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FOLK-ROCK | Manel
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Melancolía electrificada

El grupo catalán demuestra que la melancolía, el lirismo y la ternura también hacen buenas migas con la electricidad

Manel cantan en catalán y dicen cosas tan bellas y sustanciosas que merece mucho la pena el esfuerzo de no perderse los detalles. Pero, al margen de cuestiones lingüísticas, el cuarteto catalán plantea un repaso por lo mejor que el folk-rock anglosajón ha aportado durante casi medio siglo.

Su triunfo estatal, corroborado la noche del sábado ante 750 enfervorizados seguidores en las Naves del Español, permite extraer un par de conclusiones alentadoras. Primera: los recelos son solo cosas de la intolerancia, enfermedad crónica y devastadora, pero acotada. Y, más importante: desde la excelencia musical también se puede incitar a la compra de discos, ese hábito otrora codiciado y hoy casi exótico.

El mejor de los tres álbumes que ya han manufacturado los barceloneses no es el reciente Atletes, baixin de l'escenari, que repasaron de forma íntegra, pero sobre las tablas varios de sus títulos (Ai, Yoko, Imagina't un nen) mutan languidez por nervio y ganan en intensidad. La desaparición del ukelele y las secciones de metales o cuerdas constituye un recorte de prestaciones y, por eso mismo, una decisión discutible. Pero la relativa electrificación de la banda quizás resulte más acorde con estos tiempos en los que procede andar con el diente afilado.

El repertorio, en todo caso, sigue brillando a nivel altísimo e invitando a un ejercicio de melomanía ilustre. La espléndida Desapareixíem lentament nos sitúa junto al Dylan del 66, el arranque de Quin dia feia, amics evoca a First of the gang to die (Morrissey) y, del cancionero previo, La cançó del soldadet nos sigue sonando a The boxer mientras la sensacional Ai, Dolors comparte arpegios cristalinos con The Byrds. La melancolía, el lirismo y la ternura también hacen buenas migas con la electricidad. Y Guillem Gisbert consolida así su candidatura a mejor trovador agridulce al sur de los Pirineos.

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