Crece Nadal, manda Djokovic
El español tutea durante un set al número uno (7-6 y 6-2), que aspira a su quinto título en Indian Wells. Nole puede igualar, ante Raonic (20.00), el récord de trofeos del Masters 1.000 logrado por el español (27)
Se despidió Rafael Nadal de Indian Wells, pero en su salida dejó abierta una puerta a la esperanza. Porque, efectivamente, el número cinco volvió a perder ante el jerarca del circuito, Novak Djokovic (7-6 y 6-2, en una hora y 58 minutos), pero el poso que dejó este último clásico entre ambos (48 ya, 25-23 a favor de Nole) fue muy distinto al de los últimos encuentros. Nadal, más reconocible y entero, se marchó después de dar un salto cualitativo y de plantar cara al número uno, lo que de por sí ya es hoy día meritorio. La realidad dice que Djokovic, el hombre con mejor porcentaje de triunfos de la historia (707-147: un 82,78%) y que se jugará el cetro con el canadiense Milos Raonic (6-3, 3-6 y 6-3 a David Goffin), sigue siendo inabordable, pero el presente también describe optimismo, porque el crecimiento de Nadal es un hecho.
Él, mientras tanto, transmite un mensaje contenido y pone énfasis en valorar el término medio. "No estoy de vuelta ni me fui en ningún momento", atemperó; "estoy aquí, sigo compitiendoi y hago lo que puedo cada día. Me esfuerzo al máximo para ser mejor a diario. No me comparo con el del pasado, ni con el de hace muchos años ni con el reciente. Voy día a día e intento hacer las cosas lo mejor que sé para seguir sumando hacia lo positivo.
De entrada, los esquemas saltaron por los aires. A diferencia de los últimos pulsos, en los que Djokovic hizo sangre y arrolló a Nadal desde el arranque, esta vez al serbio no se le vio cómodo en ningún instante. Se topó Nole con un jugador bien diferente al de los últimos encuentros, solventados por el número uno con una suficiencia asombrosa, especialmente el que le condecoró el pasado mes de enero en Doha. Entonces, hace tan solo un par de meses, el margen entre uno y otro fue sideral; entonces, seguramente, el tenista de Manacor encajó la derrota más contundente (6-1 y 6-2 en 73 minutos) de toda su carrera. Pero ayer, sin embargo, la historia fue muy distinta.
Pese a la cicatriz, Nadal encaró el duelo sin complejo alguno y con decisión. Si ha de caer, lo ha manifestado en alguna ocasión, prefiere hacerlo de pie a entregarse de rodillas. Sigue rehaciéndose a base de trabajo y fe, con alma, pero también con argumentos. Nadie sabe si volverá o no el gran Nadal, el campeón inasequible al desaliento, aquel jugador que intimidaba y vencía mediante el estrangulamiento; nadie sabe si regresará la mejor versión, aquella que habla de uno de los grandes, pero mientras tanto, sus fieles pueden aferrarse a una certeza: si recupera la efervescencia, como lo hizo ayer frente a Djokovic, aún le quedan por escribir algunos versos.
No escatimó esta vez lo más mínimo. Buscó a Nole, en lugar de esperarle y quedar atrapado por el maquiavélico juego del serbio. Fue toda una declaración, un modo de decirle a él y a todo el mundo que sigue ahí y que no se rinde. Le tuteó durante todo el primer parcial, en el que al jefe del circuito le costó encontrar el confort, en el que estuvo más fallón de lo habitual y un tanto impreciso en golpes que habitualmente clava. El rey sol no le ayudaba, con esos 33º grados hirvientes y secos que a Nadal le sientan de fábula, reenergizantes siempre para el de Manacor.
"He hecho un buen partido en muchos momentos, igual que durante toda la semana", expresó. "Llegar a las semifinales en el primer Masters 1.000 de la temporada es un gran resultado; un torneo con un cuadro complicado y perdiendo contra el mejor. Me voy a Miami [del 23 de marzo al 3 de abril] con la ilusión de seguir en la misma línea, con una muy buena sensación mental y tenística", valoró.
El serbio ya es el hombre con mejor porcentaje de triunfos de la historia (707-147: un 82,78%)
Como en los buenos tiempos, Nadal peloteó en algunas fases de igual a igual, rubricó varios puntos brillantes y le hizo pensar al serbio, que hoy día no es poca cosa. Sencillamente, volvió a disfrutar en las alturas. Desde junio de 2014, cuando le batió en la final de Roland Garros, no le arañaba el balear una opción de break; desde aquella primavera, una secuencia trituradora del jugador de Belgrado (6-0 y 13 sets seguidos), que pese al estirón de Nadal en este último careo envió un mensaje poderoso: con poco, o con menos de lo habitual para ser más precisos, es capaz de mucho, de lo suficiente para gobernar con holgura.
Sorteó Nole una bola de set en contra (con 5-4) y después aseguró el tie-break (7-5). Nadal se sostuvo en la batalla con un alto porcentaje de primeros servicios (80%), pero en el instante que este bajó, los restos cortados del serbio fueron definitivos. Quebró en el segundo set para el 4-2, multiplicó el número de golpes ganadores (23-12) y tan solo concedió dos opciones de rotura al español, mientras que él se procuró 12. Desfiló hacia la victoria y al que hoy puede ser (20.00, Canal+ Deportes 2) su 27º título del Masters 1.000, cifra que defiende (a modo de récord) el propio Nadal; la que sería, si el cañonero Raonic no lo impide, su quinta corona en Indian Wells.
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