“Camarón sí que era un salvaje”
Jorge Pardo se convirtió esta semana en el Mejor músico de jazz europeo El saxofonista, flautista y compositor es el primer español nombrado por la Academia Francesa
Pregunta. Mejor músico europeo de jazz. Ahí es na.
Respuesta. Yo digo: bueno, muchas gracias, pero no me lo creo.
P. Este es el último, pero ¿cuál fue el primer premio que recibió?
R. Uno de Jazz entre amigos, programa de televisión de la prehistoria.
P. ¿Volverá el jazz a la tele?
R. Volverá. Tiene que volver.
P. ¿Qué demonios es el jazz europeo?
R. El jazz no tiene fronteras y de tenerlas son las de Nueva Orleans, y todo lo que quede fuera de la ciudad es bastardo. El jazz, como el flamenco, es una madre que siempre acoge a sus hijos por pródigos que sean…
P. Y la vida flamenca… ¿Es mito o realidad?
R. Hay días que te levantas a las tres de la tarde, y otros a las siete de la mañana, tampoco la vida flamenca es la de antes…
P. ¿No será que, aunque no muchas, ya peina canas?
R. Me tomo las cosas buenas de la juerga en dosis homeopáticas. Cuando eres más joven te atragantas de lo que sea.
P. ¿La pérdida del salvajismo afecta al acabado del producto?
R. No en cuanto a calidad. Ahora vivimos más en un Gran Hermano orwelliano. Saben con quién te has ido de juerga. O hay una fotografía furtiva de ti metiéndote algo. Lógicamente el salvajismo se pierde.
P. ¿Se va viendo mayor?
R. Yo me veo igual. Salvo cuando me miro en el espejo. Tienes un dolorcito aquí, un achaque allá, pero más ganas, más propósito que a los 20.
P. ¿Por qué dijo adiós a la industria?
R. No dije adiós, pero decidí vender lo mío por mí mismo, sin perder el dinero por el camino. Y luego es que me gustan los negocios honrados.
P. Las multinacionales no hacen negocios honrados…
R. Por definición, es imposible. Para conseguir vender millones tienes que hacer creer a demasiada gente que necesita tu producto y eso solo se logra con engaños.
P. ¿Ha hecho dinero con todo esto?
R. Sí, depende lo que llames dinero. Rico no me he hecho. Saco a mi familia adelante. Tengo una casita en la playa… Aunque es del banco, la uso yo. He viajado por todo el mundo y he asistido a momentos históricos.
P. ¿Por ejemplo?
R. Cuando el cajón peruano ingresó en el flamenco. Fue en la Embajada española en Lima, durante una gira con el sexteto de Paco de Lucía en 1980. Hasta hoy, que un gitano es capaz de partirse la cara contigo si le niegas que su abuelo ya tocaba el cajón…
P. Usted le arrancó la camisa a la flauta.
R. La diferencia es que una flauta mala cuesta al menos 600 euros y un cajón te lo haces tú. El cajón ha entrado en la idiosincrasia del mundo gitano. Encima te puedes sentar en él y guardar cosas dentro, ¿qué más quieres?
P. ¿Priman los programadores de festivales al extranjero frente al producto local?
R. El aficionado tiende, tendemos, a pensar que el del jazz es un circuito cultural, cuando es un negocio como otro cualquiera. No se arriesgan. Por ejemplo, yo, que no puede haber un músico más madrileño, para los Veranos de la Villa no existo.
P. ¿Y quién existe?
R. Los políticos le pasan la mano por el hombro al que sale en la tele. A mí me ven como un tío en exceso independiente. Y tú sabes que la gente quiere que vayas al despacho de fulanito.
P. El despacho no parece compatible con el arte.
R. El duende puede surgir en un despacho de un mánager gilipollas o en una chabola. No obedece a formatos ni a tópicos.
P. ¿Cómo le llamaba Camarón?
R. El mote me cayó del hermano de Paco de Lucía, Ramón de Algeciras: El Bodega. Una confusión porque, hombre, yo bebo, pero tampoco tanto. Un día pensó que me había trincado una botella de whisky y dijo: “Mira El Bodega”. Y ya sabes, El Bodega, un día. El Bodega, mil días.
P. ¿Daba consejos el maestro de la Isla?
R. No era el típico de “mira, te voy a dar un consejo...” de esos, mejor desconfiar. Aleccionaba a su manera, sin decir nada. Camarón sí que era un salvaje, brutal. Y decías: “Te sigo hasta ahí, pero a partir de ahí te dejo solito”.
P. Ya sabe lo que decía Morente: “Estamos vivos de milagro”.
R. Otro sabio. Aparte de toda la controversia médica, y dicho con todo el respeto para no herir a la familia, Enrique tuvo arte hasta para morirse. Fue al hospital con dos whiskies en el cuerpo.
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