El pajillero del maletín
Una de las grandes cosas de visitar el Reino Unido (y especialmente Londres, por aquello de ser más prácticos) es acercarse a una de las grandes cadenas que -aún- siguen vendiendo dvds, cds y demás y pasearse por la sección de televisión, y más concretamente por el apartado dedicado a la BBC, al canal 4 o a la ITV. Vale también se pueden comprar en amazon y similares -o descargarlas- pero no es lo mismo. Cotillear es algo que hay que hacer en persona.
La cuestión es que la tele inglesa siempre ha sido una bestia y su nivel de calidad supera el test del tiempo (y cualquier otro test que se nos pueda ocurrir), ejemplos los hay a miles así que cada uno escoja el suyo pero la cuestión es que ahora mismo su producción es brutal: Skins, Gavin & Stacey, Luther, Being human, Downton Abbey, Misfitso Sherlock, por solo mencionar unos cuantos, son la demostración más clara de lo que sucede cuando uno tiene una linea de trabajo que va más allá de ese gran axioma televisivo, "no hacemos otra cosa porque esto es lo que la gente quiere ver", para inventarse otro mucho mejor: "vamos a hacer lo que nos de la gana y a ver qué dicen".
También es cierto que años de producción propia al máximo nivel han acabado formando un público exigente que demanda calidad y diversión pero que está dispuesto a enfrentarse a cualquier cosa. Benditos ingleses.
De esa marea de deliciosas series que colonizan el mundo (hay remakes por doquier, en Francia, Alemania o Estados Unidos) me gustaría destacar una, que afronta su cuarta temporada y que -para mi gusto- es de lo más rompedor que ha parido la Gran Bretaña en lustros. La cosa se llama The inbetweeners y es una (re)interpretación en clave adolescente de aquella legendaria cruzada punk llamada The young ones, donde cuatro tipos destrozaban cualquier tópico sobre la comedia y ya de paso se reían de los hippies, los monárquicos, los burgueses, los ecologistas, los revolucionarios, los políticos, los tenderos, la policía, los bomberos, los músicos, los notarios y -como no- de Margaret Thatcher.
En The inbetweeners los calcetines sucios no empiezan un motín porque no quieren ir a la lavadora ni uno de los protagonistas se levanta una mañana y encuentra un misil nuclear al lado de la nevera pero dejando a un lado esos pequeños detalles el espíritu bárbaro y anarquista de The young ones brilla en en esta serie en toda su extensión y seguro que los fans de Neil, Rick, Vyvyan y Mike abrazarán con fervor las aventuras de sus nuevos "yo": Simon, Will, Neil y Jay.
Yendo al grano, el cuarteto protagonista de The inbetweeners lo forman cuatro chavales que están en esa época donde el tiempo se divide a partes iguales entre pensar en el sexo y pensar en el sexo. La acción arranca con Will, un tipo que se ve obligado a dejar su impecable escuela privada para trasladarse a uno de esos institutos ingleses donde la población no comparte la preocupación por la educación porque está demasiado ocupada bebiendo, fumando y dándose bofetadas. El pobre Will entra por la puerta grande y ya el primer día es aclamado como "el pajillero del maletín" por su ocurrencia de acudir a clase acompañado de ese elemento con asa.
Lo siguiente que le pasa al pajillero Will es que conoce a tres tipos dispuestos a despreciarle lo justo con los que compartirá un sinfín de desgracias, meteduras de pata, experiencias sexuales fallidas y demás desgracias adolescentes. Los cuatro pondrán muy alto el nivel de estulticia del ser humano gracias a una visión de la vida basada en cinco palabras básicas: tetas, culo, polla, coño... y tetas.
Dicho así puede parecer una de esas series facilonas con foco en lo obvio y poco más. En realidad The inbetweeners es una preciosa reflexión sobre la amistad, más allá de las mentiras, las debilidades y la mala leche. Los cuatro jinetes del apocalipsis solo pueden contar con sus colegas (ellos mismos) y por eso se perdonan las putadas diarias y demás para centrarse en lo humano, cuando alejados del ruido de sus propios problemas encuentran el atajo en los problemas del resto. El retrato de la chavalería jamás ha sido tan crudo y tan honrado y solo hay que apartar unas cuantas palabrotas para ver el bosque.
El reparto es estupendo: actores de primera clase y de naturalidad pasmosa que igual van al roto que al descosido. Los secundarios, ya sea el profesor de gimnasio pedófilo o el jefe de estudios a medio camino entre Maquiavelo y Frankenstein, son magníficos en su sordidez, tan cómica como incomprensible.
¿Momentos gloriosos? La anécdota sobre el hombre que quedo atrapado en un contenedor y fue violado analmente por 18 personas que -casualmente- pasaban por allí; la excursión al lago, con la quema de los objetos de Will; el momento en que Simon y Tara, su novia, tratan de consumar, con terroríficos resultados; o la visita al club londinense, con ese intercambio de zapatos entre Simon y el mendigo.
El que busque otro Friends no hace falta que se moleste pero los que necesiten una dosis de carcajada en vena y no tengan miedo de reírse de forma salvaje ya tienen un nuevo referente. De momento la serie se ha estrenado en algún canal autonómico (en el 3XL de Catalunya, que yo tenga noticia) pero si alguien tiene pistas/detalles de otros difusores que las suelte más abajo.
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