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Madrid abre su mayor parque urbano con 340 hectáreas en Valdebebas

El Felipe VI se empezó a planear en 1992 y llevaba ya 10 años en construcción

Uno de los tres miradores del parque Felipe VI, con capacidad para 150 personas.
Uno de los tres miradores del parque Felipe VI, con capacidad para 150 personas. CARLOS ROSILLO

Madrid inauguró ayer su mayor parque urbano, que empezó a planearse hace un cuarto de siglo, llevaba una década construyéndose y abrió finalmente sus puertas a las tres de la tarde, sin boato oficial y apenas sin visitantes, en un día tormentoso de nubes y claros, con el nombre de Felipe VI.

Está ubicado en el corazón de Valdebebas, un barrio aún en construcción encerrado entre autovías (M-40, R-2, M-11 y M-12) a tiro de piedra del aeropuerto de Barajas. Aún no hay metro ni cercanías para acceder a la zona, pero sí autobús (línea 174 y SE799) y un aparcamiento de 2.500 plazas.

A pesar de que ocupa 340 hectáreas (en el futuro crecerá hasta las 470), apenas una decena de personas recorría en la tarde de ayer sus senderos, se perdían en su laberinto (aún en ciernes: los arbustos no levantan medio metro del suelo) o se subían a su mirador de madera, en el que compite una panorámica de las cuatro torres, la sierra nevada y los despegues y aterrizajes en Barajas.

Visitas y accesos

  • El parque Felipe VI ocupa 340 hectáreas en el noreste de Madrid, dentro del barrio de Valdebebas (en el distrito de Hortaleza). Dispone de siete entradas, repartidas por las avenidas de las Fuerzas Armadas y de Francisco Javier Saénz de Oíza.
  • Se puede acceder a la zona en coche (hay 2.500 plazas de aparcamiento y otras 20 para autocares) o en autobús urbano (líneas 174 y SE799).
  • Entre mayo y septiembre, abre de ocho de la mañana a nueve de la noche. Entre octubre y abril, de nueve de la mañana a seis de la tarde.
  • Hay visitas guiadas gratuitas todos los domingos, de once de la mañana a una de la tarde (reservas en el teléfono 91 639 78 69 y en el correo electrónico paa@talher.com).

La alcaldesa, Ana Botella (PP), tenía previsto inaugurar ayer el parque junto al concejal de Medio Ambiente, Diego Sanjuanbenito, pero el luto por el accidente de avión en los Alpes canceló el acto.

Sin embargo, sus orígenes se remontan a casi un cuarto de siglo atrás, cuando el entonces presidente regional, Joaquín Leguina (PSOE), puso como condición para ampliar el aeropuerto que, a su vera, se creara un parque de 1.500 hectáreas (la Casa de Campo tiene 1.700 y El Retiro sólo 120). El suelo era rústico, pero estaba en una de las zonas más sensibles a la especulación urbanística. Corría 1992, y ese parque aún inexistente se bautizó como la Casa de Campo del este.

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“Las ardillas podrán viajar del aeropuerto de Barajas a la frontera que separa Madrid de Alcobendas sin tocar tierra”, publicó EL PAÍS tres años después, pero para entonces el parque ya se había reducido a 903 hectáreas y llevaba el nombre de Valdebebas.

Por entonces, esos terrenos estaban lejos de ser un parque. De hecho, estaban lo más lejos posible: eran una de las mayores escombreras ilegales de la ciudad.

Ilegal era, pero había hasta un semáforo para regular el intenso tráfico de camiones en la zona, calificada como de protección ambiental. “Para impedir el paso a 1.000 camiones hay que llamar al Ejército”, se excusaba el gerente municipal de Urbanismo (PP).

La Casa de Campo del este siguió menguando sin haber nacido aún: el dinero para financiarla debía salir de la urbanización del área circundante (entonces bautizada como Ciudad Barajas), y los pisos y espacios de ocio fueron ganándole terreno sobre el plano.

En 2001, la superficie reservada para el parque era de 530 hectáreas; otras 150 hectáreas se reservaron para 12.500 pisos, y 120 hectáreas más para la nueva ciudad deportiva del Real Madrid. La escombrera había cerrado dos años antes, pero seguía recibiendo desechos de la construcción del vecino barrio de Sanchinarro.

Nacía así el barrio de Valdebebas: a 28 de febrero de 2015, de esos 12.500 pisos proyectados, había ya 2.438 con licencia de primera ocupación y 4.912 con licencia de edificación, según el Ayuntamiento. Unas 6.000 personas viven en este barrio de un millar de hectáreas (la mitad, parques), que albergará a 30.000 cuando esté completamente desarrollado.

Hay grandes avenidas, hay decenas de edificios en construcción y cientos de viviendas en venta. Y, desde ayer, hay un parque bautizado como Felipe VI, que ha costado 91 millones (sufragados por los propietarios del terreno a través de la Junta de Compensación) y que cuidará una empresa privada a través de uno de los grandes contratos municipales.

Se empezó a construir en 2005, tras los movimientos de tierra para la urbanización del área, pero el grueso de las actuaciones se llevó a cabo entre 2007 y 2011.

Cuenta con 310.628 árboles, 317.062 arbustos, 453 farolas, seis áreas infantiles, tres miradores, seis zonas de descanso con bancos de piedra, otros 163 bancos de madera, 30 aparcabicis, tres mesas para merendar, cinco kilómetros de carril-bici, 32 kilómetros de senderos, un río artificial y dos lagunas, un manantial natural y un humedal. Y, desde ayer, tiene por fin visitantes.

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