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Viajar a Cuba sigue sin ser fácil

El exilio encuentra trabas pese a las medidas aperturistas de Obama

El lunes 13 de abril, hace ya casi tres meses, el presidente estadounidense, Barack Obama, eliminó todas las restricciones a los cubanoamericanos para viajar a su país o enviar cuantas ayudas materiales o económicas quisieran. Sin tocar el embargo, incluso amplió la decisión de autorizar a las empresas de telecomunicaciones para proyectos que abran en el futuro canales de información con la isla.

Pero, en un ejemplo más del rocambolesco caso cubano, las agencias de viaje aún no tienen permiso en la práctica para emitir billetes sin límites de fecha. Si un viajero quiere hacerlo un mes después de volver de Cuba, por ejemplo, tiene que saltarse las normas, como han hecho muchos habitualmente, o usar los vericuetos legales de la eterna picaresca caribeña. Las agencias, para no infringir una ley que no les ha sido oficialmente notificada, deben remitirse a las leyes de George W Bush que restringían el permiso de los viajes a sólo uno al año.

Pese a la crisis, que podría haber frenado el flujo de viajeros, no ha sido así. Se calcula que millón y medio de cubanos residentes en Estados Unidos tienen aún familia en Cuba. Nunca dejaron de viajar, pese a las restricciones. Lo hicieron por terceros países, o con licencias religiosas. En nombre de Dios, de cualquier dios, iban y van. Por la sagrada familia. Y lo siguen haciendo. Aunque paguen el chantaje sentimental que usa el Gobierno cubano para sacar de gran parte de sus remesas y viajes sus ingresos más seguros. Si ya se arriesgaban cuando no había ni el permiso teórico, bien poco les importa ahora. Sólo los más precavidos se acogen a las iglesias, aunque siga siendo un fraude. El abuso ha llevado incluso a detenciones de auténticos especialistas en crear iglesias ficticias para vender billetes.

En el fondo, todo es una consecuencia más de la doble moral galopante en el caso cubano. Una más de las muchas trampas para salvar la hipocresía que siempre supone coartar libertades individuales, mientras se hacen negocios "grandes". Por ejemplo, con multimillonarias ventas agrícolas y ganaderas "por razones humanitarias", una burla del embargo. Así se contentan a los Estados desde Montana a Florida (sin que protesten los exiliados más anticastristas) y se provocan frases tan gráficas como: "O sea, que yo no puedo ir a ver a mi madre, pero sí con una vaca al hombro".

Las agencias han sufrido ya tantos avatares, que ni siquiera sospechan de una mano negra, del pasado republicano, por ejemplo, que esté frenando los permisos. Sólo la burocracia del organismo regulador, la Oficina de Control de Capitales Extranjeros (OFAC), dependiente del Departamento del Tesoro. El organismo ya recibió unas primeras órdenes de la Administración de Obama de no "perseguir" infracciones a las restrictivas leyes de los viajes, a fin de evitar gastos inútiles.

Las agencias son criticadas por los altos precios de los pasajes, que son tan caros como viajar a Europa para poco más de 90 millas. Pero es fruto de que deben usar charters y de los impuestos cubanos. Las agencias han conseguido incluso frenar la ley de uno de los diputados republicanos más conservadores, que trataba estatalmente de ahogarlas. Se rigen por leyes federales.

Al final, todo lo cubano es una carrera de fondo. Tal vez por eso, la última iniciativa del exilio tiene un lema significativo: Todos somos resistencia. Se trata de una segunda fase de la campaña que se inició con el Yo no coopero de hace unos meses para pedir más presión a los cubanos de dentro y fuera de la isla. La situación de Cuba es de desguace, el exilio lo sabe de sobra y aprieta las clavijas en su ya semicentenaria lucha por intentar acabar con el régimen castrista.

El pasado 18 de marzo fue el sexto aniversario de la Primavera Negra, la detención en Cuba, en 2003, de los 75 disidentes, médicos, maestros, escritores, periodistas, acusados de traición a la patria con armas tan peculiares como bisturís o sus antiguas máquinas de escribir. La mayoría sigue en la cárcel y hasta el presidente Obama pidió hace dos semanas su libertad. En la conmemoración de ese día, la gran mayoría de las organizaciones de la diáspora se reunieron hace más de tres meses en el lujoso hotel Biltmore de Coral Gables, el municipio más exclusivo de Miami. Allí, a poco más de 90 millas de las ruinas y la hambruna, perfilaron la llamada Asamblea de la Resistencia, que venía gestándose años atrás.

Históricamente, la división del exilio cubano, perfectamente aprovechada y en muchos casos, fomentada o incluso formada desde La Habana, ha sido inmensa. Pero las circunstancias, el hastío y cansancio después de tantos años, aunque aún existan posturas cerradas que no han dado frutos, están llevando sin remedio a actitudes de unión más realistas.

"Bienvenido sea", dice un abogado de inmigración cansado de ver tanta "trampa y politiquería interesada y cerril" y añade: "Por mucho que bastantes cubanos se aprovechen de las ventajas inmigratorias, como la Ley de Ajuste, y hagan incluso manejo sucio de ellas, como los que vuelven de fiesta y sexo apenas un año después de salir como refugiados, la libertad de viajar, entrar o salir siempre será sagrada".

Un economista tiene también la teoría ya vivida en Europa del Este: "La llegada masiva de gente no podrá ser absorbida por un régimen tan cerrado. Ojalá se abra también a los mismos estadounidenses. En principio, puede parecer que da oxígeno en forma de dólares a la maltrecha economía castrista, pero no la va a salvar. Sus problemas estructurales son mucho más graves. Al final, esos vientos, como se demostró ya con otros muros caídos, acaban convirtiéndose en huracanes de libertad. Hasta ahora todo se ha hecho en pequeñas dosis y así ha podido sobrevivir el régimen sin apenas cambios. Echando siempre las culpas de todo a los demás".

El 5 de agosto se conmemorará el Maleconazo de 1994, la insólita gran revuelta de la población en La Habana hastiada del Periodo Especial y en pos de libertad.

La Cuba revolucionaria parece derrumbarse, pero lleva medio siglo amagando más de una vez sin que se afecten los cimientos. La muerte de Fidel se ha retrasado y la teoría de que la Revolución se iría con él no está tan clara. Pero la presión desde el exilio, aunque siempre convulso, continúa.

Una mujer es recibida en el aeropuerto José Martí de La Habana.
Una mujer es recibida en el aeropuerto José Martí de La Habana.AP

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