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Reportaje:

El bote se hunde

La crisis económica sentencia las propinas ø Trabajadores de sectores como la hostelería lamentan la pérdida del sobresueldo

Reyes Rincón
ALEJANDRO RUESGA / JAVIER BARBANCHO

Arturo Prieto lleva 29 años detrás de la barra de un bar de Sevilla de los que se llenan los sábados y domingos de aficionados a ver el fútbol en compañía. Pero la euforia desatada que se vivió allí el día de la final España-Alemania de la última Eurocopa no la había vivido antes. El partido tuvo su particular minuto de oro para el negocio: justo el siguiente al del gol de Torres. "La gente se volvió loca. No sé cuántas cañas pude poner". Y, lo mejor, él y sus dos empleados se repartieron esa noche 100 euros en propinas, lo mismo que normalmente sacan en 15 días. "Te pedían dos cervezas, pagaban con cinco euros y te dejaban el cambio". A euro la caña, algunos clientes pagaron más cara la propina que la consumición. "Después del partido empezaron con las copas largas y perdí la cuenta. La gente se olvidó de la hipoteca y hasta del médico", afirma Prieto.

"La gente coge todo el cambio. Te dejan el tique y el plato", dice un camarero
Los casinos son uno de los pocos sectores donde sobrevive la propina

Pasado el entusiasmo de la Eurocopa, los clientes han vuelto a su costumbre habitual: "Propinas, pocas", admite el camarero. El ministro de Economía, Pedro Solbes, vinculó en diciembre pasado la inflación a la falta de interiorización del euro entre los consumidores españoles y, para ilustrarlo, puso un ejemplo: "La gente se toma dos cafés y deja de propina un euro". Con un precio medio de 1,20 euros por café, si la relación establecida por el ministro fuera real, supondría una propina media del 41,5% sobre el valor total de la consumición (2,40 euros) y los españoles serían los clientes más generosos del mundo a la hora de agasajar a los profesionales que les sirven. A juzgar por la experiencia de camareros, taxistas y peluqueros consultados, nada que ver con la exigua realidad de sus botes. Salvo ese día, cada 44 años, en el que España gana la Eurocopa.

Los expertos y los profesionales de trabajos donde son habituales las propinas coinciden en que si el euro ha dejado alguna secuela en los botes ha sido a la baja. Y la crisis económica está acentuando esta tendencia. En opinión de José Luis Guerra, portavoz de la Federación Española de Hostelería, es cierto que la moneda única desconcertó a los consumidores y supuso "un punto de inflexión" para su sector. Esta confusión también afectó a las propinas: "Hubo un tiempo de paralización porque existía miedo de no llegar o de pasarse", explica Guerra. Pero si bien el consumo se fue normalizando a medida que los clientes perdieron el miedo al euro, "la merma en las propinas se consolidó". "Sobre todo en las consumiciones pequeñas, no se reinstauró la costumbre", afirma Guerra.

La propina nunca ha sido una tradición con especial arraigo entre los españoles, pero en tiempos de crisis, el desapego crece. Los empleados del bar Barbiana, en la calle Albareda de Sevilla, abren cada 15 días dos botes: el que guarda las propinas de los clientes de la barra y el del restaurante. Hasta hace cuatro o cinco meses, cada vez que hacían recuento se repartían entre los 12 camareros alrededor de 800 euros. "Ahora, no más de 400", asegura Raúl Caravaca, uno de los encargados del restaurante. "Se nota mucho la crisis, tanto en la propina como en que la gente se controla más pidiendo", apunta.

Si los españoles han recortado su consumo debido a la subida de precios, parece de sentido común que esta política de ahorro empiece por las propinas. Ana Martínez Pérez, profesora de Sociología del Consumo en la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid, encuentra una justificación lógica a esta conducta en el origen etimológico de la palabra propina, que procede del latín propinare: "Dar de beber". "Era el dinero que se les daba a los esclavos en Roma para que se lo gastaran bebiendo", recuerda Martínez, para quien no deja de ser curioso que los profesionales coincidan en que la crisis ha reducido sus propinas. "Si todos estamos recortando el gasto para ocio, consideramos que ellos también deben hacerlo. Lo que pasa es que nosotros nos negamos a recortar mucho el gasto para asueto. Entendemos que hay que conservar ese espacio para el ocio, por lo que al final lo primero que se elimina es ese dinero que se le daba a ellos", dice.

La profesora coordina un proyecto de consumo responsable a través de la Confederación Española de Asociaciones de Madres y Padres de Alumnos (Ceapa). Mediante juegos didácticos, enseñan a los padres a gestionar la economía familiar, diferenciar lo necesario de lo superfluo e inculcárselo a sus hijos. "Es importante educar en el consumo todos los días, haya crisis o no", explica Martínez. Hay que reservar dinero para la comida, para productos de primera necesidad, para la luz, el agua, la comunidad, el teléfono, Internet. Para el ocio, también. Pero en esos cálculos nunca hay una reserva para la propina. "Cuando viajas o viene gente de fuera siempre se hace el cálculo. Aquí lo improvisamos. Dejas algo más si conoces al camarero y para fidelizarte como cliente bien atendido. Si no vas a volver, a lo mejor te haces más el tonto".

Los camareros de la taberna El 10, en Sevilla, tienen una apreciación muy parecida a la de la profesora respecto a la actitud de los clientes ante la propina. "En el comedor sólo 1 de cada 10 mesas te deja algo. Y no más de dos o tres euros. Los clientes fijos son los que siempre dejan", explica uno de los camareros. Otros dos empleados, que le acompañan detrás de la barra a mediodía de un jueves de julio, asienten. Entre los tres, hilan una gráfica descripción de los efectos de la crisis en sus propinas. "Se ha notado mucho", afirma uno. "La gente paga el desayuno con céntimos. Pero con monedas de 1 y 2. Y si le tienes que dar algo de cambio, lo cogen todo. Tenemos en la máquina dos cajones llenos de monedas de 1 y 2 céntimos, el cobre que antes no quería nadie". Ellos abren el bote una vez por semana. Aseguran que hasta hace unos meses, cada trabajador se llevaba "treinta y tantos euros" tras el reparto. Ahora, afirman, no llegan "ni a los 20". "Y habiendo reducido el personal de 11 a 8 camareros", advierten. Al mediodía y por la noche, la clientela es algo más espléndida, pero la generosidad va a menos en los últimos meses. Los camareros reconocen que ya hasta buscan "trucos" para intentar que caiga algo, pero con escaso éxito. "Si le tienes que devolver a un cliente 1,10, le das una moneda de un euro y dos de cinco céntimos, a ver si te las dejan. Pero se las llevan. Te quedas con el tique y el plato".

En los taxis, la situación no es más halagüeña. "Si le tienes que devolver cinco céntimos, los esperan", apunta un taxista que aguarda a que le llegue el turno en la parada de un centro comercial. "Hay crisis, pero la gente sigue comprando. Yo ahora en rebajas llevo a todos cargados de bolsas". ¿Entonces por qué no dejan propinas? "Por algún sitio habrá que recortar. Yo también espero los céntimos de la vuelta del pan", reconoce.

Uno de los pocos sectores donde la crisis no ha acabado con las propinas es el de los casinos y salas de juego. "Ahí puede más la superstición", apunta Miguel Ángel Rodríguez, secretario federal del sector del Juego de UGT. "Si el jugador suele dejar, por superstición sigue dejando, no sea que pierda". Según el informe anual del Juego de 2006, el último publicado por el Ministerio del Interior, los 39 casinos españoles ingresaron ese año 549,79 millones de euros, de los que 71,38 millones llegaron en concepto de propinas. Con todo, supone un 5,98% menos que el año anterior, a pesar de que los ingresos totales de los casinos crecieron un 0,55% en 2006 (de 549,88 a 552,91 millones).

Claro que de esa cifra millonaria de propinas, los empleados se quedaron sólo una parte. El sector del juego es el único en el que las propinas están reguladas y el reparto suele quedar pactado en los convenios colectivos. "Lo normal es que los trabajadores se queden con el treinta y pico por ciento y la empresa con el resto", explica el representante sindical.

Los sindicatos no se muestran excesivamente preocupados por el descenso general de las propinas, porque en España, al contrario de lo que ocurre en otros países, como Estados Unidos, éstas representan una proporción muy pequeña de los ingresos globales del trabajador. "Es imposible concretar cifras porque depende mucho del lugar de trabajo, pero no conozco a nadie en España que viva de las propinas", asegura Fernando Medina, portavoz de la federación de Comercio y Hostelería de CC OO.

"Hay más propinas por la noche"

- Miguel Gago, camarero. El dueño de La Taberna grita "¡Bote!" y toca una campana cuando alguien deja propina. "Últimamente, pocas veces", reconoce. En este bar de Sevilla el bote es un cubo de latón que se vacía tres veces al año: antes de Navidad, de Semana Santa y en septiembre. Después del último reparto, los tres camareros se dividieron 300 euros. No han hecho recuento desde que empezó la crisis, aunque notan que las propinas han caído. De todas formas, varía según el tramo del día. "Los desayunos no dejan propinas", apunta Gago. A mediodía, algo, pero poco. "Por la noche, más. La gente está relajada, más contenta". Los mayores beneficios salen de las reuniones que pagan a escote y redondean la cuenta o de clientes que quieren quedar bien delante de otros. "Una persona sola es raro que deje bote, pero cuando quiere aparentar delante de los amigos, deja el taco".

"Los jóvenes arrasan con todo el cambio"

- Antonio Fito, taxista. Lleva 10 años al volante de su taxi y sostiene que la caída de las propinas no es sólo producto de la crisis. Aunque con ésta se ha consolidado. "Hay menos trabajo y el que hay deja menos bote", asegura. Trabaja en jornada de 12 horas y raro es el día que saca más de cuatro o cinco euros en propinas. Los jóvenes son los más tacaños. "Tienen lo justo y arrasan con todo el cambio". Los extranjeros, "más, pero sin exagerar". "Saben que en España no se deja mucho". "Son mejores los clientes que están trabajando, piden factura para la empresa y te dejan el piquillo de la vuelta", afirma.

"Con la propina pago el préstamo del coche"

- David Ould, mozo de maletas en un hotel. Este mauritano de 30 años se reconoce afortunado. Estrenó empleo hace dos meses, a las puertas de la crisis, y se ha encontrado con un aumento de ingresos. En el hotel en el que trabajaba antes los mejores días sacaba 10 euros extra. En el actual, el Petit Palace Marqués Santa Ana, hay días que triplica esa cifra. De media, 220 euros al mes que se suman a los 900 de su nómina. "La propina la guardo y con eso pago el préstamo del coche. Antes tenía que poner dinero del sueldo para eso", cuenta. "En mi país, lo que yo tengo en propinas es un sueldo entero. Si esto es la crisis, yo quiero más crisis".

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Sobre la firma

Reyes Rincón
Redactora que cubre la información del Tribunal Supremo, el CGPJ y otras áreas de la justicia. Ha desarrollado la mayor parte de su carrera en EL PAÍS, donde ha sido redactora de información local en Sevilla, corresponsal en Granada y se ha ocupado de diversas carteras sociales. Es licenciada en Periodismo y Máster de Periodismo de EL PAÍS.

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