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Entrevista:KOLDO MARTÍNEZ URIONABARRENETXEA | Médico especializado en bioética

"Tenemos derecho a vivir y a morir con la misma dignidad"

Koldo Martínez Urionabarrenetxea, médico intensivista del Hospital de Navarra, es el primer médico español que obtiene la titulación europea en bioética expedida conjuntamente por las universidades de Lovaina, Complutense, Nimega y Padua. Martínez, jefe de la unidad de cuidados intensivos y presidente del Comité de Ética Asistencial del Hospital de Navarra, dedica su trabajo a mejorar los cauces de comunicación con los pacientes que permitan a los enfermos decidir cómo quieren ser tratados. 27 años de experiencia profesional le sirven para asegurar que estamos a las puertas de una "auténtica crisis revolucionaria" en este terreno.

Pregunta. La bioética es un nuevo concepto. ¿En qué se concreta?

"Más importante que el listado de derechos y deberes es la confianza con el paciente"
"El cuidado paliativo y la limitación del esfuerzo reducirán las peticiones de eutanasia"

Respuesta. Cuando hablamos de bioética hablamos de la medicina aplicada a las ciencias de la vida. Filosofía y medicina que se convierten en instrumento para ayudarnos a tomar decisiones en el terreno de la incertidumbre, aunque el primero en utilizar el término fue un biólogo que lo aplicó a la defensa del medio ambiente. Después nos hemos apoderado del concepto los profesionales de la salud, dado que los avances en reproducción asistida, ingeniería genética, y otros fenómenos nos han llevado a controlar el origen de la vida y sus fases finales.

P. ¿Los avances científicos y técnicos han obligado a desarrollar esta disciplina?

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R. En cierta forma, sí. La gran cuestión es responder correctamente al hecho de si debemos hacer todo aquello que podemos hacer o si debemos poner algún límite. Personalmente creo que hay que poner esos límites, aunque en la definición de esos límites intervienen muchos factores y teorías éticas, muchas respuestas. La bioética lucha por marcar esos límites, tanto mínimos como máximos.

P. ¿Por qué se acercó a la bioética?

R. El sida influyó decisivamente. Hubo amigos que la padecieron cuando aún era desconocida y yo pretendí conocerla. Siguiendo la evolución del sida descubrí el concepto del consentimiento informado, que no tenía entonces nada que ver con los tratamientos, sino con el propio diagnóstico. Aquel requerimiento ético de pedir permiso al paciente para practicarle una prueba diagnóstica me abrió un campo inmenso en el que ahora estoy embarcado.

P. Usted lleva 27 años de profesión médica. ¿Se escucha ahora al paciente más que antes? ¿Se le permite decidir?

R. Estamos en plena crisis revolucionaria, totalmente inmersos en el epicentro de esa revolución de la aceptación de los derechos de los pacientes. Hay 3.000 años de historia y ética médica en la que se decía que no había que informar al paciente y, por lo tanto, menos aún escucharle. El primer código de derechos de los pacientes que se escribe en el mundo se publica en 1972 en EE UU. Y el balance ya está siendo positivo, pero hay que ver las cosas con perspectiva. Necesitará su tiempo, pero de hecho, las leyes ya empiezan a reconocer derechos de los pacientes.

P. Y los enfermos, ¿saben decidir cómo quieren ser tratados?

R. Lo más importante en la relación clínica, más que los derechos y los deberes, es la creación de una relación de confianza bidireccional entre los profesionales sanitarios y el paciente. Cuando existe esa confianza, los derechos importan menos, a veces se convierten incluso en algo así como una triquiñuela y creo que donde hay que trabajar más es en el campo de la confianza. En líneas generales, el paciente sí sabe cómo desea ser tratado.

P. ¿Qué opina del testamento vital?

R. Que es muy positivo que se haya reconocido a los ciudadanos el derecho a decidir y el deber a los profesionales sanitarios de guiarse por esa voluntad manifiesta.

P. Usted menciona el concepto de "limitación del esfuerzo terapéutico". ¿Tiene que ver con el derecho a una muerte digna?

R. Nosotros hacemos una división conceptual muy clara entre la limitación del esfuerzo terapéutico, el suicidio asistido por el médico y la eutanasia. Son tres campos completamente distintos. La limitación del esfuerzo se refiere a la no prolongación de tratamientos que no obtienen resultados y sólo prolongan el daño al propio paciente, su familia y al entorno sanitario. Y así como tenemos derecho a vivir con dignidad, también tenemos derecho a morir con dignidad.

P. ¿Cuál es el protocolo de actuación en ese campo?

R. En primer lugar, el consenso entre todos los profesionales sanitarios. Si lo obtenemos, se plantea la cuestión al paciente, si está consciente, o bien a la familia, si no lo está. Y mi experiencia personal en la unidad de cuidados intensivos donde trabajo me demuestra que tanto los pacientes como sus familias lo entienden muy bien. En la inmensa mayoría de las ocasiones se obtiene el consenso, que no es, lógicamente, ni rápido ni fácil.

P. ¿Qué va a ocurrir con el debate social sobre el suicidio asistido o la eutanasia?

R. El debate social no ha existido en realidad. Ha habido posicionamientos estadísticos de la población en encuestas, pero no una reflexión profunda, serena, sopesando pros y contras, alternativas, etcétera. Ahora bien, entre la limitación del esfuerzo terapéutico y el impulso a los cuidados paliativos, que es todavía una parcela de la medicina muy joven, el número de peticiones de eutanasia puede disminuir mucho en el futuro.

P. ¿Tienen datos sobre la práctica de la eutanasia?

R. No sabemos cuántas peticiones hay, en la medida en que es ilegal. Sí sé que todos los códigos la prohíben, que en todos los países donde han sido encuestados médicos y enfermeras hay un porcentaje de profesionales sanitarios que apoyan la práctica y un porcentaje que reconoce incluso que la ha practicado aun siendo ilegal.

P. ¿Son útiles los comités de ética asistencial?

R. Absolutamente útiles. Hoy nos encontramos con que no hay sólo una religión o creencia ética, sino múltiples y diversas, y nuestras decisiones afectan a cuestiones básicas relacionadas con la vida, la muerte, la salud, la sexualidad, la felicidad, y cada vez hay más conflictos. Los comités brindan instrumentos de ayuda.

P. ¿Cómo ve la polémica sobre la clonación y la investigación con células madre?

R. Creo que hay demasiado dogmatismo en muchos científicos. Es un debate que se parece mucho al que hace unos años vivimos con el tema del aborto. Personalmente opino que un embrión no es una persona mientras no se constituya como tal persona. Es un conjunto celular que necesita un medio en el que desarrollarse y tan importante es el medio como el conjunto celular para que forme una persona. De momento no hay consenso científico al respecto.

P. ¿Cree que la utilización de embriones servirá para los fines terapéuticos que se proclaman?

R. Aún no lo sabemos. Es preciso investigarlo, y una de las virtudes del debate es que ha permitido aclarar cuántos embriones congelados hay y qué mapa de investigación se puede obtener de esa realidad. Yo distinguiría entre lo que llamo deberes perfectos, que serían aquellos sobre los que hay un consenso básico global, y los deberes imperfectos, sobre los que no hay todavía un consenso, como el caso de los embriones. Hay que poner límites como se pusieron en el tema del aborto, pero quedarían a la decisión del ámbito privado de los progenitores de ese embrión.

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