La realidad del legado olímpico de Río
Brasil no arrastra un problema por culpa de los Juegos de 2016: Brasil tiene problemas económicos
Últimamente se ha hablado mucho de las consecuencias de los Juegos Olímpicos de 2016 para Río de Janeiro. Como exalcalde de la ciudad, no me cabe duda: los Juegos han sido beneficiosos para Río.
Albergar los Juegos Olímpicos ha acelerado la puesta en marcha de proyectos de transportes e infraestructuras que comportarán beneficios a largo plazo para residentes y visitantes en los años venideros. Los Juegos sirvieron además de catalizador para abordar problemas que se habían obviado durante demasiado tiempo.
Miles de ciudadanos de Río se benefician cada día de trayectos más rápidos y cómodos en la nueva línea de metro, en las tres rutas de autobuses de tránsito rápido y en las carreteras mejoradas. También disfrutan de Porto Maravilha, el área portuaria revitalizada, actualmente conectada por un tren ligero, en la que se encuentra el museo más popular de la ciudad. Y más ventajas están por llegar.
En realidad es demasiado pronto para evaluar todos los efectos que conllevará el legado de los Juegos de 2016. El Parque Olímpico y la mayoría de las instalaciones siguieron en uso hasta el final de los Juegos Paralímpicos, el 18 de septiembre, hace tan solo seis meses.
Para no perder la perspectiva cabe señalar que el Centro Acuático de los Juegos Olímpicos de Londres 2012 no se reabrió al público hasta febrero de 2014, casi un año y medio después de la celebración de los Juegos. El Parque Olímpico Reina Isabel, el eje central del legado de unos Juegos extremadamente exitosos en Londres, abrió dos meses después.
En Río, los planes para desmontar el pabellón de balonmano y convertirlo en cuatro escuelas siguen pendientes del proceso de licitación pública de las obras requeridas. El hecho de que no se haya llevado a cabo todavía no significa que no vaya a producirse. Cuando se construyan, esas cuatro escuelas pasarán a formar parte del legado de los Juegos.
Lamentablemente, la transformación asociada al legado en Río ha sufrido las tremendas repercusiones de una serie de factores económicos más generales. Brasil sigue padeciendo una crisis económica que comenzó mucho antes de los Juegos Olímpicos. Son muchas las razones que contribuyen a la precariedad de la economía brasileña, incluidas la caída del precio de productos y servicios básicos, un gasto excesivo por parte del sector público, la corrupción y la inestabilidad política. Ninguna de ellas tiene nada que ver con los Juegos Olímpicos.
Brasil no arrastra un problema por culpa de los Juegos: Brasil tiene problemas económicos. De hecho, los Juegos contribuyeron a aliviar las dificultades económicas porque generaron empleo, especialmente en los sectores de la construcción y el turismo, cuando los brasileños más lo necesitaban. El ministerio de Turismo del país reconoce a los Juegos el mérito de haber impulsado el crecimiento turístico durante el año pasado. Unos 6,6 millones de turistas extranjeros inyectaron 6.200 millones de dólares en la economía: un incremento de más del 6% con respecto al año anterior. El ministerio calcula que este año volverá a batirse el récord de visitantes.
Sugerir que los Juegos supusieron una pesada carga para el Gobierno es incorrecto. La verdad es que alrededor del 60% de la financiación de las instalaciones olímpicas procedieron del sector privado.
Muchas de las principales instalaciones usadas en los Juegos ya existían con anterioridad. El Centro Acuático Maria Lenk y la Arena Olímpica de Río se construyeron para los Juegos Panamericanos de 2007. El Maracaná ha sido un referente en Río durante más de seis décadas. El estadio había quedado vergonzosamente descuidado tras su entrega el año pasado a su propietario privado, y para eso no hay excusas que valgan. Sin embargo, volvió a abrir sus puertas para el fútbol el 9 de marzo.
Los residentes que viven en las inmediaciones del Maracaná también agradecen a los Juegos Olímpicos la implantación de las medidas de control de inundaciones en su barrio, que deberían haberse adoptado hace mucho tiempo. Como alcalde, solía invocar los Juegos para convencer al Gobierno nacional de la necesidad de llevarlas a cabo.
Se ha producido un grave malentendido con otra instalación acuática, el Estadio Olímpico de Deportes Acuáticos, el recinto que tiene el exterior pintado por la artista brasileña Adriana Varejão. Algunos medios de comunicación lo han puesto como ejemplo de incumplimiento del legado, y han ilustrado la noticia con fotografías que pretenden mostrar su abandono.
En realidad, esa instalación siempre estuvo destinada a ser temporal. Parece en mal estado porque se está desmontando. Los materiales resultantes de su desmantelamiento se usarán en dos nuevos centros acuáticos.
Es demasiado pronto para una valoración definitiva del legado de los Juegos, pero actualmente Río ya es una ciudad mejor gracias a los Juegos Olímpicos. Estoy seguro de que veremos aflorar más beneficios en los próximos meses. Solo el tiempo y la dedicación de las autoridades competentes nos dirán cuánto exactamente se beneficiará Río de su histórico papel como primera sede olímpica de Sudamérica.
Eduardo Paes es exalcalde de la ciudad de Río de Janeiro.
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