¿Vetados por dignidad? ¿O por estética?
La prohibición del hombre anuncio en Madrid desata el debate sobre la regulación del trabajo decente - ¿Es menos digno ir con un cartel que llevar un uniforme plagado de publicidad?
La prohibición del hombre anuncio en las calles de Madrid por razones de dignidad ha encendido un debate sobre los límites de la regulación: ¿es posible definir la decencia a golpe de ordenanza? ¿Se veta sólo al hombre, muchas veces inmigrante, que camina con un cartel sobre los hombros, o también campañas más sorprendentes de firmas destacadas que buscan clientes con actores/anunciantes? ¿El objeto es defender a un hombre en pose "vejatoria", en palabras de Alberto Ruiz Gallardón? ¿O es por estética de la ciudad?
Valencia se adelantó y prohibió esta actividad en 2000
"Peor es no tener para comer", dice un joven venezolano
Savater: "Me parece más denigrante que un señor viva de especular en Bolsa"
Un publicista no entiende por qué se admite el "Bwin" en el pecho de Raúl
En Madrid la profesión de hombre anuncio ha sido condenada con una sola frase: "Se prohíbe la utilización de personas como soporte publicitario". La nueva ordenanza de publicidad exterior del Ayuntamiento de la capital veta así este trabajo que el alcalde Gallardón ha considerado "denigrante". Pero, ¿es más vejatorio pasearse por la calle con un cartel publicitario adosado al cuerpo que llevar un vestido tirolés y promocionar los quesos suizos en una tienda? ¿Qué baremos se utilizan para medir la dignidad de un trabajo?
Madrid. Viernes. 13 horas. Tres prostitutas charlan en mitad de la calle Montera. Están sentadas en los bolardos de la acera y charlan mientras esperan a algún cliente. De momento no hay ninguno a la vista. A menos de un metro de ellas, aguarda un coche de policía, aparcado en la acera. Las chicas ni siquiera lo miran. Más abajo, un joven senegalés se pasea por la Puerta del Sol con el cartel de una tienda de ropa adosado al cuerpo. Lleva ocho meses trabajando y no considera el empleo indigno. "Es un trabajo... De algo hay que vivir", dice. Sin embargo, si sale adelante la ordenanza del Ayuntamiento de Madrid, este hombre anuncio perderá su trabajo.
La norma, que también prohíbe el reparto de octavillas de publicidad en las calles o regula los carteles luminosos, deberá ahora someterse a un periodo de alegaciones y ser aprobado después por el pleno municipal. El Ayuntamiento prevé que entre en vigor a comienzos de 2009, pero mientras tanto ha despertado un aluvión de críticas. Sindicatos de trabajadores como Comisiones Obreras (CC OO) definen la medida como "ridícula". Otros sostienen que sería mejor regular esta profesión que prohibirla y achacan la norma más a criterios estéticos que de justicia social. "¿No es más denigrante el trabajo de una prostituta que está siendo obligada a vender su cuerpo?", se pregunta Paco Naranjo, portavoz de CC OO Madrid.
Hoy, el joven senegalés, el hombre anuncio, recibe muchas más miradas de las normales. Las palabras de Gallardón le están dando una publicidad no solicitada. Agacha la cabeza y sonríe levemente ante las preguntas. No quiere dar su nombre. "Encima ahora que hay crisis y nos vamos a quedar sin trabajo", dice con un leve acento. Sus paseos y los de otros soportes publicitarios andantes como él se han convertido en normales para los madrileños. La imagen de un hombre con el cartel de "Compro oro" -uno de los más antiguos- colgado ya se ha convertido en tradicional para muchos. Pero los mensajes son variados. "Somos unas ocho personas por la zona centro", cuenta un joven venezolano con un letrero que anuncia la compra de joyas y metales preciosos. Está molesto con el revuelo que se le ha dado la noticia. "Si esto fuera denigrante no lo haría. Peor es no tener trabajo. No tener para comer", dice. Gana menos de 40 euros diarios por ocho horas de trabajo.
"¿Quién decide sobre la dignidad de un trabajo? ¿El político o el cura de turno? ¿Quién dibuja esa frontera?", critica el sociólogo Enrique Gil Calvo. "Es el propio sujeto el que debe decidirlo. Todo adulto que es libre de coacción tiene derecho, excepto a renunciar a su libertad, a todo lo que considere que está en su interés o su derecho", sostiene. No comprende la nueva regulación del Ayuntamiento. Tampoco las palabras del alcalde Gallardón. "Me parece que es inadmisible que unos políticos presuntamente liberales como los del Partido Popular se dediquen a ejercer esta clase de censura", dice.
Pero la Organización Internacional del Trabajo (OIT) sí tiene claro qué es un trabajo digno. Este organismo explica en uno de sus convenios las características que debe cumplir un trabajo para ser considerado "decente". "Un trabajo debe estar remunerado correctamente para que el trabajador viva dignamente. No puede entrañar riesgo para la salud del trabajador. Debe estar protegido por la seguridad social. Debe tener unas perspectivas de carrera. Debe permitir al trabajador organizar su vida. No puede discriminar a hombres y mujeres", dicen.
La OIT, sin embargo, no entra a valorar la dignidad o no de ninguna profesión. Sólo prohíbe cosas como el trabajo infantil o el trabajo forzado. "Ese concepto de trabajo decente fue aprobado de manera tripartita por gobiernos, empresas y trabajadores", explica desde la sede de la OIT en Ginebra Luc Demaret, responsable del Departamento de Actividad para los Trabajadores.
"No podemos juzgar la dignidad de una determinada profesión. Sólo sobre si cumplen los criterios de trabajo decente", dice Demaret, que apunta uno de los artículos principales de la Constitución de esta organización, a punto de cumplir 90 años: "Es normal que el hombre tenga derecho a ganarse la vida". En este caso en particular, como en todos, la OIT aconseja reglamentar la profesión con las opiniones de las tres partes: Gobierno, empresas y trabajadores.
El joven senegalés que trabaja en Madrid como hombre anuncio está de acuerdo con las palabras de Demaret. También con la que, sin saberlo, es la definición sobre lo que es o no "trabajo decente". "Todos querríamos ganar más o tener otros trabajos más bonitos, pero a veces no estamos en situación de elegir", dice. Unas horas antes a este comentario la delegada de Medio Ambiente, Ana Botella, responsable de la concejalía autora de la reglamentación, defendía las palabras de Gallardón y se sorprendía de que el tema de los hombres anuncios tuvieran tanta trascendencia "con todo lo que está ocurriendo" en España.
Algo con lo que Paco Naranjo, portavoz de Comisiones Obreras de Madrid, no está de acuerdo. Tampoco lo está con el apartado de la nueva ordenanza municipal que atañe a los hombres anuncio. Pero el caso de Madrid, aunque raro en España, no es único. El Ayuntamiento de Valencia prohíbe la publicidad "que utilice la persona humana con la única finalidad de ser soporte material del mensaje o instrumento para captar la atención". Una restricción que está en vigor desde 2000, según el equipo municipal de Gobierno. Pero el de Valencia -al que se sumará Madrid si sale adelante la normativa- no es un ejemplo que abunde. En Barcelona, por ejemplo, la publicidad andante no está regulada. Tampoco hay una normativa específica en las tres capitales vascas (Bilbao, Vitoria y San Sebastián). En estas ciudades las ordenanzas regulan exclusivamente las vallas y carteles en la vía pública.
También Andalucía carece de una regulación. Desde la gerencia de urbanismo del Ayuntamiento de Sevilla explican que no existe una ordenanza específica referente a los hombres anuncio porque este fenómeno no existe en la capital andaluza. En las calles sevillanas, según el consistorio, no se encuentran personas que sirvan de soportes publicitarios. Tampoco en el resto de Andalucía. Salvo, dicen, en algunas ferias taurinas.
"Con la cantidad de cosas que hay que hacer, el Ayuntamiento de Madrid se dedica a estas. Tendría que regularse y no prohibirse. Los hombres anuncio no hacen daño a nadie. Si se prohíben tendrían que prohibir también la publicidad que llevan los jugadores de fútbol u otros deportistas", sostiene. "¿No será que esa publicidad no la puede cobrar como hace con las vallas u otros soportes?", apunta Naranjo que define la medida como una forma de "matar moscas a cañonazos".
Pero el debate sobre la dignidad o no de determinadas profesiones ya está abierto. El joven hombre anuncio senegalés cuenta que él ejerce su trabajo voluntariamente. Sin embargo, las tres chicas que se prostituyen junto a un coche de la policía en la calle Montera no quieren hablar. Un hombre las mira desde la acera de enfrente. El 90% de las prostitutas en España son extranjeras y apenas el 5% dice ejercer su trabajo voluntariamente, según datos del Ministerio de Igualdad. Además, ocho de cada diez de estas mujeres han sido forzadas o víctimas de la trata de personas.
"Es difícil establecer los baremos de cuál es denigrante y cuál no", opina el filósofo Fernando Savater. "Si la persona ha escogido voluntariamente su profesión, no entiendo por qué tiene que venir alguien desde fuera a valorar si es indigno o no. Quizá un señor que vive a base de especular con la Bolsa me puede parecer mucho más denigrante que alguien que se cuelga un cartel al cuello para publicitar una tienda. Todo el que salga a un campo de fútbol con una camiseta publicitaria cobrando millones también es indigno. Parece que el baremo de la dignidad entonces es económico. Pues que me digan qué tiene de digno para un joven licenciado trabajar explotado por 300 euros al mes. La medida es una forma vana de moralina", dice.
Pero los millones de los jugadores de fútbol no peligran todavía en los campos madrileños. Sí lo hace el trabajo de quienes se dedican al street marketing, performances callejeros o nuevas fórmulas de publicidad que tienen a la persona como soporte. La frase en la reglamentación es vaga. ¿Se incluyen también los actores que disfrazados de personajes de películas se dedican a promocionarlas por las calles?
Para Carlos Rubio, presidente de la Asociación Española de Agencias de Publicidad la profesión de hombre anuncio no es denigrante. "No afecta a la dignidad de la persona, hay personas que se ganan un sueldo con eso. El mismo Ayuntamiento hace promociones en la calle o en el metro con mimos o actores. Cada vez se utiliza más ese tipo de interacción en la publicidad", dice, y recuerda que esta práctica ya fue prohibida por el Estatuto General de Publicidad (la anterior ley que regulaba el sector). Sí se muestra de acuerdo, sin embargo, con la prohibición de repartir octavillas en las calles. "Eso sí que afea la imagen de una ciudad, e impedirlo parece ser el objeto de la normativa, los hombres anuncio no influyen para nada en eso", argumenta. Rubio, como muchos otros, se decanta por regular la profesión de hombre anuncio en lugar de prohibirlo.
Juan Nonzioli, director creativo y fundador de la agencia Shackleton, no ve ninguna diferencia entre un hombre-anuncio que se pasee con un cartel y Raúl promocionando la casa de apuestas Bwin en su camiseta, porque "ambos utilizan su cuerpo como soporte", aunque en el primero de los casos se trata de un tipo de publicidad "muy elemental, básica y precaria".
Pero, con todo, admite que nunca hubiera pensado "que fuera vejatoria hasta el punto de prohibirla" y mucho menos que pudiera ser considerada falta muy grave. Para Nonzioli, la publicidad vejatoria "no tiene que ver con el soporte sino con el contenido". Por eso considera que la Administración debería preocuparse más por estereotipos que a menudo fija la publicidad, como la utilización de la mujer en la cocina. "Ahí es donde deberían intervenir los gobiernos".
Con información de Juan Gómez, Walter Oppenheimer, Cristina Vázquez y Lidia Jiménez.
La tradición de los 'sandwich boards'
- Londres. El Ayuntamiento de Westminster, en el centro de Londres, se ha adelantado por unos pocos meses al alcalde Gallardón. Pese a que los hombres anuncio, conocidos como sandwich boards, tienen una larga tradición que se remonta a principios del siglo XIX, las autoridades de Westminster han prohibido esta actividad desde el pasado 11 de agosto, alegando que estos anuncios son en general muy feos, desmerecen algunas de las zonas más turísticas de la capital británica y a menudo dificultan el tránsito de los peatones en áreas de alta concentración humana en calles comerciales. Los infractores deberán pagar multas de hasta 2.500 libras (3.450 euros). Las tiendas de informática, la reventa de entradas de deportes y espectáculos y cafés y restaurantes baratos son los principales usuarios de este sistema publicitario, por el que pagan entre 5,5 y 8 euros la hora a los hombres anuncio.
- En la frente. El caso extremo de hombre anuncio fue el de Andrew Fischer, un veinteañero de Omaha (Nebraska). En 2005, el joven subastó en eBay su frente como soporte publicitario. Recibió 39 pujas. La mayor de ellas le ofrecía 322 dólares (unos 240 euros) a cambio de que llevara un mensaje publicitario escrito en su frente durante 30 días.
- Berlín. No es del todo raro ver por las zonas turísticas y comerciales de Berlín a personas disfrazadas que reparten propaganda de locales o tiendas y los promocionan con carteles ambulantes. En principio, la actividad de los hombres anuncio está sujeta a la regulación de los distritos, que conceden licencias para las actividades comerciales en las calles. En la práctica, según reconocía un funcionario del distrito de Charlottenburg, "que se vea este tipo de propaganda no quiere decir que todos cuenten con permisos".
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