El ‘blues’ del Madrid
Quizá Zidane aconsejó a los suyos en el Camp Nou: «Empecemos perdiendo, llegaremos más lejos». Dicho y hecho. El equipo se lanzó a por el partido
El Barça-Madrid tuvo uno de esos comienzos que, al poco, se rompen como una taza de desayuno, que se nos escurre y se queda sin asa. También la vida está llena de historias que no acaban según se creía. Nos habíamos hecho a la idea, tal vez porque la recordábamos del futuro, de que el Barça jugaría una noche más con la delicadeza de los cuchillos que cortan a la primera, sin mirar, y que los tajos sumirían al equipo de Zidane en ese estado de comezón tan familiar, en el que uno termina por preguntarse a sí mismo: "¿Y qué va a ser ahora de mi vida?”. Pero el Madrid, que en los instantes más peliagudos siempre consigue recordar quién es y cómo se llama, tomó ese viejo guion y lo rompió en dos, y después en cuatro, en ocho, en dieciséis, y arrojó los papelillos al aire, creando la sensación de que nevaba en primavera, y que los espectadores las iban a pasar putas. En mitad de ese frío repentino, el Madrid giró la visera, con lo de atrás hacia delante.
Ya en el descanso se intuyó que algo raro pasaba. ¿Empate a cero? Mmmm. No encajaba con los contrincantes. La sola palabra empate hacía bostezar. Después de todo, estábamos en el Camp Nou, donde ciertas palabras y resultados habían caído en desuso, hasta volverse arcaísmos, como yantar o empero. El lenguaje creado en Barcelona para referirse a su equipo, como una mezcla de poesía y rock and roll, había empujado a mucha gente a vestirse para salir. Habría fiesta. Y además estaba Cruyff. Y de pronto, fue como si sonase el teléfono y les dijesen que acababa de morir una tía segunda, y que había que aparentar que la querían y que estaban muy tristes. Hasta ese punto causaba desolación y sorpresa el empate.
Pero en el vestuario sucedió algo. Quizá Zidane, citando mal un proverbio chino, aconsejó a los suyos: «Empecemos perdiendo, llegaremos más lejos». Dicho y hecho. El equipo se lanzó a por el partido después del gol de Piqué en mitad de un córner, que volvió a ser el lugar peligroso en el que casi siempre te caga una pájaro.
La reacción imitó a la de Dan Aykroyd en The Blues Brothers, cuando mira a su socio John Belushi y le resume la situación: “Estamos a 200 kilómetros de Chicago, tenemos el depósito lleno, medio paquete de cigarrillos, es de noche y llevamos gafas de sol”. Belushi se lo piensa durante un segundo, y al final dice: "Tira". Eso hizo Marcelo, que atravesó medio campo con unas Ray-Ban al grito de “¡Últimas noticias, últimas noticias: va a marcar Benzema!”, que sólo tuvo que ejecutar una chilena de medio lado. En directo pareció tan fácil como fumar y hablar al mismo tiempo, con el cigarro en una esquina. Para entonces el Barça ya sólo eran unos pequeños hilitos con aspecto de plastilina en estiramiento vertical. Cuando el Madrid se dio cuenta, dedujo que, quedándose con 10, marcaría más rápido el segundo. A veces el fútbol es tan sencillo que no lo entiende nadie.
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