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Cien mil personas pusieron término a la marcha de la libertad

A pesar de que los organizadores de la marcha de la libertad habían anunciado que a las ocho y media de la mañana desde el cruce de carreteras de Cuatro Vientos iba a comenzar, en una sola columna, el último tramo, hasta Arazuri, la salida se retrasó cerca de tres horas. Tres de las columnas se juntaron a las diez y media mientras que la cuarta llegaba a las once.Presidida por una ikurriña y las pancartas de tres de las columnas que habían participado en los 48 días de marcha, comenzó el recorrido del último tramo. Desde los primeros momentos los columnistas comenzaron a gritar Independentzia, socialismoak, ETA, herria zurekin (ETA, el pueblo está contigo), así como Gora Euskadi Askatuta. Durante el recorrido, los columnistas portaban gran número de ikurriñas, así como pancartas en las que se leía «amnistía total» y «estatuto de autonomía para Euskadi».

Cuando se llevaba recorrida una tercera parte del camino hasta la campa de Arazuri, se notó la presencia, en cuatro grupos, de quince de los etarras extrañados acompañados de familiares y amigos. En algunos momentos se estableció un cordón humano que impedía a cualquier persona acercarse a los extrañados. Sólo dos etarras faltaron a la cita: Tupa Garmendia, que continúa en una clínica de Noruega, y Mendizábal, que no pudo atravesar la frontera.

La columna, con gran cantidad de pancartas e ikurriñas, en las que se leía Amnistía, orokorra y Estatuto de autonomía, llegó a tener cerca de un kilómetro de longitud cuando se le fueron sumando personas que estaban esperando su paso. Cuando por fin llegó a las inmediaciones de la campa, la gente que se había congregado desde las primeras horas de la mañana comenzó a gritar ETA, herria zurikin e Independentzia durante algunos minutos. El recorrido hasta donde se había instalado un estrado con los micrófonos, duró más tiempo de lo previsto y la columna llegaba a su punto de destino pasada la una del mediodía. En la campa se notaban centenares de ikurriñas así como banderas catalanas, gallegas, andaluzas, del Polisario, pendones de Castilla y León, y gran cantidad de pancartas de partidos alusivas a la amnistía y al estatuto de autonomía para Euskadi.

Intervención no autorizada

La primera intervención, no autorizada por el secretariado de la marcha, fue la de los columnistas que han estado en huelga de hambre durante las tres últimas semanas en solidaridad con Apala. Primero en castellano y luego en euskera los huelguistas denunciaron la actitud de los Gobiernos francés y español contra Apala y pidieron la disolución de las bandas fascistas y policía paralela, así como la dimisión de los gobernadores de las cuatro provincias vascas. Su intervención fue acogida con grandes aplausos y gritos de independencia, Gora Euskadi askatuta, Gora Euskadi socialista, etcétera.

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A las dos menos cuarto, precedidos por una ikurriña y una gran pancarta del partido ElA, aparecieron los quince extrañados rodeados por gente de la organización. En ese momento los asistentes, entre 100.000 y 150.000 personas, según varias fuentes, aplaudieron durante cerca de un minuto gritando ETA, herria zurekin e Independentzia. Antes el ex ministro del Gobierno vasco Telesforo Monzón había llegado junto al estrado entre numerosos aplausos. Asimismo se notó la presencia de las madres de Txiki e Izko, así como otros familiares de los extrañados. Izko de la, Iglesia, en nombre de todos, leyó un comunicado dirigido a los columnistas.

«Hemos venido para agradeceros -señaló- la libertad que ahora tenemos, pero también para integrarnos en vuestro combate que es y ha sido siempre el nuestro.» Izko se refirió a todos los muertos en la lucha por la libertad de Euskadi y acabó señalando que en estos momentos no se puede ser neutral. «O estamos a favor del pueblo -concluyó- o estamos contra el pueblo.» Desde el mismo micrófono lzko comenzó a gritar Independentzia, siendo repetido varias veces el grito, así como otros relativos a la unidad de Euskadi y contra los senadores de UCD Del Burgo y Aizpún.

Durante toda la intervención del etarra Izko estuvo cayendo lluvia, lo que provocó que parte del público bajara hacia el pueblo para resguardarse del agua. Sin embargo, cuando Telesforo Monzón comenzó a dirigirse en euskera a los asistentes, cesó la lluvia. Monzón recalcó el carácter vasco de Navarra, señalando «una y mil veces sí a la reintegración foral de Navarra, pero no y mil veces no a la disgregación de Navarra». No queremos separarnos de Navarra como tampoco queremos otra guerra civil entre vascos. Finalizada su alocución Izko cogió el micrófono y comenzó a cantar el Eusko gudariak, siendo inmediatamente coreado por los concentrados.

Desde el estrado, y fuertemente rodeados los extra ñados, se dirigieron hacia una de las esquinas de la campa para celebrar una improvisada rueda de prensa junto con Monzón. Señalaron que la situación en Euskadi continuaba casi igual que antes, «ya que todavía no han desaparecido ni los cuerpos represivos ni las bandas fascistas». Explicaron que habían llegado a Pamplona por carretera, siendo uno de ellos retenido durante varios minutos en uno de los contro les de la Guardia Civil sin que ésta se diera cuenta de su presencia.

Por su parte, Monzón manifestó la necesidad urgente de que Euskadi pueda autogobernarse, «para que acabe de una vez esta tensa situación en Ia que vivimos». Mientras, por el aire, dos helicópteros de la Guardia Civil vigilaban constantemente la zona. Cada vez que se acercaban a la campa los asistentes hacían ondear las ikurriñasy gritaban frases contra la policía.

Debido al mal tiempo, la organización decidió hacia las tres de la tarde interrumpir el acto, concediendo una hora y media de descanso. Mientras, se leían comunicados del senador Xirinacs («Imposible ira Iruña. Estoy preso, ya que todavía no han salido de las cárceles todos los presos políticos de Cataluña y Euskadi»), así como otros de Aragón, Castilla y León, centrales sindicales, etcétera. Por 5u parte, los partidos que tenían previstas diversas intervenciones de cinco minutos decidían no hablar a los asistentes, con lo que la gente comenzó a abandonar la campa en dirección a Arazuri.

La lluvia y un fallo en los sistemas megafónicos hicieron que la multitud iniciase lentamente el regreso hacia las tres de la tarde, animados muchos por la consigna de entrar en Pamplona. Lo que hasta ese momento fue distensión y normalidad se convertiría por espacio de cuatro horas en impotencia ante el impresionante despliegue de la Guardia Civil, que, a pie y a caballo, cerraba cualquier salida por carretera, camino o campo a través.

Se cumplían así las órdenes terminantes del gobernador civil de impedir el acceso a Pamplona hasta las ocho de la tarde y aun después a quien no acreditase su residencia en la capital navarra, pero no se ofrecía ningún itinerario de recambio a quienes trataban de salir de Arazuri, convertido de pronto en una ratonera.

Al menos 20.000 personas, entre ellas el grupo de los extrañados, quedaron atrapadas en el pueblo, rodeado materialmente por la Guardia Civil que, en un primer momento, intentaba entrar en sus calles disparando pelotas de goma y provistos de perros policía.

Un sacerdote que salió a dialogar consiguió una primera tregua de tan sólo diez minutos para abandonar el pueblo. En segunda instancia, uno de los organizadores de la marcha, Valentín Andiazar, lo alargó hasta una hora y media, no sin antes mantener un tenso diálogo con el responsable de la fuerza pública a quien señaló que el gobernador civil había incumplido el pacto.

Como si se tratara de un teatro del absurdo, un helicóptero sobrevolaba la zona invitando a la multitud a regresar a sus lugares de origen, al mismo tiempo que la Guardia Civil impedía cualquier movimiento. Este tira y afloja se mantuvo durante tres largas horas, con centenares de coches detenidos en las estrechas carreteras y miles de personas que trataban de huir a través de las campas.

Organizadores y participantes hacían pública su impresión de que el gobernador había jugado con ellos. Numerosos partidos han pedido su dimisión por su actuación respecto a la marcha. Los guardias civiles a caballo hacían un auténtico alarde por el campo cercando a grupos que pretendían salir en cualquier dirección. Un periodista argentino que vivió de cerca una persecución de los de a caballo comentaría la escena así: «Es algo que me ha recordado a mi país».

Un ciclista fue golpeado a culatazos, numerosas personas conocieron los vergazos de los de a caballo y cuatro más hubieron de ser atendidos en centros asistenciales de lesiones producidas a consecuencia de pelotazos de goma. Mientras tanto, alguna que otra bomba de humo se perdía por el campo, persiguiendo inútilmente a algún solitario caminante.

Así, en una tensión silenciosa cada vez que se aproximaban las fuerzas del orden, discurrió la tarde hasta que a eso de las siete y media se abrió el cerco en todas las direcciones con excepción de Pamplona.

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