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La farmacia de la esposa del alcalde de Azcoitia, destruida

La explosión de una bomba provocó ayer, pocos minutos después de las cuatro de la madrugada, la destrucción de una farmacia situada en la calle Mayor de Azcoitia (Guipúzcoa). El establecimiento es propiedad de María Isabel Arizmendi, esposa del alcalde de la localidad, Juan Ignacio Uría que ha desempeñado su cargo desde las últimas elecciones municipales con una especial atención hacia los intereses populares.Considerado como un autonomista moderado, el señor Uría es presidente de la sección guipuzcoana de la Real Sociedad Bascongada de Amigos del País y durante las últimas semanas ha formado parte del grupo de alcaldes guipuzcoanos que se ha caracterizado por la defensa de las peculiaridades vascas y la condena de los sucesos ocurridos en Fuenterrabía.

Respecto a la explosión producida en la farmacia, algunos vecinos han atestiguado que dos vehículos se estacionaron ante el establecimiento a eso de las cuatro de la madrugada, con los motores en marcha y apretando el acelerador de forma insistente, posiblemente para apagar cualquier otro ruido. Unos minutos más tarde, una tremenda explosión levantaba en vilo a todo el pueblo.

Pese, a que el incendio que siguió a la detonación fue apagado en pocos minutos, la farmacia quedó destruida en la zona de servicio al público, hacia la que salió dirigida la onda expansiva. El artefacto había sido colocado en una pared falsa que divide el establecimiento. Mientras la parte interior quedaba casi intacta, no pudieron salvarse las pertenencias del resto del local. Entre los objetos destruidos figuran varios lienzos de pintores vascos de valor.

Una idea de la violencia de la explosión puede ofrecer el hecho de que la báscula infantil apareciese a unos 60 metros de la farmacia. Los propietarios se han negado a dar ninguna cifra estimativa de los daños, aunque la voz popular la colocaba por encima de los dos millones de pesetas.

Los vecinos de la localidad relacionan el atentado con la actuación del señor Uría como alcalde y más concretamente a sus últimas intervenciones públicas. Concretamente en la jornada del lunes y mientras la farmacia permanecía abierta -al igual que los establecimientos de este tipo abrieron sus puertas en el resto de la provincia-, Juan Ignacio Uría recorrió el escenario de la manifestación y fue uno de los primeros en auxiliar a la joven María Jesús Guruchaga Arteche, de veintidós años, herida en un muslo a consecuencia del disparo efectuado por un guardia civil en el interior de un portal, según se asegura en el pueblo. El alcalde llevó a la herida hasta el médico y se ocupó de esclarecer los hechos y de tomar fotografías de la bala.

Tras estos sucesos, Azcoitia y Azpeitia, dos poblaciones vecinas que suman unos 25.000 habitantes, efectuaron ayer un paro total que afectó a comercios y bares. Los trabajadores de las fábricas acudieron a sus puestos de trabajo a la hora habitual, pero decidieron en asamblea salir a la calle.

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Sobre las diez de la mañana varios millares de personas se manifestaron ante la farmacia destrozada y el domicilio de la joven herida el pasado lunes. Al frente de la marcha varias pancartas decían en, euskera Gora gure alkatea, herria zurekin (Viva nuestro alcalde, el pueblo está contigo). La Guardia Civil no intervino en ningún momento, aunque su presencia fue muy ostensible en la última parte del recorrido,

«Estoy harto de esta terrible erosión que está sufriendo el País Vasco a causa de la violencia», nos manifestó ayer tarde Juan Ignacio Uría, que precisamente a esas horas tenía concertada una audiencia con el señor Martín Villa para pedir la restauración de la foralidad vasca en su condición de directivo en la Real Sociedad Bascongada de Amigos del País. «No fui concejal ni ocupé ningún cargo hasta la muerte de Franco -añadió- y sólo acepté la alcaldía porque me lo pidieron gentes de muy distintos grupos. Quiero ser un alcalde de todos y me niego a que estos sucesos, de los que ahora soy protagonista por desgracia, sean utilizados por nadie. No quiero que esto sirva para aumentar las distancias que existen entre nosotros, cuando lo que interesa realmente es la unión de todos en este proceso hacia la democracia. En cuanto de mí depende trataré de tender un puente amplio para aglutinar esfuerzos con vistas a esa democracia. Estos actos de violencia no son otra cosa que distracciones para impedir llegar hasta ella.»

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