Dave Robicheaux, luchador, justiciero, perdedor a tiempo completo
Hay muchos tipos de novela negra. La que es puro entretenimiento y funciona de maravilla, bienvenida sea; la que entretiene pero no tiene alma; la que te deja pegado a la silla y encima está bien escrita... cada uno que se haga su clasificación. Por encima de ellas, con diferencia, está la alta literatura que, además, es de género negro. Hay algunos clásicos que lo consiguieron. De nuevo, que cada uno haga su lista, algún día hablaremos de ello. James Lee Burke (Houston, 1936) sigue hoy su estela de cerca.
Con Los prisioneros del cielo (traducida por Antonio Iriarte) nueva historia de Dave Robicheaux que RBA está teniendo el detalle de publicar en el orden de aparición original, el escritor estadounidense vuelve a los elementos clásicos de su literatura: un perdedor nato y con espíritu justiciero, los paisajes de Luisiana y Nueva Orleans, el mal, que trabaja sin descanso, unos personajes geniales y la mejor prosa del momento.
En Los prisioneros del cielo, Robicheaux ha abandonado la policía de Nueva Orleans para retirarse a su Luisiana natal a pescar y a regentar un establecimiento para pescadores. Vive una vida hasta cierto punto idílica, entre naturaleza y recuerdos, alejado del alcohol que le tuvo atrapado media vida, junto a la maravillosa Annie, menonita bella e intensa que sabe lo justo de la vida para darse cuenta de lo extraordinaria y delicada que es su situación.
El accidente de una avión en las aguas del golfo en el que viven cambia su existencia. Dave acude al rescate y consigue salvar a una niña inmigrante, sola y desprotegida, a la que deciden ocultar. Esta decisión, que Robicheaux ve inapelable, irrenunciable, cambia sus vidas para siempre porque detrás de las causas del accidente está la hez criminal de Luisiana y Nueva Orleans, un mundo que Dave conoce, que combatió y del que creía haberse alejado. Lo que sigue es un pequeño diálogo entre Dave y Annie antes de que la tormenta desencadenada por las decisiones que él ha tomado dé una estocada a su forma de vida:
- Siempre dices que uno de los principales axiomas de Alcohólicos Anónimos es “No te apresures”.
- Eso no significa que debas olvidarte de tus responsabilidades. No significa que tengas que aceptar el papel de víctima.
- Quizás deberíamos hablar del precio que todos estamos dispuestos a pagar por tu orgullo.
- Ya no sé qué decir. No lo comprendes y no creo que lo entiendas.
- ¿Cómo debería sentirme, Dave? Te acuestas a mi lado y me cuentas que has estado con una striper, que has echado a alguien de Nueva Orleans, que eso te hace sentirte bien. No sé nada de un mundo como ese y creo que nadie debería saberlo.
- Existe porque otra gente finge que no está ahí.
- Deja que esa otra gente viva en él, entonces.
Pero Dave, como otros héroes malditos de la novela negra, no puede dejar que la injusticia ocurra y que sus responsables queden impunes. Las consecuencias son devastadoras y el infierno que se desata están contados con fuerza, originalidad, intensidad, desesperación. Lee Burke consigue que el paisaje de la zona sea un protagonista más, pero lo hace sin caer en sentimentalismos o en largas y farragosas descripciones.
En una entrevista que hice a John Connolly, el autor irlandés resumía todo esto mucho mejor, con lo que la autocita espero que se perdone:
James Lee Burke es el gran poeta del paisaje dentro del género, además de un escritor que me enseñó que este tipo de ficción puede aspirar al estatus de literatura, y que no hay que avergonzarse de usar elementos poéticos y metáforas. Sin ellos, no estaría escribiendo las novelas que escribo.
Dave Robicheaux seguirá navegando por esa zona oscura entre el bien y el mal y luchando contra sus demonios. En un momento de esta extraordinaria novela, la striper a la que salva del infierno le dice : “¿Sabes cuál es tu problema? Que eres dos personas en una. Quieres ser un hombre moral en un negocio amoral. Al mismo tiempo, quieres cargártelos, como todos nosotros. Cuando hablo contigo, nunca sé cuál de los dos va a salir de la caja de sorpresas”.
FOTO: Está tomada de la web del autor. En ella sale el propio James con uno de sus caballos en Iberia (Luisiana).
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