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El Supremo de Estados Unidos obliga a Bush a legislar sobre las emisiones de CO2

El Gobierno no ha frenado los gases causados por los coches, a pesar de estar obligado por ley

Yolanda Monge

En un duro revés para la casi inexistente política medioambiental del presidente, el Tribunal Supremo de Estados Unidos dictaminó ayer contra George Bush en el caso del calentamiento global. Aunque ajustada, cinco votos contra cuatro, la decisión de la máxima corte ordena a la Administración republicana que regule sobre la emisión de dióxido de carbono, responsables para la mayor parte de la comunidad científica de ser los responsables del calentamiento del planeta. EE UU no ha ratificado el Protocolo de Kioto y emite el 27% de los gases de efecto invernadero del mundo.

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Hasta ahora, la gubernamental Agencia de Protección Medioambiental (EPA, siglas en inglés) había dado excusas vagas -no interferir en la política exterior del presidente era una de ellas- para no regular la emisión de gases por motores, lo que chocaba con la llamada Ley para un Aire Limpio (Clean Air Act), que exigía lo contrario. La EPA dejó correr el asunto alegando que "la ciencia del cambio climático es algo fundamentalmente incierto". Pero los magistrados aseguran en las 66 páginas del fallo que la EPA "no ha ofrecido una explicación razonada" para su negativa a regular el dióxido de carbono y otras emisiones provenientes de coches y camiones que están contribuyendo al cambio del clima, y le conmina a hacerlo.

La sentencia se encuadra dentro de uno de los casos más importantes sobre medioambiente que han llegado al Tribunal Supremo y supone la primera decisión de la máxima corte referente al calentamiento global. Y es que Estados Unidos es el mayor productor de CO2 del planeta, con más 7.000 millones de toneladas, y es el responsable del 27% de las emisiones del mundo. La contaminación de los coches representa cerca del 20% de las emisiones de CO2

que se producen en EE UU.

Los gases de efecto invernadero son contaminantes según la ley medioambiental, establece el juez John Paul Stevens, al frente de la mayoría liberal -Stephen Breyer, Ruth Ginsburg, David Souter y el oscilante Anthony Kennedy-. Pero cuatro jueces conservadores -el presidente John Roberts, Samuel Alito, Antonin Scalia y Clarence Thomas- disintieron.

Corría agosto del año pasado cuando el caso que ayer celebraba la comunidad científica llegó al Supremo. Dieciocho científicos estadounidenses, entre ellos dos premios Nobel -Mario Molina y Sherwood Rowland-, presentaban un informe en la máxima corte requiriendo a la Agencia de Protección Medioambiental que reconsiderase si el Gobierno de Bush debería regular los gases emitidos por camiones y coches.

El grupo de reputados científicos ha sido el primero en acudir a la Corte, basándose en los avances científicos que apuntan a una mayor responsabilidad del ser humano en el cambio del clima. "Nos sorprendía observar cómo era evidente que el cambio climático lo han forzado personas, en forma de temperaturas que aumentan en todo el globo, cambios en la población de animales y la desaparición de los glaciares del océano Ártico, y el Gobierno no hacía nada", explicaba ayer en conversación telefónica desde Seattle, David Battisti, profesor de Ciencias Atmosféricas en la Universidad de Washington y uno de los querellantes".

Desde el pasado agosto ha sido mucho lo que ha cambiado a la hora de hacer política sobre cambio climático. El pasado noviembre los demócratas se hacían cargo del Congreso. En febrero, el último informe del Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático de la ONU aseguraba que, con un 90% de certeza científica, los seres humanos eran la principal causa del calentamiento de la tierra desde 1950. Ambos hechos han convertido el candente tema del cambio climático en un campo de batalla en la vida política norteamericana.

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Sobre la firma

Yolanda Monge
Desde 1998, ha contado para EL PAÍS, desde la redacción de Internacional en Madrid o sobre el terreno como enviada especial, algunos de los acontecimientos que fueron primera plana en el mundo, ya fuera la guerra de los Balcanes o la invasión norteamericana de Irak, entre otros. En la actualidad, es corresponsal en Washington.

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