Tomás Gómez, el líder que redujo el socialismo madrileño al mínimo
El número de afiliados pasó de los 30.000 de la época de Simancas a 15.000 de Gómez
Tomás Gómez (Enschede, Holanda, 1968), la gran esperanza que iba a devolver al PSOE a sus mejores tiempos en la Comunidad de Madrid, feudo del PP los últimos 20 años, ha terminado destituido tras reducir a los socialistas a la mínima expresión. “Resulta que el remedio fue nuestra enfermedad”, sentencia un destacado dirigente de Madrid, miembro de la Ejecutiva regional del PSOE madrileño (PSM). Su forma personalista de hacer política en Parla, donde fue el alcalde de 1999 a 2008, le encumbró como secretario general del PSM tras sus arrolladoras victorias en las elecciones municipales de 2003 (75,35 % de los votos) y 2007 (74,43 %) y provocó su abrupto final. “Se siguió comportando como en sus tiempos de alcalde absoluto y eso le perdió, alejado de todo y de todos”, opina una de sus personas de confianza, “fiel pero cada vez más alejada”.
La falta de credibilidad en Ferraz forzó la salida del último barón socialista nombrado por José Luis Rodríguez Zapatero. Las mismas dudas que esta mañana le trasladaron, con las malas expectativas en los sondeos y el desgaste causado por el sobrecoste del tranvía de Parla, la deuda millonaria que dejó y los efectos colaterales de escándalos de corrupción como Púnica, ya se las había planteado la dirección de Pedro Sánchez.
El resultado fue siempre el mismo, con Gómez enrocado. Imposible el diálogo. Negando la evidencia. Aferrado a su última posibilidad como político: ser o no ser el presidente de Madrid, como su círculo de entusiastas del PSM, el tomasismo, daba por seguro tras la dimisión de Esperanza Aguirre en septiembre de 2012. Y tras las vacaciones de verano de 2013. La confianza era tal que incluso hubo quienes barajaron la posibilidad de referirse a él como “presidente” en público. “La prudencia se impuso, por suerte”, reflexiona otro integrante de la Ejecutiva regional del PSM. Y toda esa seguridad desapareció con las europeas del pasado mayo, en las que el PSOE obtuvo menos del 19 % de votos en la región. El peor revés de su historia. Como muestra, el PSOE fue el partido más votado en solo 20 municipios madrileños.
Gómez achacó el desplome a Alfredo Pérez Rubalcaba —al que reclamó primarias abiertas a la ciudadanía para luego no aplicarse la misma exigencia—, ajeno a quienes le reprochaban que tenía su porcentaje de responsabilidad por su dedicación al frente interno, atento a la menor disidencia, mientras descuidaba a la ciudadanía. Sin embargo, las urnas reflejan la decadencia de los socialistas en Madrid durante su etapa. Con Gómez como secretario general, el PSOE ha obtenido en las europeas de 2009 el apoyo del 35,61 % de los votantes (48,58 % el PP); el 26,27 % en las autonómicas de 2011 (51,73 %); el 26,05 % en las generales de ese año (50,97 %)… Un ritmo menguante hasta el 18,94 % de las elecciones al Parlamento Europeo (29,88 %), cuatro puntos menos que la media nacional del PSOE.
Se había aferrado a su última posibilidad como político: ser o no el presidente de Madrid
“Los últimos años se han marchado miles de militantes descontentos, propiciando, paradójicamente, que aumentara el control de Tomás”, apunta el secretario general de la agrupación de una de las principales urbes madrileñas. De los 30.000 militantes que dejó Rafael Simancas —a Gómez le faltó tiempo para exigir que dejara de ser el secretario general del PSM tras obtener el 33,46 % de las papeletas en las autonómicas de 2007, o lo que es lo mismo, 990.473 votos; cuatro años después, ya con el exalcalde de Parla a los mandos, el PSOE se desplomó a los 786.297 votos (26,27 %)— se pasó a los 15.000 actuales… Y bajando.
“Esas cifras, que podrían parecer pésimas, a Tomás le bastan y sobran. Tras tantos años como secretario general, le facilitaron que no se celebrasen primarias frente a los dos rivales que se atrevieron a hacerle frente esta vez, y que se vieron incapaces de reunir los avales exigidos”, asiente otro cargo socialista que, como muchos otros, eran partidarios de Gómez hasta que dejaron de serlo. En su caso, “la gota que colmó el vaso” fue el giro extremo que dio apoyando a Pedro Sánchez, uno de sus enemigos íntimos, en las primarias socialistas días después de afirmar que iría “hasta el fin del mundo” con Susana Díaz. Pero la presidenta de Andalucía no se decidió y Gómez se reinventó encrespando a un sector del tomasismo, que ignoró sus órdenes y respaldó a José Antonio Pérez Tapias. Aun así, con su gesto hacia Sánchez, a la postre ganador, Gómez ganó tiempo y prolongó su supervivencia hasta su caída definitiva.
De trato complicado, sin apenas relación siquiera con los portavoces de IU y UPyD en la Asamblea de Madrid, Gómez deja en la política madrileña y en los distintos escalones del PSOE más enemigos que amigos. Muchos cadáveres en el camino y muchas cuentas pendientes. Sobre todo en sus filas. Con su guardia de corps limitada a lo que dentro del PSM se conoce como “el gineceo”, un mundo de mujeres con la salvedad del diputado Eusebio González Jabonero. El matriarcado lo forman por Maru Menéndez (secretaria de Organización de los socialistas madrileños), Trinidad Rollán (la predecesora de Menéndez como número dos), Inés Paredes (jefa de Gabinete, a su lado desde los primeros pasos en política en Parla) y Rosa Alcalá, también de Parla y esposa de Wilfredo Jurado, el concejal de Urbanismo de la ciudad entre 2003 y 2007, época que coincide con el proyecto y desarrollo del tranvía, y actual abogado del PSM.
Su posible imputación junto a otros 11 ediles de los dos Gobiernos socialistas de Parla que en 2006 y 2009 aprobaron sendos incrementos presupuestarios de 41 millones —el coste total de la infraestructura se disparó a los 256 millones, incluidos los intereses a pagar hasta 2037— originó un problema inesperado en el mismísimo Ferraz: Gómez colocó a Jurado como vocal de la Comisión Federal de Ética y Garantías, dentro del organigrama que Pedro Sánchez estrenó a finales de julio como secretario general del PSOE.
“Eso significa que una persona que puede ser imputada por prevaricación y malversación de caudales públicos, a la que la policía investiga por sus vínculos con el exdirector general de la concesionaria del tranvía, ha decidido en temas tan sensibles por ejemplo como la expulsión de los cargos socialistas que usaron las tarjetas black de Caja Madrid… Si imputan a Wilfredo, ¿qué les diremos?”, razona un alto cargo de Ferraz. Gómez eludió la petición de imputación al no acudir a la Junta de Gobierno de 2006 en la que se aprobó parte del sobreprecio. El todavía alcalde justificó su ausencia alegando que se encontraría en algún colegio cantando villancicos al ser Navidades.
En las elecciones europeas consiguió cuatro puntos menos que la media nacional del PSOE
Su marcha anima a un PSM en su momento más bajo y deja al PP sin su “principal activo político” a poco más de tres meses de las elecciones del 24 de mayo. En la primera planta de Génova, sede del PP de Madrid, y en el Ejecutivo de Ignacio González coinciden en lamentar su “pérdida” después de una legislatura calamitosa para el PP que, pese al recorte 4.000 millones de euros y fiascos como el de Eurovegas, no descarta volver a gobernar. Incluso en minoría, beneficiado por la fragmentación de la izquierda. “Que [Gómez] no se vaya, que no se vaya, que nos dure hasta las elecciones, o como poco hasta que se publiquen las listas de los partidos en el BOE y ya no tengan marcha atrás…”, cruzaba los dedos un consejero del Gobierno de González la semana pasada. “Dios aprieta pero no ahoga, como nos demuestra cada día con Tomás Gómez”, afirmaba otro peso pesado del PP. Y qué decir Esperanza Aguirre: “Tomás es de lo mejor que nos ha pasado”. Hasta que dejó de pasar.
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