"Voy a cumplir 50 y no he 'pegao' palo al agua"

Cuando uno queda a comer con Michael Robinson debe ir con la agenda libre. La sobremesa se extiende casi hasta la hora de cenar, enjuagada en regates, whiskys, anécdotas y gin tonics. El arte de la conversación es cosa seria para quien fue futbolista del Liverpool y Osasuna y que durante toda la Eurocopa presenta un programa especial en Canal +. "No sabría decir cuándo he sido más feliz, si jugando al fútbol o contándolo. Es como elegir si prefieres a tu hijo o a tu hija".

Y eso resulta imposible para un hombre de familia. Que veneraba a sus padres, junto a quienes se crió en un hotel propio a 50 pasos de la playa en Blackpool. "Con un mar lleno de mierda", recuerda, "pero suficiente arena para jugar". Al borde del agua daba patadas al balón. De aquellos toques al aire, salió un jugador que acabó ganando la Copa de Europa para el Liverpool. Reconoce que siempre fue un tipo con suerte: "Voy a cumplir 50 y no he pegao palo al agua".

El ex jugador del Liverpool advierte a España: "Ganar es cuestión de hábito"

Ya por entonces era un poco sibarita. Por eso sabe apreciar el cuscús caramelizado con foie y menta que le sirven de entrante y el cochinillo bien tostado que se zampa después. Pero hasta llegar a lo alto pasó por todo. "Me nombraron aprendiz de Bobby Charlton, que fue quien vino personalmente a buscarme a casa sin que lo pudiéramos creer". ¿Y qué hace un aprendiz? "Limpia las botas de su jugador, nunca le llama por su nombre de pila, lava la ropa, plancha. Es como una mili del fútbol".

Así se mama el oficio. No sólo jugando, sino respetando ciertas cosas. En el Liverpool, todo eso se vive. Se contagia rápido. Es el aire de Anfield. "Veo que Fernando Torres ha aprendido el pertenecer a un club como ése". Allí es otro Dios. "Ha entendido qué es jugar para esa gente. Llevar una camiseta que a mí me pesaba. Son esas cosas que a veces te hacen sentir tanta responsabilidad que te impiden ser feliz en el fútbol".

El Día de Reyes de 1987 cambió su vida. Fichó por Osasuna. Nació el Robinson español. "Fue el carbón que les cayó". Aprendió el idioma como todo un académico de los bajos fondos. Cum laude. Degustaba los tacos lo mismo que los espárragos: "¡Hostia puta! La verdura dejó de ser esa cosa con la que te castigaban". Pero antes le despistaron otras señales: "Yo buscaba Osasuna en el mapa y no existía". Cuando le dijeron que estaba en Pamplona, se atolondró. "¿Y cuándo llegamos a Osasuna?...".

En España, el fútbol era distinto. Más marrullero. Más sucio. "Los entrenadores nos pedían que nos tiráramos en el área. Y un inglés que ha sido campeón de Europa, no hace trampas". El campo también hablaba distinto. "Decían ayyy en vez de uuuh". Del país donde se quedaría conocía bien alguna cosa. "A Severiano Ballesteros. Era mi ídolo y el de todo el país: en mi barrio había dos perros que se llamaban Seve". Pero no todo era tan fantástico. El equipo era un desastre. Luchaba por la permanencia y entonaban un padre nuestro por pura tradición antes de jugar. "No entendía por qué. Cuando mi padre me llamó para preguntarme le dije: 'Para que te hagas una idea, papá. Tenemos que rezar antes de salir al campo".

Así aprendió algo que le preocupa sobre la selección española: "Que ganar y perder es cuestión de hábito". Ocurra lo que ocurra, tratará de contarlo dignamente estos días por la tele: "Entrar en el salón de una casa es algo serio. No puedes llegar con basura. ¿Otro whisky? Tienes tiempo, ¿no?".