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Reportaje:

Los versos ocultos de Bob Dylan

23 poemas inéditos del músico verán la luz en octubre en un libro sobre el sórdido Hollywood que el fotógrafo Barry Feinstein capturó en los años sesenta

Bob Dylan se limitó a mirar a través de los ojos del fotógrafo Barry Feinstein. Y, una vez más, se convirtió en poeta. Ocurrió hace más de 40 años. Contemplar Hollywood desde la puerta de atrás, buscando la otra cara del glamour, era una de las obsesiones de Feinstein. Y quiso compartirla con Dylan, su amigo, quien le puso palabras a casi un centenar de fotografías apuntando al corazón más humano de Hollywood. Fue un dueto histórico de cuya existencia el mundo no sabía nada. Hasta ahora.

La sinfonía de imágenes y poemas en prosa firmada por dos leyendas vivas se editará en octubre en Estados Unidos bajo el título Hollywood foto-rethoric, the lost manuscript en la editorial Simon & Schuster. En el libro, 23 poesías inéditas de Dylan construyen un fascinante guión de historias improbables pero posibles, cínicas, afiladas y agridulces concebidas para las casi noventa instantáneas que Feinstein tomó en sus ratos libres entre bambalinas, gracias a su trabajo como fotógrafo en los estudios Columbia.

'Hollywood foto-rethoric, the lost manuscript' se editará en EE UU
Las poesías reflejan al trovador en plena década turbulenta y mágica
El manuscrito ha permanecido 40 años en el archivo del retratista

La sutileza de un bote de somníferos con el apellido Monroe impreso sobre la etiqueta -la foto que Feinstein escogió tomar para Magnum en la habitación donde Marilyn apareció muerta por sobredosis de barbitúricos-. Una mesa llena de cajas apiladas con los nombres de Julie Andrews y Kim Novack, junto a otras marcadas como "sujetadores" y "satenes". Marlon Brando caminando inquieto entre blancos racistas que le acusan con pancartas de ser amigo de los negros. Una anciana con aire perdido sentada en el arcén de una carretera junto al cartel Guías de películas y mapas.

"Yo trabajaba en Hollywood, pero a mí no me interesaba la alfombra roja. Me atraía la otra cara de aquel lugar, la que nadie veía", explicaba Barry Feinstein esta semana en entrevista telefónica desde Woodstock. Había conocido a Dylan "a principios de los sesenta y nos hicimos amigos", recuerda. "Al poco tiempo, le invité a venir a Los Ángeles a escribir algo relacionado con mis fotos. Y aceptó. Pensé en Dylan porque me encantaban su música, sus letras y él como persona. Le di todas las imágenes, Bob las organizó y creó estos poemas bestiales".

Fechados en "algún momento de los sesenta", tienen un ritmo y puntuación muy similares al libro Tarántula, que Dylan escribió en 1966, y a los Once epitafios que acompañaban al disco The times they are a-changin', cuya portada está firmada por Feinstein. Los poemas son el reflejo del Dylan en estado puro de los sesenta, una década turbulenta y mágica que no puede concebirse sin la banda sonora que le puso este trovador incomparable y a la que sus palabras contribuyeron a mitificar ("Cierro los ojos. / Me pierdo. / Buceo en una cartulina. / Me ahogo en papel"). Y de la misma manera que supo describir feroz y certero cómo los tiempos estaban cambiando, en estas poesías es capaz de atrapar, por ejemplo, la fuerza, belleza y fragilidad de tres mujeres: Marlene Dietrich, Bette Davis y Marilyn Monroe. Feinstein las fotografió por separado y en situaciones dispares. Dylan las unió con su pluma en unos versos brevísimos que arrancan diciendo: "No atreverse a preguntar / el nombre de tu escultor. / Tu mirada vuelta hacia el pasado / se queda enganchada / en los goznes del tiempo". Algunas poesías, tituladas con las letras del alfabeto, construyen relatos alrededor de una sola foto. Otras nacen de combinaciones sobre las que este artista sueña historias que reflejan la crudeza de los aspirantes a estrellas. Tres imágenes de tres actores en una sala de casting se acompañan de un poema con tres entrevistas imaginarias ("¿Qué tal lo he hecho? / Muy, muy bien, señorita Rainbow. / Realmente, usted tiene talento. / Ahora, veamos..."); una foto del exterior de un estudio de modelos se une a otra en la que se entrevé a una mujer posando desnuda. Las palabras de Dylan engarzan ambas imágenes advirtiendo del "cariño escondido detrás de la ventana".

El manuscrito, que ambos trataron de publicar sin éxito en los años sesenta, permaneció durante cuatro décadas en el archivo personal de Feinstein, un caballero de la fotografía musical que inmortalizó a todos los grandes del rock, desde Dylan hasta Janis Joplin -tomó su foto de portada del álbum Pearl el día antes de su muerte-. Fue el fotógrafo predilecto de George Harrison e incluso coqueteó con el cine filmando el festival de Monterrey. Feinstein decidió rescatar el manuscrito del olvido después de que un accidente de coche le mantuviera atrapado en casa durante años. "Tuve mucho tiempo de rebuscar entre mis fotos y pensé que éste era el momento adecuado para publicarlo", afirma este hombre al que la edad, que no confiesa, le impide recordar más detalles.

Trabajó desde finales de los cincuenta en Hollywood, codeándose con Chaplin, Clark Gable o Judy Garland, pero después se dejó seducir por el rock. Dylan le invitó a acompañarlo en su gira europea de 1966, cuando el bardo del folk estadounidense acababa de entrar en simbiosis con la guitarra eléctrica, horrorizando con su osadía a los puristas. Y también fue el escogido para seguirle en su siguiente gira, la que Dylan realizó ocho años después por EE UU, tras una larga ausencia instigada por un accidente de moto y alimentada por su alergia a la fama. Además de la portada del disco de 1964 The times they are a-changin', también firma la fotografía del cartel del documental No direction home, de Martin Scorsese, tomada en 1966 en el Reino Unido. "Trabajar con Dylan siempre fue muy divertido. Era fácil. Para mí, viajar con él era como viajar con un amigo al que le vas sacando fotos. Aún seguimos en contacto. No ha cambiado nada; simplemente, ha envejecido. Como yo. Quizá parezca frío y distante, pero te aseguro que no lo es", dice de un hombre al que define como "un amigo espléndido y artista genial". ¿Y como escritor? "Sigue siendo el mejor".

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