Márquez se desquita con un magnífico triunfo en Argentina por delante de Rossi
Lorenzo se va al suelo y Pedrosa acaba en el podio tras múltiples caídas
Hay victorias que tienen un regusto más dulce siquiera. Como el dulce de leche, diríamos. Triunfos que saben a la mejor revancha. Así debió saberle ganar en Termas de Río Hondo a Marc Márquez después de que hace un año se quedara tirado en la grava a escasas dos vueltas del final tras un inesperado y brusco toque con Valentino Rossi. Debió sentirse orgulloso también de triunfar en una carrera con una parada obligatoria en boxes para cambiar de moto, después de una mala (malísima) experiencia en el pasado, cuando se jugaba el título en 2013. Esta vez, cuadró la estrategia junto a su equipo, brilló en la pista, y volvió a exhibir ese pilotaje salvaje que le hace inalcanzable cuando las condiciones no son las mejores.
No hay quien pueda con el chico de Honda cuando apenas hay agarre, cuando se impone el derrapaje, cuando la moto se mueve tanto que parece un caballo desbocado. Por eso acabó sacándole más de siete segundos a Rossi, el segundo, que apenas resistió un par de giros a rueda. Sólo pudo acercársele en la recta, por pura velocidad. Y ni siquiera le aguantó en la primera curva, esa que tantas caídas provocó durante el fin de semana, y también en carrera. Y eso que hasta que cambió de máquina a mitad de prueba, Márquez llevaba el colín destrozado tras un toque con Iannone en la salida.
Hizo estragos el italiano: al apagarse el semáforo, cuando se tocó con los dos pilotos de Honda, y justo antes de alcanzar la meta, algo que no logró hacer este domingo. Iba a subirse al podio, él y su compañero de equipo, Dovizioso. Pero la ambición le pudo. Y por querer ser segundo acabaron los dos en el suelo. Lo que le debería agradecer Rossi, que terminó segundo. Y Pedrosa, que tras beneficiarse de una carambola tras otra, se subió al tercer escalón del podio.
Al final, la carrera se había declarado en seco. Y la distancia de la misma se había reducido a 20 vueltas, con la exigencia de una parada en boxes obligatoria para todos los pilotos, que podían entrar a cambiar de neumático al final de la vuelta nueve, diez y 11. La seguridad se imponía. El día anterior, poco antes de la sesión de clasificación, Scott Redding había sufrido un problema de delaminación (desintegración de la goma, por las capas exteriores) en uno de sus neumáticos blandos, que destrozó en pocos segundos toda la parte trasera de su moto. Así que Michelin tuvo que activar un protocolo de emergencia. Finalmente, Dirección de carrera y la fábrica francesa optaron por una carrera flag to flag, como aquella de Phillip Island que terminó con la descalificación de Márquez, lo que puso todavía más pimienta al gran premio.
En un circuito que combina curvas más lentas, las ideales para los adelantamientos, normalmente virajes de derechas, con curvas rápidas, las más veloces: la seis y la 11, a la izquierda, las que más hacen subir la temperatura interna de los neumáticos, esas que han puesto en problemas a la fábrica de Clermont-Ferrand, la carrera fue todo un espectáculo. Porque hubo caídas inesperadas. La de Jorge Lorenzo, por ejemplo, que volvió a tropezar donde lo había hecho en las sesiones libres del fin de semana: en la curva uno, al final de la recta de meta, una curva en la que se han descubierto tres baches muy peligrosos que desequilibran fácilmente al piloto. Se fue al suelo en la vuelta seis. Y suma su primer cero de la temporada demasiado pronto.
En aquel mismo punto se cayó Maverick Viñales, aunque en condiciones diferentes. Tras una carrera brillante, bordada la estrategia de cambio de neumáticos, y a falta solo de tres vueltas para el final, el español cayó cuando encimaba a Rossi y peleaba por la segunda plaza. Debía estar maldita este domingo esa segunda plaza, porque ni Innanone, ni Doviozioso se hicieron tampoco con ella unos minutos después. También acabaron en la grava. En este caso por un exceso de celo.
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