Calor y tráfico: ozono veraniego
El ozono no genera boina. No se ve, ni se huele, pero este gas tóxico que se produce tras una reacción fotoquímica (entre la contaminación por óxidos de nitrógeno del tráfico y la insolación alta) también tiene consecuencias para la salud.
El verano es época de ozono troposférico -también llamado ozono malo, frente al estratosférico, que hace de filtro de la radiación ultravioleta- y varias localidades madrileñas ya han visto cómo se dispara y empeoran las afecciones respiratorias de sus habitantes. En lo que llevamos de año, casi todas las estaciones de medición de la red de la Comunidad de Madrid han superado los niveles de O3 que recomienda la Organización Mundial de la Salud (OMS), fijados en 100 microgramos por metro cúbico. Solo tres de las 23 no han superado el límite.
En tres municipios se ha rebasado además uno de los límites que marca la Unión Europea. Solo se permiten 25 superaciones al año del llamado índice octohorario (registrar 120 microgramos o más como media en ocho horas), pero San Martín de Valdeiglesias, El Atazar y Orusco suman respectivamente 27, 28 y 31, según datos recopilados por Ecologistas en Acción a partir de las cifras oficiales (y solo hasta el 10 de julio). El ozono es un contaminante que se comporta al revés que los demás. No ataca en zonas de tráfico intenso como el eje de la Castellana, sino en lugares supuestamente limpios como la sierra o la Casa de Campo.
En lo que llevamos de verano se ha producido algún ozonazo, el nombre con el que los ecologistas llaman a la superación del nivel de aviso a la población (180 microgramos). Ha sido en Alcalá, Orusco, El Atazar y Algete. Cuando sucede, la Comunidad recomienda no hacer ejercicio al aire libre.
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