¿Hace falta flagelarse tanto?
Tras la euforia económica, la recesión debilita la confianza y cunde el descrédito de las instituciones - España no debe renegar de lo logrado: no todo fue burbuja en los últimos años
Si se le pide a Josep Piqué que recuerde su época como ministro de Asuntos Exteriores, entre 2000 y 2002, reconoce que tuvo la suerte de vivir un momento dulce: "España era un caso de éxito económico, se nos percibía como un país muy dinámico, con grandes empresas y un peso político creciente. Eso generó confianza en nosotros mismos y autoestima, algo que ha ido construyéndose a lo largo de décadas".
Cuando los españoles se sientan en el diván, sale a relucir la factura moral de la ahora tan reconocida burbuja económica: una aguda incertidumbre y una desconfianza creciente en las instituciones, según economistas y sociólogos. Cunde cierto temor a que lo andado en las últimas décadas se esfume y la necesidad de convencer a los mercados de que no todo fue un acceso de euforia.
Los políticos son el tercer problema de España, según la encuesta del CIS
Los españoles figuran entre los más pesimistas de Europa
Villaverde: "Si pasamos la crisis como un país serio, nos graduamos"
"No toda esta prosperidad fue parte de la fiesta", recalca Josep Piqué
España entra en el último tramo del siglo XX en el selecto club de las democracias y las economías de mercado prósperas. Ficha por el mercado común europeo y comparte moneda con los mismísimos alemanes. La tasa de titulación universitaria crece del 24% al 33% entre 1995 y 2006. La renta per cápita se duplica en el mismo periodo. Desde 1994 hubo crecimiento medio económico ininterrumpido del 3,5% durante 14 años. Las grandes empresas de servicios españolas se privatizan y acaban por colarse entre las mayores del mundo. El cuento se adereza con que la simbólica presencia de españoles en la lista mundial de grandes fortunas que elabora Forbes se multiplicó en 2007 al calor del ladrillo.
Al año siguiente, muchos se esfumaron, claro. Y buena parte de esta riqueza, también.
"La Arcadia feliz se está poniendo ahora en cuestión por la crisis. La prensa anglosajona determinó al comenzar lo más duro del declive en España: The party is over (La fiesta terminó), pero yo en eso no estoy de acuerdo. Este país tiene muchísimas capacidades, cuenta con multinacionales punteras, no toda aquella prosperidad formó parte de una fiesta", añade Piqué.
Los canapés escasean, hay poco ánimo para el baile y la gente mira a la orquesta con recelo: los españoles forman parte del grupo de los europeos más pesimistas sobre su futuro laboral, solo superados por Rumania, Bulgaria y Grecia, según los datos del último Eurobarómetro. Una tercera parte de los ciudadanos tiene poca o ninguna confianza en mantener su empleo en los próximos 12 meses y el 66% teme que cuando se jubile su pensión no sea suficiente para llevar un nivel de vida digno. Y la encuesta del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) revela que la clase política se percibe como lastre y no como solución: tras el paro y la crisis, la clase política ya es el tercer problema de los ciudadanos. La mayoría ve mala o muy mala la situación económica y política y cree que dentro de un año será peor.
Una verdadera "depre colectiva", por utilizar unas palabras recientes de Felipe González. El ex presidente arengó a su partido el pasado 10 de junio, con motivo del centenario del Grupo Parlamentario Socialista: "Recuerden que cuando ganamos las elecciones en el 82 teníamos 4.500 dólares per cápita y ahora tenemos 34.500 y todavía a día de hoy, con el golpe de la crisis, algo que no me gusta decir, lo recordaré, tenemos un PIB un poquito superior a Italia, ¿quién nos lo hubiera dicho? Por tanto, estamos mal, pero es mucho peor que estar mal tirar piedras contra nuestro propio tejado como hace permanentemente la oposición, como hace irresponsablemente el PP, están peor otros países pero no se autoflagelan".
Los expertos consultados sí creen que en otros países sufren también la incertidumbre. Propensos o no a la flagelación, nadie vislumbra la salida de la crisis. "No veo derrotismo en la sociedad, lo que veo es que falta un guionista, un guión que explique la historia y fundamente que la mayor parte de este progreso ha sido real, que no todo ha sido una burbuja. Hay una pregunta ansiosa: si este progreso no habrá sido un fuego de artificio", reflexiona Antón Costas, catedrático de Política Económica de la Universidad de Barcelona.
Para Emilio Ontiveros, presidente de Analistas Financieros Internacionales (AFI) y catedrático de la Universidad Autónoma de Madrid (UAM), "lo que se ha deteriorado -y es muy importante- es la confianza de las instituciones: el Estado, las instituciones políticas, las jurídicas... Incluso la Iglesia, si me apura", ya que otros problemas, como los casos de corrupción, se han añadido a la crisis para minar la confianza en el sistema. "Hay una percepción de debilidad y esto es muy importante porque la confianza de la gente es lo que forma ese capital social que mueve la economía", añade.
José María Maravall, jurista, sociólogo y ministro de Educación en los ochenta, en cambio, quita hierro a la desconfianza cuando echa la vista atrás. "No hay que olvidar que el periodo de más confianza, del 86 al 92, fue también el periodo en que hubo una huelga general y la época de las deudas sociales. Después del ajuste se hablaba de pagar una deuda social". Esta crisis, admite, es más profunda que la recesión de los noventa. "Pero no veo un problema de falta de confianza interna. El cambio es que ahora, por primera vez, el futuro se ve peor, pero eso también ocurrió en otros países como Estados Unidos", añade.
A José Ramón Huidobro le cuesta ser optimista. Además de autor de poesías, Huidobro trabajaba hasta diciembre en el servicio de tierra para la malograda compañía aérea Air Comet, que pertenecía al presidente de la CEOE, Gerardo Díaz Ferrán, y al vicepresidente de la patronal, Gonzalo Pascual. Los socios solicitaron el concurso de acreedores (la antigua suspensión de pagos) para el grueso de sus negocios y, acto seguido, los traspasaron a un inversor que gestiona las quiebras de empresas.
"¿Cómo no se va a desmoralizar la gente? Todo esto es desmoralizante. Dicen que Díaz Ferrán se sorprende de que le abucheemos por la calle y después de lo que ha ocurrido se ha hecho fuerte en la patronal, sigue hablando del mercado laboral...", explica Huidobro, quien no ha visto a ningún actor demasiado acertado en la gran historia de la crisis. "Los sindicatos no han estado a la altura, y el Gobierno... Pues es indicativo que nosotros, por ejemplo, no nos fuéramos a protestar por nuestra crisis al Ministerio de Trabajo ni una vez".
Cuando estalló el vertido de BP ante las costas del golfo de México, un enfadado Barack Obama recalcó que quería enterarse bien y rápido de a quién había que dar "una patada en el trasero" como responsable del desastre. En el caso de los perjudicados de esta crisis, la clase trabajadora, los traseros responsables se multiplican. "Todos hemos hecho cosas mal colectivamente", admite Josep Piqué, quien destaca el problema del desapego hacia la política. Para Ontiveros, "probablemente la gente se debería enfadar con todas las instituciones, las públicas y privadas, las que han sido cómplices" de este modelo de crecimiento durante años.
Jesús Fernández Villaverde ha asistido al despegue internacional de España. Cuando el profesor de la Universidad de Pensilvania llegó a Estados Unidos, en 1996, "este país no existía". "Para mí, la muestra el termómetro fue aparecer en The New York Times, y con el tiempo empezó a hablarse del chef Ferran Adrià, y de Madrid y Barcelona como lugares interesantes donde vivir, más allá de los tópicos del sol y la calidad de vida". Desde Filadelfia, Villaverde explica que, "cuando esta crisis pase, seguiremos teniendo empresas como el Santander, el BBVA, Zara o Telefónica que no existían como son ahora hace 15 años y Madrid es una ciudad económicamente vibrante".
"No éramos tan prósperos, pero tampoco es todo tan malo, hemos perdido un poco la imagen internacional que habíamos conseguido de país serio que hacía bien las cosas, pero, en realidad, si pasamos esta crisis será como una graduación, como demostrar que también somos un país serio a la hora de demostrar que salimos del atolladero", apunta Villaverde.
Fernando Vallespín, catedrático de Ciencia Política y de la Administración de la UAM y ex presidente del CIS, ve diferencia en la reacción anímica entre generaciones ante esta crisis. "A los mayores les vuelve la decepción, la inseguridad después de una época en la que parecía que tocaban la gloria, pero esto es reversible. Los jóvenes ya no se ven como bichos raros cuando viajan al extranjero, han crecido en una época de prosperidad económica, en una economía de mercado con derechos sociales, y eso marca".
A esta generación pertenece Margarita Calvo, la madrileña con mejor nota de Selectividad de la comunidad (9,90). Empezará el este año la carrera de Bioquímica en la Universidad Completense de Madrid y cree que, cuando la acabe, habrá escampado la tormenta. En cualquier caso, asegura que "trabajando duro sí se puede tener un hueco en el mercado laboral" y esta idea, añade, no vale solo para estudiantes de expedientes brillantes: "Yo creo que sirve para todos. Soy optimista... Hay que ser optimista".
El sociólogo Fermín Bouza explica que "el primer movimiento de atribución de responsabilidades es al partido del Gobierno, lógicamente, pero no le echan la culpa al capitalismo". "También hay quien empieza a pensar en la ineptitud de la clase política, lo que es muy peligroso. Este desapego no para de crecer, es real", alerta. Lo que sí deja claro, es que "la gente ya no se siente hoy parte de un país menor". "Hay una crisis muy grave y no existen problemas de orden público, por ejemplo".
Desde que la selección española de fútbol ganó el Mundial el pasado domingo, no han faltado voces entusiastas que han hablado del estímulo a la confianza que puede generar y cómo puede contribuir a la economía a salir del paso. Dos días después, el miércoles, comenzó un debate sobre el estado de la nación en el que surgieron pocas propuestas.
La viñeta de Andrés Rábago, El Roto, que ayer publicaba este periódico mostraba a una fila de hombres de traje empujándose bajo la leyenda "Antes de empujar todos en la misma dirección, convendría averiguar a dónde vamos". Rábago lo aclara: "Lo que quiero decir es que hay que mirar las cosas con mayor profundidad. Se saben cuáles son los males, pero las soluciones son un cambio de sistema y el sistema nunca se suicidará". El autor asegura que no hay que echarle la culpa de todo a los políticos. "Representan a la mayoría, pero a lo mejor, si en lugar de afrontar el debate político desde la perspectiva de las ideologías complejas lo hiciéramos simplemente contraponiendo lo sucio y lo limpio de las cosas, podríamos ir más lejos".
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.