El Barça da un portazo en San Mamés
Guiado por Messi de asistente, el equipo azulgrana arrolla a un Athletic siempre inferior
Allá por el minuto 10, más o menos, el Athletic, aún enérgico aunque acelerado insistía en un ataque largo por la derecha. Duró unos cuanto minutos, sin peligro aparente, un ir y venir sin que se acabara la discusión. En el otro costado, junto a la cal que delimita la banda, a la altura del centro del campo, en la intersección de líneas blancas, Messi, quieto, impávido, observaba la jugada. Ni un pasito adelante ni hacia atrás. Allí, quieto como un fotógrafo privilegiado. Hasta entonces casi no había tocado el balón, apenas un pase atrás, dos si acaso. Y el Athletic picando piedra en el otro costado. Balenziaga le miraba de reojo a unos 15 metros, cerrando la defensa pero sabiendo que el acuchillador apenas estaba descansando o quien sabe si puliendo los filos de sus botas para cuando el balón le acariciase los cordones. Un poco después, ya entró en juego e intentó un eslalon entre un alud de botas rivales y perdió el balón. Al ir a recuperarlo, Unai López, el chavalín, se lo quitó de en medio tirando un taconazo que se coló entre las piernas de Messi. El argentino ni se inmutó. Y llegó la falta, poco después. Y a Messi, tan acostumbrado a repartir fortuna entre sus compañeros y aficionados, le sonrió esta vez a él, porque su zurdazo tocó en la cabeza de Laporte y descolocó a Iraizoz, que llegó a tocar el balón pero sin evitar que se fuera a la red.
Athletic, 2-Barcelona, 5
Athletic: Iraizoz; De Marcos, Etxeita, Laporte, Balenziaga (Aurtenetxe, m. 52); Mikel Rico, San José; Susaeta (Beñat, m. 70), Unai López, Muniain (Gurpegui, m. 78); y Aduriz. No utilizados: Herrerín, Ibai Gómez, Aketxe y Williams.
Barcelona: Bravo; Alves (Adriano, m. 70), Piqué, Matthieu, Jordi Alba; Rakitic, Busquets, Xavi (Rafinha, m. 74); Messi, Luis Suárez (Pedro, m. 80) y Neymar. No utilizados: Ter Stegen, Iniesta, Mascherano y Bartra.
Goles: 0-1. M. 15. Messi, de libre directo. 0-2. M. 26. Luis Suárez. 1-2. M. 59. Mikel Rico. 1-3. M. 62. De Marcos, en propia puerta. 1-4. Neymar. 2-4. M. 66. Aduriz. 2-5. M. 86. Pedro.
Árbitro: Mateu Lahoz. Expulsó a Etxeita, por roja directa (m. 74) y amonestó a Balenziaga, Dani Alves y Gurpegui.
Unos 50.000 espectadores en San Mamés.
No es extraño que todo futbolista quiera ser Messi. Más allá del estatus está la gloria que no solo da dinero, sino la posibilidad de ser el hombre más libre del mundo en el reducido espacio de un campo de fútbol. El gol fue una descarga de adrenalina para el Barça; para el Athletic supuso un dolor similar al de un niño cuando mete los dedos en un enchufe. No es la misma descarga. Todo el fosforito de la camiseta del Barça se iluminó al unísono cegando al Athletic, incapaz de frenar al rival con su primera línea de jornaleros. Xavi encontró la pausa, Rakitic el acomodo, en su nuevo papel de ayudante de cámara y, por el centro o los costados, el Barcelona se plantaba al borde del área con cuatro toques. Para el Athletic no quedaba otra opción que la heroica de Aduriz, llanero solitario expuesto al frío de sus compañeros y al fuego de la defensa.
Al Barça le empujaba la puerta abierta por el Madrid un día antes. Corría un viento cálido, de esos que convierten el sudor en un placer por más que San Mamés tenga la mística de las viejas fábricas. Los operarios actuales no son los mismos y la productividad, escasa. Hay diferencia de tecnología entre Barça y Athletic. No solo los objetivos les separan. Hay un desierto mucho mayor.
El Athletic lo quiso transitar con más fe que agua. Sin extremos y con el centro del campo, era presa fácil. Luis Suárez encontró el oasis tras una asistencia de Messi para volcar el partido de su lado y acabar con su sequía. Tiene el Athletic ese espíritu compasivo con los necesitados. Lo suyo fue abrir boquetes en la defensa para que pasaran otro, pero el que le abrió Messi fue como partirle una tarta. Antes del descanso, Aduriz remató al poste. Fue el primer intento de meterle suero al partido por aquello de que San Mamés propulsa cuando uno le mira la cara a la adversidad.
A la segunda lo consiguió. Al cuarto de hora de la reanudación la catedral se quitó las legañas y salió de su letargo. Un tiro de Aduriz, (el único, el delantero eterno y necesario) lo repelió Claudio Bravo y lo empujó a la red Mikel Rico, el único centrocampista del Athletic que sabe de qué color tienen los ojos los porteros rivales. Pero el Barcelona ya jugaba cuesta abajo. El gol fue un espejismo que duró tres minutos. Aún se frotaba las manos la grada, cuando un centro chut de Messi golpeó en el cuerpo de De Marcos y se fue a la red.
Los oasis suelen tener dueños Y Leo Messi tiene la franquicia en su poder. Tras darle agua a Luis Suárez, decidió remojar la garganta de Neymar, su socio predilecto que, sin embargo, en Bilbao suele transitar con dificultad. Era un vino con más burbuja que grado, pero el argentino le dejó el balón entre los dos picos del área, para que ejecutara su suerte suprema: el disparo con rosca que acostumbra a oler la pintura del poste. Y el fútbol, a veces ecuánime, a veces displicente, se apiadó de Aduriz y le permitió anotar su gol, un golazo, por el grado de dificultad. Pero aún le dio tiempo a Pedro, recién salido, de hacer el quinto en ese correcalles incrementado por la expulsión de Etxeita. Incluso dio tiempo para que Messi obrara el milagro: falló un gol en un mano a mano con Iraizoz que rechazó el portero. Tan acostumbrado a dar agua a los demás, se le escurrió la suya entre los dedos (en este caso de los pies). Y el Barça entró por la puerta que le abrió el Madrid dando un portazo.
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