desea dirigirse a algún servicio, debe recurrir a alguna persona, azafatas por lo general, que se encuentre por allí y entienda su idioma.

Situadas en ambos extremos del arco de quinientos metros que forma el edificio, se encuentran dos pequeños dispensarios, atendidos por dos asistentes sanitarios, que disponen de útiles de practicante, algodón, gasas y pocas cosas más. El servicio sanitario central, bien equipado, con seis camas para casos de urgencia, está ubicado en el edificio de vuelos nacionales, a más de un kilómetro.

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Hay que tener en cuenta que la gran mayoría de pasajeros que re quieren asistencia médica son precisamente viajeros internacionales, que acaban de aguantar seis, ocho o doce horas de vuelo, o que tienen que esperar otras tantas por retrasos en la salida de sus aviones. Las personas provenientes de América del Sur tienen que presentar certificados de vacunación y lo hacen en una sala que comunica directamente con las pistas de aterrizaje. Deben pasar a la sala de una en una hasta que, cumplido el trámite, acceden a la aduana. Mientras, cien o doscientos viajeros deben esperar en la pista, sea de día o de noche, a que les toque el turno de la revisión.

Una azafata contaba el caso de un viajero que no logró encontrar una tirita en toda la terminal porque, aparte de la precaria situación del botiquín, entre las decenas de tiendas del aeropuerto no hay sitio para una simple farmacia. Los más directamente perjudicados por la distribución de los servicios son los empleados, tanto del aeropuerto como de las compañías aéreas y la propia policía que mantiene la vigilancia del mismo. Sus dependencias se encuentran en salas interiores, sin luz ni ventilación directa, en las que algunos pasan turnos de veinticuatro horas.

La guardería no se salva del mismo inconveniente. Se ha destinado como tal una habitación totalmente cerrada, sin ventilación y enmoquetada en su totalidad. Por ahora no funciona. Curiosamente, son los dos bares y los dos restaurantes de la terminal los servicios que funcionan perfectamente, aunque los precios sean algo exagerados. Cobran 212 pesetas por una tortilla, o quinientas por una chuleta a la italiana. Si hay algo en que todo el personal del aeropuerto está de acuerdo es en la necesidad de que la dirección del mismo pase a manos civiles. todos los altos cargos directivos, incluido el interventor, son militares. El director es un coronel, José María Cruzantes; el segundo jefe es un teniente coronel. Sin embargo, el aeropuerto de Barajas ha pasado a depender del Ministerio de Transportes, dirigido por un civil, José Lladó, aparte del hecho de que la IATA ha cursado como norma entre sus países miembros que los aeropuertos de este tipo estén servidos por personas civiles.

Uno de los peores inconvenientes, que sólo pueden apreciar las personas que pasan muchas horas en la terminal, es el suelo de mármol, que presenta poca adherencia al caminar y obliga a hacerlo presionando con el pie. Parece increíble, pero esta característica del suelo provoca un malestar y un cansancio que después de varias horas de permanencia se hace irritante.

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