La huelga general paraliza Grecia
Grupos de encapuchados se enfrentan con la policía por cuarto día consecutivo
Una multitudinaria protesta, enérgica pero pacífica, recorrió ayer las calles del centro de Atenas para reclamar al Gobierno griego un cambio en la política económica. Era el punto culminante de una jornada de huelga general que paralizó el país, pero fue rápidamente engullida por la violencia. Al término de la concentración, grupos de jóvenes encapuchados rompieron el cordón policial y los antidisturbios contestaron con gases lacrimógenos. No fue el único incidente: como se temía, la violencia se reprodujo a primera hora de la tarde. Era el cuarto día seguido de disturbios en un país paralizado, tanto material como políticamente.
Bajo el lema "Contra la carestía, contra el paro", las dos principales centrales sindicales, Confederación General de Sindicatos de Grecia (SGEE, en sus siglas en griego) y de Funcionarios Griegos (ADEDY), que representan a la mitad de los trabajadores del país -unos cinco millones en total-, reunieron en torno a la plaza de Sintagma a unas 7.000 personas. A esta concentración se sumó otra marcha convocada por el sindicato Intervención Autónoma, de la coalición de izquierdas Sinaspismos, con unos 2.000 participantes. Una tercera convocatoria, del Partido Comunista de Grecia (KKE), se limitó a la plaza de Omonia. Las tres se celebraron casi simultáneamente.
"Ésta es una manifestación por la democracia y los derechos humanos, y contra la carestía y el paro", dijo el líder de la SGEE, Yanis Panagopulos. "El Gobierno debe cambiar su política económica, porque perjudica a los trabajadores. Necesitamos una democracia no sólo política, sino también social, en la salud, en la educación y en el resto de servicios públicos", añadió el líder sindical. El responsable de la ADEDY, Spiros Papaspiros, hizo hincapié en la presencia de numerosos grupos de estudiantes. "Estamos todos juntos, jóvenes y mayores, estudiantes y trabajadores; parados. La crisis nos afecta a todos", dijo.
Nada en el ambiente hacía presagiar el rebrote de la violencia que se produjo minutos después de sus intervenciones. Al eficaz servicio de orden de la convocatoria sindical se opuso la intención manifiesta de los radicales de reventar el acto. La entrada en escena de jóvenes encapuchados fue el punto de inflexión; también la rápida sustitución de las banderas rojas y naranjas de los sindicatos por una pancarta firmada por la "Resistencia de la Politécnica". Entre todos ellos destacaba la inquietante presencia de unos niños de entre 8 o 10 años, en apariencia de la calle y extranjeros, que se movían entre los manifestantes y la policía azuzados por los eslóganes y ofrecían blanco tanto a unos como a otros. Los enfrentamientos tuvieron lugar junto al Parlamento.
El seguimiento de la huelga fue prácticamente total, aunque ni convocantes ni autoridades ofrecieron cifras concretas. Vuelos y trenes cancelados; bancos y oficinas cerrados y hospitales funcionando al ralentí eran algunos de los efectos del paro, que se hizo más evidente por la tarde. El transporte público dejó de circular por el centro de Atenas. Los taxis, que a primera hora del día se contaban por decenas, desaparecieron al anochecer.
Mientras, prestaban declaración los dos policías detenidos por la muerte del joven de 15 años Alexandros Grigoropulos. Alexis Kuyas, abogado del autor del disparo, el agente de las fuerzas especiales Epaminondas Korkoneas, aseguró ayer, antes de saberse el informe de balística, que el proyectil que mató al adolescente "le dio de rebote". Está por ver cómo casa esa teoría con los resultados de la autopsia, conocidos hace dos días y que demuestran que la bala le entró al chico de arriba abajo, atravesándole el corazón. El juez decretó prisión preventiva para los dos policías, tras inculpar a Korkoneas de homicidio intencionado y a su compañero de colaboración en homicidio.
Tras los primeros peritajes de las compañías aseguradoras, comienza el recuento de pérdidas. Según la Cámara de Comercio de la ciudad, los daños provocados por los disturbios suponen "un tiro de gracia" al pequeño y mediano comercio, que apenas sí había iniciado una campaña navideña lastrada por la crisis. La violencia ha devastado hasta el momento 402 establecimientos; el 80% de ellos ha sido también objeto de saqueos, y los daños materiales se estiman en unos 110 millones de euros. A media tarde, el Ministerio de Economía anunció un paquete de medidas de apoyo al sector, como ayudas a fondo perdido de 10.000 euros por cada pequeño o mediano negocio afectado.
Fue uno de los escasos pasos dados por el Ejecutivo, que se encuentra "en un callejón sin salida", según algunos periódicos. Tras fracasar su intento de consenso político, las 36 horas críticas que el primer ministro, Kostas Karamanlis, necesita -según el diario To Vima- para frenar los disturbios, se agotan.
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