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Banquillo, en femenino

Corinne Diacre es la primera mujer que dirige a un equipo profesional masculino, el Clermont de la segunda francesa “La única diferencia es la sensibilidad”, dice

Corinne Diacre durante un entrenamiento con el Clermont Foot, equipo de la Segunda División francesa.
Corinne Diacre durante un entrenamiento con el Clermont Foot, equipo de la Segunda División francesa.thierry zoccolan (afp)

Ha entrado en la historia por ser quien es, o mejor, por lo que es. Aunque no le guste y lo demuestre continuamente. “No es un orgullo para mí, no lo veo así”, asegura Corinne Diacre, que lleva tres semanas al frente del Clermont Foot, un modesto equipo de la Segunda División francesa, lo que la convierte en la primera mujer que dirige a un equipo profesional de fútbol masculino. Pudo no haberlo sido si Helena Costa, la elegida para el puesto, hubiera decidido seguir adelante con la oferta de Claude Michy, presidente del equipo. Pero la portuguesa renunció en el último momento por motivos personales. “Solo soy una entrenadora más”, responde Diacre, con tono serio, desde el otro lado del teléfono. Su equipo acaba de empatar a cero ante el Bastia en el sexto amistoso de la pretemporada. Puede que ahí esté la explicación. “Al final, lo único que importa son los resultados”, añade.

Diacre (Croix, 1974) está considerada como una de las mejores jugadoras del fútbol femenino francés. Con 18 años se enfundó por primera vez la camiseta de la selección, y a los 20 ya lucía el brazalete de capitana. Un gol suyo ante Inglaterra durante la fase de clasificación del Mundial 2003 metió a Francia en un Campeonato del Mundo por primera vez. Formada en el Soyaux, manejó el centro de la defensa de su equipo durante 19 temporadas y jugó 121 partidos internacionales. Tras retirarse en 2007, empezó como entrenadora en su club ese mismo año y se incorporó a la selección francesa femenina junto a Bruno Bini, como segunda entrenadora. En 2014 obtuvo el título para la Ligue 1 y Ligue 2, lo que equivaldría a la Primera y Segunda División en España, algo que ninguna otra mujer ha logrado hasta la fecha.

Soy muy exigente conmigo misma. Me meto mucha presión, pero así tiene que ser”

“Los que piensan que el fútbol femenino no es equiparable al masculino demuestran que no se enteran de nada en este deporte. No hay ninguna diferencia entre un entrenador y una entrenadora, salvo su sensibilidad. El trabajo sigue siendo el mismo”, advierte, a pesar de lo excepcional de una circunstancia que no se había producido antes en los más de 140 años de historia del fútbol.

En la temporada 2013-2014 se repartieron más de 60.000 licencias en el fútbol femenino en Francia. En Europa el número total superó por poco el millón, distribuido entre 48 Ligas nacionales. “Ahora los clubes se estructuran mejor, la Federación francesa tiene un proyecto de desarrollo importante para los próximos años. Hay que darnos tiempo”, apunta.

Diacre aspira a la normalidad en el día a día porque lo que ha observado desde su llegada le cansa, aunque a la par resulte ilusionante. “Es verdad que mis horarios han cambiado mucho, las jornadas laborales son muy largas. Pero estoy muy contenta”, señala. En su presentación como entrenadora mostró un carácter pausado, seco, pero confiado. “Soy muy exigente conmigo misma. Me meto mucha presión, pero así tiene que ser”, asegura. “Mi único objetivo es conseguir que mi equipo, por lo menos, consiga los resultados del año pasado”. O sea, igualar al menos la 14º posición durante los dos años de contrato que tiene firmados.

Quizás lo que mejor resuma su irrupción en el futbol masculino sea la total falta de notoriedad que ella misma se concede. “Es un trabajo como cualquier otro”, concluye. Aunque en este caso, y muy a su pesar, no lo sea.

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