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El psiquiatra militar que asesinó a 13 personas se negaba a ir a Afganistán

Nidal Hasan gritó en árabe "¡Alá es grande!" al abrir fuego en la base de Tejas

Yolanda Monge

El psiquiatra militar Nidal Malik Hasan estaba ayer conectado a un respirador automático tras caer herido por cuatro impactos de bala cuando el jueves protagonizaba la peor matanza de la historia de las bases militares estadounidense. Hasan estaba fuera de peligro aunque horas después del asalto se le diera por muerto. Con rango de comandante dentro del Ejército de Estados Unidos -que pagó sus estudios-, la misión de este hombre de 39 años era tratar a los soldados que sufrían de estrés postraumático a su regreso de los frentes de Irak o Afganistán. Durante ocho años desempeñó esa labor en un hospital militar de Washington.

Hacía sólo unos meses que había sido trasladado a Fort Hood (Tejas), la mayor instalación militar de EE UU, con 55.000 militares, y una de las puertas de salida de los efectivos con órdenes de partir hacia las dos guerras que este país tiene abiertas en el mundo. Fort Hood cuenta con el triste honor de que 500 de sus hombres formen parte de los más de 4.600 combatientes que han perdido la vida en Irak.

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Lo que pudo llevar a este ciudadano estadounidense, nacido en Arlington (Virginia) -pero que registró su nacionalidad como "palestina" en un formulario de su mezquita con el que buscaba una esposa devota y fiel-, que hizo toda su carrera dentro del estamento militar, a abrir fuego sobre 43 personas, matando a 13 (12 militares y un civil) e hiriendo a 30, sigue siendo desconocido. ¿Enajenación mental? ¿Fanatismo religioso? ¿Frustración por el hecho de que Barack Obama no retirase las tropas de Irak? Quizá todo ello a la vez.

Una fotografía en blanco y negro cuenta de Hasan que no tenía pelo y que tenía el rostro rechoncho y bonachón. Un antiguo compañero de filas dice que Hasan estaba haciendo todo lo posible por no ser destinado al frente afgano, aunque el Pentágono no confirmó cuál era su destino final. Un primo suyo, Nader Hasan, asegura que la familia no sabía nada sobre su inminente despliegue (después del Día de Acción de Gracias, último jueves de noviembre) pero sí sabían que llevaba tiempo intentando abandonar el Ejército.

Testigos del ataque relatan que Hasan gritó en árabe "¡Alá Akhbar!" (¡Alá es grande!) antes de abrir fuego contra sus compañeros. Vecinos del psiquiatra han informado de que recibieron de manos de Hasan una copia del Corán y que éste les incitó a leer un pasaje determinado. Una tía del enajenado, Noel Hasan, aseguraba que su sobrino se había sentido perseguido y rechazado por sus compañeros tras los ataques del 11-S.

Las autoridades estaban ayer entrevistando a todos los allegados y rastreando cada detalle de la vida de Hasan. No dan nada por descartado y no rechazan que éste pudiera haber actuado en nombre de un grupo extremista, aunque lo sabido hasta ayer apunta a la acción aislada de un hombre bajo un episodio de locura. Eso sí, locura premeditada, ya que el atacante estaba armado con una semiautomática y una pistola -en la base sólo está permitido que vaya armada la policía militar- y con suficiente munición como para disparar sobre 43 personas.

"Estaba mortificado por la idea de tener que ir al frente", insiste el primo de Hasan. Sabía lo que allí sucedía. Cada día se lo contaron -desde que comenzó la guerra en Irak, en 2003- los soldados que acababan en el hospital Walter Reed de Washington (tristemente conocido hace unos años por sus pésimas instalaciones y el olvido al que eran sometidos los pacientes), donde hizo sus prácticas como médico residente. Hasan efectuó sus estudios universitarios en Virginia Tech, el escenario de la mayor matanza cometida en EE UU cuando un estudiante mató a tiros a 32 personas en 2007, guardando su última bala para sí mismo.

Si se encendieron algunas alarmas sobre el comportamiento extraño de Hasan, nadie las vio o nadie supo interpretarlas. El FBI tuvo conocimiento de unos documentos colgados en Internet por un tal Nidal Hasan (cuya autoría está ahora confirmada) que comparaban los ataques suicidas con bomba con las acciones heroicas de los soldados que tapan con su cuerpo una granada para evitar la muerte de compañeros.

Un militar con su hija espera a su esposa, también soldado, en la entrada principal de Fort Hood.
Un militar con su hija espera a su esposa, también soldado, en la entrada principal de Fort Hood.AP

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Sobre la firma

Yolanda Monge
Desde 1998, ha contado para EL PAÍS, desde la redacción de Internacional en Madrid o sobre el terreno como enviada especial, algunos de los acontecimientos que fueron primera plana en el mundo, ya fuera la guerra de los Balcanes o la invasión norteamericana de Irak, entre otros. En la actualidad, es corresponsal en Washington.

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