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Un conservador que servía de bastión frente al 'yihadismo'

Mohamed Sayid Tantawi era un referente de la ortodoxia del islam suní tan alejado de las interpretaciones modernizadoras como de las reaccionarias

No existe en el islam suní un clero profesionalizado, organizado y jerarquizado como el de la Iglesia católica con sus curas, obispos, cardenales y Supremo Pontífice. Eso sí, la rama mayoritaria del islam siempre ha contado con nutridas legiones de teólogos, juristas y predicadores más o menos populares, más o menos vinculados con los poderes políticos del momento. Dentro de esta última categoría, amplia y compleja, el recién fallecido Mohamed Sayid Tantawi era una de las más importantes personalidades de nuestro tiempo. Primero como Gran Mufti de Egipto y luego como Gran Jeque de la universidad cairota de Al Ahzar -puestos ambos designados por el Gobierno de ese país-, Tantawi ha sido un referente de la ortodoxia del islam suní en unas décadas marcadas a sangre y fuego por la lectura política de esa religión efectuada por los islamistas y por su más siniestra derivada, el yihadismo o, mejor, los yihadismos.

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A Al Azhar se le compara con frecuencia con el Vaticano, aunque más correcto sería hacerlo con la Sorbona, con aquella Sorbona que durante siglos fue el principal faro intelectual de la cristiandad europea. Al Ahzar es una universidad a la que acuden a estudiar, desde tiempos medievales, estudiantes de todo el mundo musulmán, desde Nigeria a Indonesia, pasando, por supuesto, por los países árabes. Su fuerte son las enseñanzas teológicas y jurídicas, pero también pueden aprenderse allí materias como medicina, farmacia, ciencias naturales, comercio, ingeniería y lenguas extranjeras.

Así que lo diga sobre los asuntos del momento el Gran Jeque de Al Ahzar es muy importante para cientos de millones de musulmanes. Y en los últimos lustros Tantawi se tuvo que pronunciar sobre un montón de cosas de gran trascendencia no sólo para la umma islámica sino para la humanidad en general. De un repaso rápido de sus pronunciamientos se desprende la imagen de un hombre conservador, sin duda, pero también moderado, poco amigo de los extremismos y aún menos de la violencia.

Tantawi reiteró que es contraria al islam la ablación del clítoris, una atroz práctica que, en efecto, no está vinculada a esa religión, sino a ancestrales costumbres de algunos pueblos africanos. Partidario de que las musulmanas se cubran el cabello, los brazos y las piernas, el Gran Jeque se opuso, sin embargo, a aquellos tipos de velos que ocultan su rostro. Y cuando en Francia surgió la polémica sobre la prohibición del hiyab, instó a las musulmanas residentes en ese país a acatar sus leyes.

Algunas de las opiniones de Tantawi sobre asuntos de la vida cotidiana fueron liberales, en el buen viejo sentido de la palabra. Por ejemplo, dictó fatwas o edictos religiosos a favor del trabajo de las mujeres, el control de la natalidad y el transplante de órganos. Otras, y en particular la condena por blasfemia de libros de autores contemporáneos egipcios, supusieron serios retrocesos para las libertades y los derechos en el Valle del Nilo.

La vida de Tantawi, como la de todos los árabes desde el final de la II Guerra Mundial, estuvo políticamente marcada por el drama del pueblo palestino, tan próximo al egipcio. En línea con la política oficial de su país, el Gran Jeque siempre sostuvo el derecho de los palestinos a luchar contra la ocupación de sus tierras y por la consecución de un Estado propio con capital en Jerusalén. No obstante, en una ocasión declaró contrario el islam el terrorismo suicida, lo que le valió fuertes críticas y le obligó a terminar retractándose.

En marzo de 2003, la universidad de Al Ahzar que lideraba Tantawi emitió un comunicado que los norteamericanos, con tantos diplomáticos, espías y analistas como tienen, no deberían haber desdeñado. Ese texto, al que sí prestaron atención millones de musulmanes, tildaba de "cruzada" la invasión de Irak que preparaba George W. Bush e instaba a oponerle una yihad o guerra santa defensiva. Entonces yo era enviado especial de este periódico en El Cairo y en mi crónica subrayé que los ulemas que emitían tal declaración no eran "islamistas radicales y violentos a lo Bin Laden", sino "teólogos tradicionalistas próximos al poder y amantes de la ley y el orden". Cientos de soldados norteamericanos y decenas de miles de civiles iraquíes perderían la vida en los años siguientes en acciones protagonizadas por insurgentes que habían escuchado ese mensaje.

Las acciones bélicas extranjeras en territorios musulmanes, fuera cual fuera su supuesta o real motivación, encontraron siempre un firme opositor en Tantawi. Y eso valió tanto para la guerra de Irak como para las incursiones israelíes en un centro tan sagrado para el islam como la Explanada de las Mezquitas de Jerusalén. Dicho lo cual, el gran jeque siempre se opuso a cualquier tipo de agresión a los millones de cristianos coptos que viven en Egipto desde mucho antes de que en las arenas de Arabia el Corán le fuera revelado a Mahoma. Pilar de la convivencia en tierras musulmanas de las tres religiones del siglo y del diálogo mundial interreligioso, Tantawi se entrevistó con el Papa Juan Pablo II cuando éste visitó El Cairo, en febrero de 2000.

El fallecido ulema sirvió fielmente al rais, el presidente, que le nombró, Hosni Mubarak. Siempre le dio la razón en su feroz lucha contra las lecturas políticas del islam como la de los poderosos e influyentes Hermanos Musulmanes y aún más contra la violencia de grupos como Gamaat Al Islamía, padre del componente egipcio de Al Qaeda que encabeza Ayman Al Zawahiri, a los que calificó de "servidores del diablo". Al mismo tiempo, Tantawi influyó decisivamente en la reislamización de la vida cotidiana de Egipto registrada en los ya muchos años de poder de Mubarak. Su versión del islam no era la del rigorismo wahabí de los saudíes: se oponía a cortarles las manos a los ladrones y bendecía el trabajo de las mujeres fuera de casa. Pero su prédica hizo que las bebidas alcohólicas se limitaran cada vez más a los restaurantes y hoteles para turistas, que las mujeres musulmanas llevaran mayoritariamente el hiyab y que los novelistas se lo pensaran más de dos veces antes de escribir determinadas cosas.

Con Tantawi muere, pues, un conservador tan alejado de las interpretaciones aperturistas y modernizadoras del islam como de las reaccionarias y belicistas.

EFE

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