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Todo en manos del secretario general

Stalin necesitó diez años para consolidar su dictadura tras la muerte de Lenin. La crisis política abierta por su muerte, en 1953, se resolvió cinco años más tarde con la conspiración de Kruschev contra el grupo «anti-partido de Malenkov. Molotov y Kaganovich. Brejnev necesitó un lustro para imponerse de manera definitiva a la dirección colectiva.

Los procesos de recambio son lentos en la URSS y además han ido acompañados de reorientaciones ideológicas y extraños vacíos de poder que han generado otras tantas luchas políticas entre facciones de apparachílkis (funcionarios comunistas).

De nuevo la necesidad de un recambio en los dirigentes soviéticos se impone como una «realidad biológica». Con todas las riendas del poder en la mano, Brejnev inició hace dos años un claro proceso de entronización en los más altos organismos del PCUS. Buró Político y secretariado del comité central, de sus clientes y adláteres, con vistas a que las situaciones precedentes no se repitan.

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Fue probablemente a raíz de «caso Chelepin» en 1975, cuando Brejnev aceleró este proceso para dejarlo perfectamente enmarcado tras el XXV Congreso del partido en febrero-marzo de 1976. A partir de la depuración total de Alexander Chelepin un joven y sobre todo ambicioso político, el secretario general inició una campaña de exaltación personal, arrinconando a sus enemigos en el Buró Político, e incluso expulsándoles, como ocurrió con el ministro de Agricultura. Polianski y concediendo más y más responsabilidades a sus jóvenes delfines en el partido y el Gobierno, Para apoyar a más su táctica accedió el año pasado al mariscalato y la nueva Constitución que refrendará el papel predominante del Estado en la «democracia socialista», dando por conseguido la identidad entre PC y pueblo ruso otorgará la jefatura lógicamente, al también jefe del comunismo soviético,

Hombres del futuro

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Hay una serie de escalones que sucesivamente van siendo ocupados por los íntimos del secretario general. Las fuerzas represivas están controladas por Andropov (el presidente de la KGB) y Schelokov: el Gobierno con los viceprimeros ministros. Mazurov. Tijonov y ahora Rusakov, tres hombres de confianza. Y en el aparato del partido, la generación intermedia: Kirilenko. Gromiko y Muzurov y la de los jóvenes aspirantes: Kulakov, Cherbitski, Romanov y Kuznesov, tienen razones diferentes para agradecer la ayuda prestada por Brejnev a su carrera politica.

Conseguido su propósito, el líder soviético convino hace ahora poco más de un año, que los miembros más viejos del Buró Político, Podgorni. Suslov, Kosiguin y Pelche redujeran sus actividades. Así, hombres como Kirilenko, Mazurov y los jóvenes Romanov y Kuznesov accedían a presidir las delegaciones soviéticas en los congresos de partidos « hermanos».

La hipótesis más coherente en estos momentos es la que subraya que los «viejos» irán cediendo paulatinamente sus puestos a la mencionada generación intermedia, fiel a Brejnev, que, a su vez, debe marcar la pauta que seguirán los hombres del futuro, que fundamentalmente son tres: Fiodor Kulakov, miembro del Buró Político, secretario del partido encargado de la agricultura; Vladimir Cherbitski, también del Buró Politico y líder comunista de Ucrania; y Grigori Romanov, asimismo del Buró y primer secretario de Leningrado. Pero siempre bajo la atenta mirada del nuevo soberano absoluto del Kremlin.

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