Alta cirugía para la portada de Ripoll
Eliminar la resina ennegrecida de una intervención anterior, principal escollo de la restauración de esta obra del siglo XII
Restaurar un bien patrimonial es lo más parecido a una intervención quirúrgica. Los técnicos no solo visten con bata, guantes y mascarilla y emplean instrumentos médicos como bisturíes y algodones, además de artilugios como aspiradores o aparatos de rayos láser (no X), sino que se les pide tanta precisión y destreza como a los mejores cirujanos. No se trata de intervenir a vida o muerte, pero casi, ya que en un mal diagnóstico y una mala ejecución puede ser letal para el futuro del bien patrimonial y acabar destruyéndolo. En el caso de obras de excepcional relevancia esta responsabilidad es máxima.
Es lo que ocurre en los trabajos de conservación y restauración que se llevan a cabo desde septiembre en la portada románica del monasterio de Santa María de Ripoll del siglo XII —entre la conquista de Lleida, el 1148, y la muerte de Ramon Berenguer IV, en año 1164—, un gran arco triunfal de once metros de largo por siete de alto totalmente esculpido con imágenes religiosas; una auténtica “Biblia en piedra”, considerada como la escultura románica más importante de Cataluña, por lo que todas las precauciones adoptadas son pocas. Por eso, antes de intervenir se han realizado intensos estudios para saber cómo actuar que incluyen un mapeo para determinar todas y cada una de las alteraciones que a lo largo de los siglos han sufrido las 310 piezas de gres talladas que forman parte de esta famosa fachada. Los análisis llevados a cabo por la empresa Patrimonio 2.0 de la Universidad de Barcelona han permitido conocer los diferentes tipos de piedra utilizados y cómo han evolucionado a lo largo de los siglos. Por ejemplo, los más arcillosos se han degradado más.
Colores del siglo XII y barrocos
La intervención más complicada de toda la portada tiene que ver con su figura más importante: el Cristo que la preside en el centro de la estructura. Según los estudios preliminares se ha podido comprobar que debajo de la costra negra hay restos de policromía de diferentes épocas, la original del siglo XII (cuando toda la portada estaba pintada de chillones colores) y restos de otra posterior de época barroca, mucho más oscura. En la barba y la corona de la figura de Cristo, además, se han localizado dos tipos de dorados diferentes. El dilema es si hay que eliminar la resina y la capa barroca para recuperar el color románico. El tema es delicado: “Lo decidirá una comisión de expertos para que haya consenso”, explica Solé.
A todo el mundo le impresiona estar cerca de alguien famoso. Estar a diez centímetros del rostro del Cristo en majestad que corona esta enorme obra, también. Desde lo alto del andamio es difícil contener las ganas de tocar el rostro de esta figura de mirada tranquila que vigila a todo el que accede al templo. Está a la espera de que llegue su turno para pasar por quirófano y ver que esconde bajo su capa de costra negra fruto del envejecimiento de la resina acrílica que se le aplicó a toda la portada en la última restauración de 1964 llevad a cabo por el Instituto Central de Conservación y Restauración de Madrid, considerada entonces la mejor solución. “Es fácil juzgar a posteriori, pero en aquel momento era la mejor opción”, explica Àngels Solé, directora del Centro de Restauración de Bienes Muebles de la Generalitat que supervisa los trabajos (130.100 euros) realizados por la empresa Arcovaleno SL que señala que fueron 14 las capas aplicadas para proteger la superficie y que no le han dejado respirar. “Se eliminarán todas excepto la más profunda para no dejar desprotegida la piedra”, asegura.
Tras conocer las alteraciones y patologías los trabajos comenzaron en septiembre y está previsto que acaben en diciembre. Hasta ahora se ha actuado en un cuarto de los 80 metros cuadrados de la superficie esculturada, en la que es evidente la diferencia entre el antes y el después, sobre todo en las esculturas superiores, las más lejanas a la acción humana y más protegidas de la climatología, como los ropajes de los 24 ancianos de la Apocalipsis que se dirigen hacia Jesucristo.
Las cinco personas que mejor conocen cada uno de los rincones de esta obra se emplean a fondo con el bisturí eliminando la resina ennegrecida después de reblandecerla aplicando hisopos con acetona (que no aporta humedad a la piedra por su alta volatilidad). Antes han desalado la piedra con apósitos de celulosa impregnados con agua desionizada. Después viene la maquinaria dura: el rayo láser que a base de haces de luz consigue eliminar, tras fijar la intensidad, cualquier rastro de suciedad.
Habrá un tercer tratamiento. El microabrasímetro que lanzará granos de arena a presión sobre la zona de las archivoltas de la portada, la zona en la que las esculturas están mejor conservadas y donde es posible leer las inscripciones que hablan de los personajes y las escenas representadas. “La limpieza está dando un resultado espectacular, están aflorando detalles que la suciedad ha ocultado por lo que en diciembre será posible hacer una nueva lectura de la portada”, remacha Solé. El próximo proyecto: una reproducción en 3D hecha con drones que permitirá conocer la obra desde una nueva perspectiva.
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