Nadie creyó a Rafaela
El juez y la familia de la asesinada por su ex pareja en Granada no tomaron en serio la denuncia de la víctima - La mujer murió tras un juicio por maltrato
A Rafaela Rueda nadie la creía. Más de una vez había contado a su familia que su pareja, Juan Heredia, le había agredido o amenazado de muerte, pero no la tomaron en serio. "Siempre se les veía abrazados. No importaba la diferencia de edad entre ellos. Parecían contentos", admite Caridad Jiménez, tía de la víctima. Tampoco le hicieron caso cuando Rafaela denunció a Heredia. "Me sorprendió mucho, yo no la creí", insiste la mujer.
No le creyó tampoco el juez de lo Penal 6 de Granada, Ernesto Carlos Manzano, en el juicio celebrado el pasado 21 de junio. El relato de la agresión y las supuestas amenazas le parecieron un relato demasiado "parco" y, ante la falta de otras pruebas contundentes, absolvió al acusado. El 1 de julio, 10 días después del juicio, Heredia mató a golpes de azada a Rafaela tras toparse con ella en una calle de Pinos Puente (Granada, 13.500 habitantes).
"El que más y el que menos tiene cargo de conciencia", dice una tía de la fallecida
La historia de esta mujer de 42 años y su presunto asesino, de 67, comenzó hace seis años durante las fiestas del pueblo. Ella no hacía mucho que se había quedado viuda y él se había separado de su mujer. Al igual que sus hermanos, Rafaela padecía una enfermedad genética en los ojos que le impedía ver bien. Vendía cupones, aunque era su madre la que más se dedicaba a la tarea y ella salía poco de casa desde que murió el marido, según cuentan sus vecinos de la Barriada de Las Flores.
Juan Heredia es un hombre de campo, padre de cinco hijos. Su matrimonio se había deteriorado y la pareja no superó la muerte de uno de los hijos. Pero su familia asegura que seguía llevándose bien con su ex mujer y que "nunca le puso la mano encima". Encarna, la anterior esposa del ahora presunto homicida, a la que en Pinos Puente se conoce como La Colomera, se marchó del pueblo después del crimen y está "muy afectada" por lo ocurrido, cuenta una prima de la mujer.
La relación de Rafaela y Juan se fue consolidando y ella se trasladó a la casa de él, donde convivieron durante unos años. La vida les fue bien hasta que, según Yolanda Heredia, una de las hijas de Juan, la mujer decidió que quería tener un hijo. "Ella insistía en tener un niño, pero mi padre decía que se sentía muy mayor para eso. Tenía cerca de 70 años y no le parecía bien traer otra criatura al mundo. Ella no lo asumió y empezó a hacerle la vida muy difícil. Desde entonces no volvieron a estar bien".
Rafaela y el que fue su marido fueron padres cuatro veces, pero la Junta de Andalucía le retiró la custodia en todos los casos porque la pareja no podía hacerse cargo de los niños. La familia cuenta que el padre tenía problemas de drogadicción y que maltrataba a Rafaela. La mujer, una vez rehecha su vida, quería tener un hijo con Heredia. Este desencuentro, según la familia de él, terminó por hundir a la pareja. Los hijos de Juan aseguran que "se sintió maltratado" y la denunció. Le pidió que abandonara la casa, pero ella se resistía. "Ellos lo hablaron y al final mi padre retiró la denuncia", cuenta Yolanda Heredia. Trece días después, el pasado 1 de junio, fue Rafaela la que puso una denuncia contra él. "Lo detuvieron y lo echaron de su casa", recuerda la hija. "Se tuvo que venir a vivir con nosotros y estaba hundido, muy deprimido. No podía entender cómo le habían echado a él".
A partir de entonces, según sus hijos, lo único que hacía Juan era "ir al huerto y lamentarse". "Mi padre trabajó toda su vida para sacarnos adelante. ¿Cómo una persona normal se ha convertido en un asesino?", pregunta la hija del presunto homicida, que afirma lamentar "mucho" la muerte de Rafaela y pide que haya "más protección" para las mujeres maltratadas.
La versión de los hijos del presunto asesino se entrecruza con la de la familia de la víctima. Caridad Jiménez, su tía, reconoce que Rafaela le había contado alguna vez que Juan le había amenazado de muerte, pero no la creyó. "Era muy buena persona, pero embustera", advierte Caridad para justificar su escepticismo. "Me dijo una vez que él le había sacado una escopeta por todo el pueblo. También que se compraba tal o cual cosa y nunca era verdad", añade.
El día del crimen, Caridad estaba sacando dinero del banco cuando le abordó su sobrina. "Toma las llaves de mi piso porque si mañana no estoy por aquí es porque me han matado", le dijo. "Yo no le di importancia. Después me enteré de todo y no podía creérmelo", admite la mujer, que prefiere, como casi todos en el pueblo, "no hablar demasiado" de lo que pasó. "Aquí el que más y el que menos tiene cargo de conciencia. Imagínate yo, que no hice nada por protegerla y que no la creí".
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