Un escándalo de abusos sexuales sacude al Ejército de EE UU
17 soldados demandan a los últimos secretarios de Defensa por crear un clima de impunidad - Se dan unos 16.000 casos de violación o acoso al año
Durante un paseo en el Estado de Vermont (EE UU), en 2006, un compañero de la Guarda Costera violó a Panayiota Bertzikis, de 29 años, después de darle una paliza. Traumatizada, viendo que su agresor la seguía amenazando, ya que vivía en su mismo barracón, acudió nerviosa a su comandante buscando justicia. No esperaba la respuesta que le aguardaba: "Si vuelves a hablar de la violación, será a ti a quien demandemos, pero por difamación". El calvario de Panayiota no acabó con la violación. Aquello había sido solo el episodio inicial de un largo proceso en el que acabó colgando su uniforme y en el que necesitó tratamiento por un trastorno de estrés postraumático.
Panayiota y otros 16 soldados -15 mujeres y dos hombres- presentaron esta semana una demanda en el juzgado federal del distrito oriental de Virginia, en la zona metropolitana de Washington, contra los dos últimos secretarios de Defensa, los republicanos Robert Gates y Donald Rumsfeld, acusándoles de "fallos sistemáticos a la hora de impedir los casos de violación y acoso sexual". Todos sufrieron agresiones sexuales y vieron cómo sus comandantes protegieron, e incluso a veces ascendieron, a los agresores. Ahora piden que sea un organismo independiente, ajeno a la jerarquía castrense, el que investigue esos casos y juzgue a los violadores.
La mayoría de las víctimas termina colgando el uniforme
En 2009, último año del que hay datos oficiales, hubo 3.230 denuncias por acoso sexual en el ejército de EE UU, que tiene 1,47 millones de soldados en activo. El Pentágono estima que esa cifra representa solo el 20% del total, por lo que el número real de abusos entre las tropas sería de unos 16.100 casos al año. Cifra que ha ido en aumento desde 2007. La mayoría de soldados que se atreven a denunciar acaba pidiendo la baja, casi todos sufren estrés postraumático.
"Una violación ya es algo terrible. Si le añades la cultura de represión y silencio del ejército, es aún peor", explica Panayiota. Ella lo sabe bien. Todavía le cuesta hablar de cómo su violador quedó impune. De cómo su agresor vivió durante meses en la misma planta, en su mismo barracón. Su presencia le angustiaba. Cuando estaba de servicio apenas dormía, con la puerta de su dormitorio atrancada. Cuando tenía días libres huía de la base, dormía en moteles o en la calle. Un día su comandante la reunió con su agresor. Les dijo: "Superen sus diferencias, aprendan a trabajar juntos".
Con los años, Panayiota fue transferida a otra base, en Massachusetts. Las noticias de su violación le precedieron. Diversos compinches de su agresor la insultaban por los pasillos. "Mentirosa", le decían, "zorra". Un día un grupo de hombres la acorraló. Intentaron quitarle el uniforme, la insultaron, le dijeron que como hablara del incidente la violarían otra vez. La investigación oficial, mientras, seguía abierta. De hecho, sus comandantes la usaron como excusa para denegarle un ascenso que, por veteranía y méritos, ella consideraba que se merecía. Abandonó el uniforme para siempre en 2007 para fundar Military Rape Crisis Center, una organización de ayuda a los soldados víctimas de acoso sexual.
Anuradha Bhagwati, de 35 años, fue capitán en el cuerpo de Marines, lo dejó en 2007 después de presenciar impotente numerosos casos de agresión y violación escondidos por sus compañeros y superiores. "Los demandantes, en este caso, son solo una muestra de los miles de soldados agredidos sexualmente, de los que se ha abusado física y psicológicamente, a los que se ha torturado mientras defendían a su nación", explica. "Cuando estos demandantes trataron de hacer que sus agresores se responsabilizaran de sus actos, solo encontraron amenazas, represalias, venganzas".
"He visto, bajo mi mando, cómo algunos de los mejores soldados del país abandonaban el ejército después de vivir una verdadera persecución", añade. Para ellos, al trauma de haber sido violados se añade la vergüenza de ser acusados de mentirosos o traidores. "Se trata de una institución en la que el poder y el mando lo son todo, determinan cada decisión y movimiento. Los depredadores sexuales aprovechan esa estructura para perpetuar su abuso", explica Bhagwati, que tras abandonar a los Marines, dirige la organización Service Women?s Action Network, de ayuda a mujeres soldado.
Vejaciones sistemáticas sin castigo
- Kori Cioca, miembro de la Guarda Costera hasta 2007. Su agresor, un superior, la insultó y escupió. Allanó su casa y se masturbó frente a su cama. La violó en diciembre de 2005. Le demandó pero sus comandantes la obligaron a firmar un documento en que admitía que las relaciones habían sido consentidas. Sufre depresión y trastorno postraumático.
- Rebekah Havrilla, sargento del Ejército de Tierra hasta 2009. Un soldado la violó y lo fotografió. Buscó ayuda en otra base donde un capellán le dijo: "Seguramente era voluntad de Dios que fuera violada". Le aconsejó ir más a misa.
- Greg Jeloudov, soldado del Ejército de Tierra hasta 2009, fue violado por un superior. Al demandarlo, su comandante se burló, le obligó a firmar un documento en el que decía que era gay y le expulsó en virtud de la ley que (hasta 2010) prohibía a los gais servir abiertamente.
- Jessica Nicole Hinves, soldado de la Fuerza Aérea. En enero de 2009, un compañero la violó en su habitación. Le demandó pero los amigos de él comenzaron una campaña de acoso reiterado. Su comandante desestimó los cargos y premió al violador con un diploma por sus méritos como piloto. Hinves abandonará el Ejército el 23 de abril.
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