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Federer nunca muere

El suizo remonta 4-6, 7-6 y 7-5 a Del Potro un partido en el que fue break abajo en las tres mangas, y se cita con Nadal en semifinales

Juan José Mateo
Federer devuelve una bola a Del Potro.
Federer devuelve una bola a Del Potro. CARL COURT (AFP)

Rafael Nadal jugará las semifinales de la Copa de Maestros (domingo, 15.00, C+ y Tdp) contra Roger Federer, que ganó 4-6, 7-6 y 7-5 a Juan Martín del Potro en el último partido del Grupo B. Será más que un duelo entre dos rivales de leyenda, más que un pulso entre dos tenistas que han marcado época. El español acude como número uno, el premio a un 2013 inimaginable en el que conquistó diez títulos (dos grandes) pese a descontar antes siete meses lesionado. El suizo, por su parte, llega con la sangre aún en los colmillos, rejuvenecido por un encuentro que graduó su hambre y su deseó, retratándole de nuevo como un campeón voraz pese a que tenga las piernas de un tenista de 32 años: con la semifinal Novak Djokovic-Stanislav Wawrinka ya configurada, el número siete fue capaz de remontar a Delpo, que tuvo break de ventaja en las tres mangas y bola de rotura cuando Federer sacó por el duelo. Una pasada. Lo celebró pegándose un manotazo en el pecho.

La grada empujó todo lo que pudo al suizo. Cada vez que vio una chispita del genio, quiso alentar una hoguera, prender un fuego, incendiar el O2 Arena

Que el campeón de 17 grandes esté en el grupo de los semifinalistas, que siga en la pomada de la lucha por el título, retrata todas las virtudes y todos los defectos de su 2013. Ante Del Potro, a Federer le faltó concreción y le sobraron ganas, ambición y pasión, tres señales fenomenales en un tenista que lo ha ganado todo y se aproxima a los 33 años. Cualquier otro competidor de su alcurnia habría dimitido ante el inicio de partido de Del Potro: break de inicio y confirmación al poco. Ese 5-1 en contra dio al genio de Basilea argumentos de sobra para deprimirse y dejarlo todo para 2014. Sin embargo, Federer, tantas veces retratado como un hedonista, no ha llegado a la cumbre por su conformismo, sino por creer que con su raqueta todo es posible. Desde ese 1-5 en contra, el número siete mundial se procuró dos bolas de break para empatar 5-5. Ganó 16 de 18 puntos. Fue un momento hermoso, en el que al campeón de 17 grande se le cayó la chistera al suelo, por lo que se le escaparon todos los trucos. Con una mezcla de golpes cortados (de revés… ¡y derecha!), dejadas, tiros planos y mucha habilidad competitiva, el suizo le hizo un lío al argentino, incapaz de leer los intercambios, de discernir por dónde vendría el siguiente mordisco. Solo el saque (dos aces frente a esa segunda bola de break para 5-5) permitió a Del Potro apuntarse la primera manga.

La grada empujó todo lo que pudo al suizo. Cada vez que vio una chispita del genio, quiso alentar una hoguera, prender un fuego, incendiar el O2 Arena. “¡Roger!, ¡Roger!”, retumbaba el cemento. No hubo sonidos divididos, gargantas que compitieran, acordes discordantes. La unanimidad a favor de Federer fue aplastante, fue el suizo como el Elvis Presley de los últimos conciertos de finales de los años setenta: uno al que la gente intenta retener en activo, porque le ve igual de bien plantado que siempre, por mucho que la foto ya desmerezca.

Y Federer devolvió el precio de la entrada. No se arrugó el ex número uno cuando perdió el primer parcial y de nuevo cedió el break en la segunda. No le hizo ascos al duelo entre los golpetazos de derecha de Del Potro y su revés cortado. Apretó los dientes y se quemó en el esfuerzo las piernas, que estos días producen pasos menos ligeros y seguros que en sus días de grandeza. Así, bajando la pelota a ras de pista para que el gigante (1,98m) sufriera doblando el espinazo, Federer recuperó el break y se llevó la segunda manga.

Aupado o defenestrado por sus rachas, las buenas y las malas, así vivió Federer el partido. Cuando todo parecía llegarle de cara, ya en el tercer parcial, tocó la ristra de errores, y de borrón en borrón entregó el servicio (0-2). Sorprendentemente, él, que últimamente no es un prodigio de intensidad y concentración, pidió irse al baño al inicio de la tercera manga, nada más protagonizar un tie-break eléctrico. A la vuelta, se empeñó en escalar el Himalaya del encuentro, olvidando la sangría de su derecha (23 errores no forzados). Aupado por el saque (10 aces), y sobre todo coronado por su ambición y su explosiva mezcla de tiros sin fuerza y con potencia, Federer llegó a semifinales. Pase lo que pase ante Nadal, el campeón de 17 grandes dejará Londres con mejores sensaciones de las que había traído consigo: atacará 2014 sabiendo que ya no es el favorito máximo a ningún título, pero esperanzado con que su correcto final de curso haya sentado las bases para volverse a reconocer a sí mismo.

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Sobre la firma

Juan José Mateo
Es redactor de la sección de Madrid y está especializado en información política. Trabaja en el EL PAÍS desde 2005. Es licenciado en Historia por la Universidad Complutense de Madrid y Máster en Periodismo por la Escuela UAM / EL PAÍS.

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