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Un intento de destruir la memoria

Moscú ocultó o transformó las señas de identidad bálticas

De las tres capitales bálticas, Riga era la crucial en tiempos de la URSS, con su base naval, su centro político y su poderío económico. La supervivencia del monumento a la Libertad, el más simbólico de los tres países, es un misterio no documentado. Moscú intentó sovietizar a unas sociedades muy diferentes a la rusa (individualistas, silenciosos, amantes de la pequeña propiedad, con espíritu europeo, muy influidos por las potencias del centro y el norte de Europa), y lo hizo a sangre y fuego en los años del estalinismo. Millones de muertos y deportados diezmaron la población báltica.

Planes que no cuajaron para sustituir la columna de la Libertad por otra dedicada a Pedro el Grande en los años cuarenta permitieron ganar tiempo. Con el paso de los años se hizo imposible el derribo. "¿Por qué no lo hicieron? Quizá por temor a un levantamiento popular", especula Ojars Kalnins, director del Instituto Letón. Difícil de creer de un Moscú que aplastó con tanques los alzamientos populares de 1956 en Hungría y 1968 en Checoslovaquia.

Lo que hicieron los soviéticos fue dar una nueva interpretación a la vestal que alza en sus manos las tres estrellas que representan a las tres regiones letonas: la imagen se convirtió en una apócrifa Madre Rusia que sostiene a los países bálticos.

El comunismo no fue tan cruel con el patrimonio histórico y monumental báltico como con las personas. A falta de monumentos simbólicos que derribar, los soviéticos los pusieron bajo custodia. El busto erigido en el cementerio de Riga al primer presidente del país fue rodeado de plantas que lo hacían invisible. Quienes se acercaban eran identificados y pasaban a engrosar la lista de desafectos.

La principal víctima

Más que destruir, los soviéticos ocultaron símbolos, transformaron su uso o arrojaron al bosque lápidas conmemorativas, ahora ya recuperadas. En Vilna, todos los escudos nacionales -el caballero blanco sobre caballo blanco, con escudo azul y sobre fondo rojo- fueron recubiertos, excepto el que coronaba la histórica Puerta del Amanecer.

Fue la religión la principal víctima de la sovietización en la muy católica Lituania, y las protestantes Estonia y Letonia. El monumento a las Tres Cruces, levantado en una colina que domina la capital lituana, fue volado en 1950 (vuelve a estar en su sitio), mientras que la catedral recibió el doble uso de museo del ateísmo y almacén. Sólo 8 de las 45 iglesias católicas de la ciudad siguieron abiertas. En los tres países, los templos no clausurados fueron reconvertidos en salas de conciertos, cines y hasta en un planetario.

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