La policía intenta desalojar a los indignados del Paseo del Prado
Los agentes cargan contra una veintena de jóvenes por cortar el tráfico
Hasta ayer los indignados tuvieron vía libre para campar, o acampar, a sus anchas por Madrid. La policía apenas intervino en todo el fin de semana. Ni cuando la manifestación del domingo se bifurcó por Gran Vía incumpliendo el recorrido oficial, ni cuando llegó el lunes y las tiendas de campaña siguieron poblando el Paseo del Prado. Pero decenas de antidisturbios despertaron ayer a las siete de la mañana a los acampados. Y se acabó la paz.
Policías y acampados se retaron durante un par de horas. A apenas dos metros de distancia los indignados increpaban a los agentes, hieráticos: "Estáis provocando al pueblo y lo vais a pagar. ¡A ti también te roban!". De repente a un grupo se le ocurrió hacer una sentada en la calzada. Agarrados de los brazos, una veintena de jóvenes cortó al tráfico en tres de los cuatro carriles. Como los concentrados no respondían a los llamamientos de los agentes, se desató la carga policial.
La comisión de legal del 15-M había advertido de los riesgos de quedarse
"No somos terroristas para que haya el triple de policías", dice una indignada
Los antidisturbios se emplearon con violencia contra el grupo. A rastras por las piernas o el cuello lograron meter a los jóvenes en la mediana del paseo. Un total de 11 personas, cuatro policías y siete indignados, fueron atendidos de sus heridas (leves) en la unidad del Samur. El ambiente estaba caldeado.
Con los éxitos en el Congreso, tras haber conseguido registrar su documento de peticiones en la cámara, la tensión se relajó, aunque el cordón policial se mantuvo hasta las 16.00. Marta Junco, que llegó el sábado desde Barcelona, no entendía por qué se rompió la comunicación con los agentes. Ella asegura que la noche anterior acordaron con ellos que un par de portavoces podrían acercarse al Congreso para entregar su documento. Y no se explicaba por qué ayer les impedían el paso. "No somos terroristas, para que haya el triple de policías que de los nuestros".
La comisión de legal del 15-M ya había advertido de que algo podía pasar. Una vez acabado el grueso de las actividades el domingo, sus portavoces recomendaron levantar la acampada del paseo del Prado. Alertaban del peligro de provocar una reacción violenta por parte de las fuerzas del orden. Pero ayer las tiendas, con unos 50 acampados, seguían en el centro de la ciudad. Muchos no tienen ahora cómo volver: "Se busca transporte para un ser humano y un perro que quieren volver a Valencia", dice un cartel en el paseo del Prado.
En el quinto día de campamento en esa vía central de Madrid y con el lema "Si tocan a uno nos tocan a todos", unos 500 indignados tomaron la Gran Vía ayer por la tarde. Estaban muy cabreados con la policía, porque esa misma mañana los desalojó "brutalmente" de las inmediaciones del Congreso. "Mejor ser perro flauta que perro policía".
La manifestación salió de la plaza de Neptuno rumbo a Cibeles, a las ocho de la tarde. Ese tramo lo tenían claro, el resto fue pura improvisación. Al llegar a la plaza cortaron el tráfico y subieron por la Gran Vía. La cabecera llevaba una pancarta en la que se leía: "Ninguna agresión sin respuesta". Un grupo de mochileros no dudó en unirse a ellos. Al llegar a Callao se pararon para pensar su camino: "Que no tenemos miedo, que no, que no", le gritaban a la policía.
Finalmente bajaron por Preciados a Sol y acabaron en el Congreso, con algunos indignados bastante exaltados. "No se está haciendo nada concreto, hay discordia entre ellos, y la imagen que dan es muy dudosa", comentó un manifestante que decidió abandonar la marcha en Sol.
A Carolina, de 29 años, no le importa romper la tapa de lata de la cacerola que compró en Ikea, y grita sin parar: "Esto no ha hecho más que empezar". A las diez de la noche, los antidisturbios y los manifestantes se encontraron cara a cara en el Congreso. "¡Qué valientes son, con sus botas y furgón!", se sentaron con las manos en la nuca, y gritaron con fuerza: "Se va a acabar la paz social". Y la cabecera volvió al ataque. Nueva meta: Neptuno. La marcha parece no acabar. "Hoy tenemos unas ganas de fiesta que no nos las quita nadie", comenta Javier, un estudiante de 18 años. Y vuelta a la plaza de Neptuno. Un poco más arriba, en la plaza de las Cortes, los insultos a la policía no paran. Pero la marcha ha perdido adeptos (unos 200 indignados). Es hora de bailar unas muñeiras. ¿Y después? "Eso ya se verá", dice Carlos.
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