Arquitecto de la Navidad 'minimal'
Las casetas de mercadillos M.Poli llenan de contemporaneidad las fiestas
Ben Busche, un espigado y elegante arquitecto alemán es lo más parecido a un duende de Navidad que tenemos en Madrid. De su estudio Brut Deluxe, que suena un poco a champán, han salido las luces que adornan la ciudad y las casetas de varios mercadillos navideños. Como el duende, no son adornos típicos. Su iluminación mayoritariamente blanca, no tira de muérdagos ni lazos de regalo sino que "recrea atmósferas" como la neblina invernal o la nieve chocando en el parabrisas de su Múnich natal.
Sus casetas no son de maderita ni tienen nieve de pega, sin embargo sus líneas minimalistas recuerdan a las casas de juguete de la infancia, tanto que se llaman M.Poli, "por el Monopoly, por el mercantilismo y porque son 'poli...valentes", dice Busche. "El reto es hacer algo contemporáneo pero que despierte sentimientos nostálgicos, que inspire imágenes de cuando eras niño... como ese brillo del árbol de Navidad en la oscuridad del salón".
El programa arquitectónico del quiosco para mercadillo M.Poli era sencillo: un cubículo de seis metros cuadrados, seguro como una caja fuerte, antivandálico, modular para que cupiesen cuatro en un camión y monobloque, para que no necesitase montaje y desmontaje. El resultado es una casa arquetípica con techo a dos aguas que se baja del camión y se coloca donde uno quiera con un simple toro de palés. "Es como un coche que aparcas en una plaza", dice el arquitecto. Hay cuatro tipos de acabados, pero el original es de acero corten, un material "caliente, como la madera" que no tiene sus inconvenientes. Las pegatinas y carteles no se adhieren y el grafiti se limpia con un chorro de arena que permite que el acero se vuelva a oxidar en unas semanas.
En Chueca acaban de colocar una docena de ellas. De noche, cerradas bajo las luces navideñas (que no son obra de Busche), parecen un pequeño pueblo dormido. "La gracia de las casetas es que tienen una lectura muy clásica pero, por su falta de adorno, también son muy contemporáneas", dice Busche, "cuando están cerradas parecen una instalación artística, pero al abrir el portón se transforman en un escaparate, para nosotros era muy importante que quedasen bien cuando estaban en uso y cuando no".
En total hay 275 casetas que se usan seis veces al año cada una en mercadillos municipales de todo tipo y son gestionadas por la empresa de mobiliario urbano Primur. El arquitecto no se mete en qué productos prefiere que se expongan en su obra. Volviendo a la metáfora del coche: "Tú lo diseñas y luego lo puede conducir una modelo o un macarra que lo tunea, pero eso ya no me compete". Sus quioscos han tenido tanto éxito que le han llamado para instalarlos en jardines privados, "pero en precio no pueden competir con las estructuras de policarbonato de las casetas de jardín".
Busche asume con la misma parsimonia las críticas: "Con estas cosas que se ven tanto siempre va a haber opiniones para todos los gustos". Su estudio rediseñó la polémica plaza de Santa María Soledad Torres Acosta (plaza de Luna) considerada por sus críticos como demasiado dura. "Ese debate sobre las plazas duras es muy extraño", dice el arquitecto, "yo, en principio no tengo nada en contra de ellas; lo son la de San Marcos en Venecia y todas las plazas mayores de España...". Sin embargo sí que tiene un problema con la creciente privatización del espacio público: "Me parecen bien las actuaciones cuando están medidas en el tiempo, pero una plaza no puede estar ocupada seis semanas seguidas con el mismo mercadillo... y luego está la cuestión del gusto". La pista de esquí que colocan en la plaza de Luna le parece "un espanto". En general cree que en Madrid "sería bueno unificar y retirar mobiliario urbano": "cuánto menos se note, mejor está".
¿Es una caseta de mercadillo menos arquitectura que un edificio? "Todo es efímero", dice el arquitecto, "hay que olvidarse de hacer arquitectura que siempre va a estar ahí". Las ventajas de estos proyectos que compagina con otros más convencionales son varias: "El proceso es más corto, con los edificios en el mejor de los casos estás dos años; trabajas con un prototipo que puedes ir mejorando -en un edificio no vas a volver a hormigonear si te equivocas-, y, como se hacen en serie, ¡cobras royalties..! La convencional, por mucho éxito que tenga, solo la cobras una sola vez".
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