Una Turquía laica sin libertad religiosa
Las comunidades cristianas sufren amenazas, ataques y restricciones de derechos
"En Constantinopla viven todos los cultos con entera libertad y todos sus ministros gozan de igual respeto. El patriarca griego, el gran rabino, el arzobispo católico..., todos son funcionarios del Imperio, iguales en respeto al gran imán y retribuidos por el emperador con gran largueza según el número de adeptos de cada religión". El escritor español Vicente Blasco Ibáñez dejó escrito en su libro de viajes El Oriente (1907) este canto a la libertad religiosa bajo el Imperio Otomano.
"Unos jóvenes han agredido nuestra iglesia de Izmit y han roto los cristales de la primera planta. En circunstancias normales sería algo 'ordinario', pero dada la situación...". Un siglo más tarde, el pastor evangélico Carlos Madrigal expresaba así su temor ante los sucesivos casos de intolerancia religiosa que se registran en Turquía, un país que aspira a formar parte de la Unión Europea. En su último informe sobre Turquía, el Departamento de Estado de EE UU considera que, a pesar del reconocimiento constitucional de la libertad religiosa, la Administración turca impone restricciones a las minorías religiosas, pero también a ciertas expresiones de la fe islámica, como el uso del pañuelo en centros oficiales y universidades. Los cristianos ven restringida su capacidad para hacer proselitismo entre la mayoría musulmana, así como para reunirse.
Madrigal, de 47 años, dejó su trabajo de diseñador publicitario en Barcelona y emprendió en 1985 una nueva vida de misionero en Turquía. El año pasado, el Gobierno turco reconoció oficialmente su iglesia en Altintepe, en la orilla asiática de Estambul, como el primer templo creado en Turquía al amparo de la nueva legislación de libertad religiosa, aprobada por el Gobierno de Ankara dentro del proceso de acercamiento a la UE. Hasta 2003, Turquía sólo autorizaba el culto en las mezquitas y templos de las minorías históricas: griegos, armenios y judíos. La Comisión Europea ha exigido a Ankara que adopte "una legislación con estándares europeos" para proteger a las minorías religiosas.
Madrigal viajó a Malatya tras los asesinatos de sus tres compañeros de culto evangélico. "Los degollaron hasta el punto de quedar prácticamente decapitados. El ensañamiento fue brutal; los cuerpos tenían un centenar de puñaladas". El pastor catalán no cree que los autores de los crímenes fueran integristas islámicos, como se barajó al principio, y ve tras el triple crimen la mano de ultranacionalistas fanáticos.
Desde lo alto de su ático en Bostanci, en la orilla asiática de Estambul, la abogada Luiz Bakar, portavoz del Patriarcado Armenio, divisa las islas del Príncipe, en el mar de Mármara. "Los cristianos griegos, armenios y siriacos encontraron refugio en estas islas desde antiguo". Bakar, que nació en esas mismas costas hace 60 años, recuerda ahora que su familia siempre cerraba con grandes rejas su casa por la noche. Ahora pelea ante los tribunales para recuperar los bienes del Patriarcado que fueron expropiados por el Estado turco en 1964. "Nuestras demandas acaban en el Tribunal Europeo de Derechos Humanos", explica. El informe de EE UU sobre libertad religiosa en Turquía destaca que "el Estado impide que las religiones minoritarias se autofinancien al negarles el derecho a mantener su patrimonio".
El reciente asesinato del periodista Dink, que con su trabajo trataba de recuperar la memoria histórica tras el genocidio de 1,5 millones de armenios en las postrimerías del Imperio Otomano, conmocionó a toda su comunidad. "Yo tampoco me siento segura ahora", reconoce Bakar. "Las autoridades me han ofrecido tener escolta policial, pero no sabría vivir bajo permanente vigilancia. "De todos modos, Turquía es también nuestro país, y nuestra mejor reivindicación histórica es seguir viviendo aquí", añade.
Pero no son sólo los cristianos los que se sienten marginados por su religión. El Estado organiza el culto en las mezquitas y los imanes son funcionarios. Los alevíes, una corriente islámica, no acuden a las mezquitas oficiales y prefieren rezar en sus propios templos, que tampoco son reconocidos por la Administración. Para esta variante abierta y tolerante del islam, las cortapisas legales son similares a las de las comunidades minoritarias.
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