"¡Toda Europa se ríe de nosotros!"
El día que la defensora del menor de Polonia anunció la apertura de una investigación para determinar si uno de los teletubbies era homosexual, la versión en peluche de este personaje del programa infantil de televisión se agotó en las tiendas de Varsovia. "Se vendieron todos los Tinky-Winky", explica Alexandra, dependienta de una juguetería de la capital. Muchos salieron a comprar el muñeco a modo de protesta, porque no todos los polacos comulgan con las ideas de los Kaczynski.
"Que la gente en Europa sepa que no todos somos como ellos", insiste Justina Kaluza, de 30 años. "Me da vergüenza", confiesa. "¡Toda Europa se ríe de nosotros!". Su indignación va mucho más allá de Tinky-Winky (al final no fue investigado). "Todo es una marcha atrás en nuestros derechos y libertades. La situación es ridícula; si esto fuera un país musulmán, el Gobierno sería de los talibanes", opina. Justina es uno de los muchos ejemplos que demuestran que Polonia es mucho más de lo que el Gobierno de los Kaczynski quiere hacer pensar.
No todos los polacos son católicos por encima de todo. No todos creen que los homosexuales son anormales (ni que ser gay o lesbiana es una moda). No todos piensan que el aborto es siempre pecado. Ni todos son de derechas. Ni todos odian a los alemanes... De hecho, el partido de los Kaczynski y sus socios de Gobierno apenas tienen el apoyo del 25%-30% del electorado. La oposición la controla la Plataforma Cívica (del Partido Popular europeo), que tiene más o menos el mismo peso que la coalición de Gobierno, mientras el peso de los ex comunistas es mínimo. "Hablo con taxistas, gente del trabajo, amigos... y no les aguantan tampoco", añade Justina.
Claro que ella no conoce a Patryk Czarnowski, que a sus 29 años se declara conservador. "Este Gobierno tendrá sus defectos, pero por primera vez actúa. Hay que defender la familia tradicional; ser homosexual no es lo normal". "Están acomplejados". Así describe Marta Borysewicz, de 29 años, a sus gobernantes. "Si el Gobierno sigue dando pasos como los de ahora, vamos a estar como en la Alemania de los años 30, y eso sí que me da miedo", advierte. "Lo que más me molesta es la intolerancia creciente", explica.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.