Matemáticas imposibles
Vladimir Putin debió de olvidarse la calculadora el jueves, cuando pronunció un discurso en el que prometía a sus compatriotas que superarían la crisis financiera. O a lo mejor la escuela de la KGB no enseñaba matemáticas allá por la década de 1970.
Cuando el petróleo se vendía a más de 140 dólares el barril, habría sido verosímil combinar otra ronda de recortes tributarios con un elevado gasto público y un rublo fuerte. Pero con el petróleo a 50 dólares, el crecimiento estancado y el excedente comercial y presupuestario del país en descenso, el primer ministro ruso no podrá hacerlo todo.
Ayudado por el cómodo cojín de reservas monetarias extranjeras acumulado durante una década de auge petrolífero y políticas presupuestarias restrictivas, el Gobierno ruso reaccionó con habilidad ante la crisis. Diseñó un plan de 160.000 millones de euros para ayudar a la economía a superar tiempos difíciles y usó parte del dinero del fondo de previsión para ayudar a los bancos y a las empresas industriales a saldar la deuda externa.
El competente ministro de Economía, Alexei Kudrin, ha cuidado de que no se saqueasen las reservas para conceder subvenciones ilimitadas a las empresas en apuros. Por su parte, el Banco Central ruso ha dejado caer gradualmente al rublo, que se ha devaluado aproximadamente un 6% este año.
Putin pasó de hábil a más bien imprudente. Anunció una deducción de 12.000 millones de euros en el impuesto de sociedades y prometió no renunciar a los ambiciosos planes de gasto -diseñados en los tiempos de vacas gordas- en sanidad e infraestructuras públicas.
Pero el excedente presupuestario ruso -más del 7% del PIB en el primer semestre del año- podría convertirse el próximo año en déficit. Y aunque Putin intentaba tranquilizar a Rusia en lo que respecta a sus reservas, éstas habrán desaparecido para el próximo abril si siguen vaciándose a la velocidad de la semana pasada.
La popularidad de Putin como presidente se basó en la prosperidad de la economía y en la fortaleza del rublo, por lo que aparentar confianza es también una táctica personal. Pero la economía real de Rusia está empezando a resentirse, y los cierres de fábricas y los retrasos en el pago de salarios empiezan a multiplicarse. El recorte del impuesto de sociedades no ayuda mucho a las empresas con pérdidas.
En algún momento Putin tendrá que admitir públicamente que no puede mantener este ritmo, y deberá o bien empezar a recortar el gasto o bien soltar el rublo. -
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