El desafío digital
El anuncio realizado por Corea del Sur de que para el 2014 abolirá los libros de papel en las escuelas para reemplazarlos por tabletas electrónicas debería hacer sonar alarmas en Estados Unidos, Europa y Latinoamérica: muchos de nuestros niños podrían quedarse aún más atrás de los surcoreanos y los de otros países asiáticos.
Según un estudio de la Organización para la Cooperación Económica y el Desarrollo (OCDE), Corea del Sur ya es el líder a nivel mundial en el que los estudiantes de 15 años usan más computadoras conectadas a Internet en las escuelas.
Tal vez no sea casual que Corea del Sur sea uno de los países que obtiene mejores resultados en los exámenes estudiantiles internacionales. En el último examen mundial PISA de estudiantes de 15 años en comprensión de lectura, Corea del Sur salió segundo, después de la ciudad de Shanghái (China), que ocupó el primer puesto. Estados Unidos ocupó el puesto 17, España el 33, y el país latinoamericano que ocupó el lugar más alto, Chile, fue el 44. Ahora, la brecha de aprendizaje entre los estudiantes surcoreanos y los de la mayoría de los países occidentales podría ampliarse aún más.
Corea del Sur sustituirá los libros en las escuelas por tabletas electrónicas
El gobierno surcoreano acaba de anunciar que invertirá 2.000 millones de dólares en los próximos dos años para darles a todos los niños de la escuela primaria tabletas gratuitas conectadas a Internet. Reemplazará los contenidos de los libros de texto por contenidos digitales multimedia. El plan se extenderá a todos los estudiantes secundarios en el 2015.
En las Américas, solo un país, Uruguay, tiene una computadora por niño en todas las escuelas primarias públicas. Aunque Uruguay es pionero en todo el mundo en este aspecto, no todas sus computadoras escolares están conectadas a la Red. En las escuelas secundarias, hay cinco estudiantes por computadora en EE UU, siete en Corea del Sur, 11 en México, 17 en Perú, 20 en Chile, 25 en Uruguay, 25 en Argentina y 33 en Brasil, según un reciente informe de la OCDE.
Pero, según me dice Eugenio Severin, un especialista en educación digital del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), lo más importante del plan surcoreano es que las tabletas escolares emplearán exclusivamente programas de aprendizaje en línea hechos a medida. "Esto significa que ya no gastarán más dinero en papel, impresión y distribución", dijo. "Usarán tecnologías multimedia que hacen el aprendizaje más divertido y más eficaz".
Hay preguntas legítimas sobre si la educación digital será una píldora mágica: puede argumentarse que los niños surcoreanos tienen mejores resultados en los exámenes estandarizados internacionales porque estudian más, no porque usen ordenadores.
Casi todos los niños surcoreanos pasan 12 horas diarias, o más, estudiando en la escuela y en el hogar, y su año escolar tiene 216 días, comparado con los 180 días que dura en Estados Unidos, y menos en la mayoría de los países latinoamericanos. Durante una reciente visita a Honduras, me horrorizó enterarme de que el año escolar allí dura unos 140 días anuales, o menos.
Severin me dijo que su estudio confirma que, pese a los problemas debidos a la carencia de apoyo técnico y de entrenamiento para los docentes, las computadoras son una gran ayuda en las escuelas. Tienden a mejorar los estándares académicos, y disminuyen la brecha digital entre los chicos de hogares acomodados y los de hogares pobres, explicó. "Los logros de Corea del Sur son el resultado de 20 años de inversión en educación y en tecnología para la educación", agregó Severin.
Muchos países latinoamericanos, encabezados por Uruguay, han empezado a darles computadoras a sus estudiantes. Pero en algunos casos se trata simplemente del regalo de una máquina. Ayuda a los gobiernos a ganar las elecciones, pero no necesariamente mejora los estándares educativos si no se acompaña de un buen entrenamiento docente y de programas de soporte técnico.
La clave del progreso educativo en Latinoamérica es la continuidad: asegurarse de que cada nuevo Gobierno no deshaga lo que heredó del anterior. Los países podrían intentar que sus partidos firmen pactos nacionales para seguir planes educativos a largo plazo. O podrían crear grandes organizaciones civiles -apoyadas por grandes empresarios, como en Brasil- para presionar a los Gobiernos a cumplir objetivos educativos de largo plazo.
Los países exitosos hacen planes educativos a largo plazo, porque saben que la educación es una inversión que rinde fruto a 15 o 20 años. Corea del Sur hizo precisamente eso, y funcionó.
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