De las lágrimas de CR a las del barcelonismo
Un repaso nostálgico desde la final de la Eurocopa hasta los escándalos del Barcelona
Apenas una semana ha transcurrido desde la final de la Eurocopa y los recuerdos que de ella quedan, para cualquiera que no sea portugués, se reducen a Islandia y al puñado de lágrimas derramadas por Cristiano, protagonista de un torneo en el que su hoja de servicios se ha limitado a un taconazo sublime y un cabezazo de otro planeta. Eso y un lloro desconsolado, el que le produjo la lesión sufrida en la final y el posterior triunfo de su equipo. Es la Eurocopa un torneo que históricamente ha dejado imágenes para la posteridad, como el penalti que se inventó y dejó para los restos Panenka en el 76, o la aparición de un chico rubio de un talento descomunal, Schuster en el 80. O el mayor golazo que vio jamás un torneo de este nivel, el de Van Basten ante la URSS en el 88. O qué sé yo, aquella carrera de Torres junto a Lahm que dio a España el título en 2008. Escenas imposibles de olvidar, como imposible será olvidar el truño de equipo que fue Grecia en 2004 o, en general, la edición recién acabada, que no deja más recuerdo que habernos convertido a todos en islandeses por un rato, amén de los goles de Griezmann o el liderazgo ejercido por Bale en Gales, por mucho que los sabios nominados por la UEFA para elegir el equipo ideal del torneo se hayan olvidado de incluir en él al mejor jugador del torneo. Eso es lo poco, amén del lagrimeo en vivo de CR, que ha dejado esta Eurocopa miserable e insoportable.
Así que caído el telón de tan insufrible acontecimiento, nos quedan por delante seis meses de otro no menos insufrible acontecimiento: el Balón de Oro. Fue levantar Cristiano el trofeo que acreditaba a Portugal como campeona de Europa y comenzar a dispararse las voces sobre lo cerca que está de adueñarse de su cuarto baloncillo dorado. Conviene recordar que es este un premio que han ganado estrellas de la categoría de Belanov, Sammer, Owen o Cannavaro y no futbolistas de medio pelo del tipo Laudrup, Raúl, Xavi o Maldini. Pero cierra la temporada CR como doble campeón continental, con el Madrid y con Portugal, igual que su colega Pepe, y a ver quién es el guapo que niega el trofeo a un futbolista que sale a la calle y marca un gol, por mucho que no sea, porque no lo es, el mejor jugador del mundo.
El Barça, un delincuente
Pero antes de que las diversas tertulias deportivas comiencen a martillear el cerebro de sus televidentes con un premio que al más común de los mortales le interesa una higa, supimos que el mismísimo Barça, uno de los clubes más importantes, con mayores éxitos, con más historia, más respetado, más admirado, de todo el planeta es, además, un delincuente. Así lo han querido sus dos últimos presidentes, Sandro Rosell y el actual, Josep Maria Bartomeu, que han llegado a un pacto con la fiscalía para quedar exonerados de un delito fiscal, reconocido por ellos mismos, cometido en el traspaso de Neymar, cuyo coste final se ha convertido en uno de los grandes misterios de la humanidad, y que sea el club el único responsable, el único culpable, un Barça convertido en un facineroso porque así lo han decidido estos dos señores. Motivos tiene el barcelonismo en pleno para llorar, y mucho tendrá que decir, y ya lo está diciendo, la masa social de un club al que sus dirigentes han colgado el cartel de reo. Claro que también lleva colgado ese cartel el PP, que pronto se sentará en el banquillo como acusado en la trama Gürtel, lo que no impide que cada seis meses sea el partido político más votado en este país. Y ya se sabe que nada hay como unas buenas elecciones, o un buen título, para que todo se olvide, incluido el pillaje.
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