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Guennadi Búrbulis, al asalto del poder en Moscú

El antiguo 'superasesor' de Bonis YeItsin estudia fundar su propio partido político

Pilar Bonet

El ex secretario de Estado de Rusia Guennadi Búrbulis, que durante casi cuatro años concentró su energía en Borís Yeltsin, ha cambiado de rumbo y ha comenzado a trabajar para que las próximas elecciones no le sorprendan sin dinero, sin organización, sin cuadros y dependiente de una sola persona. La Fundación Estrategia, recién constituida en torno a Búrbulis, es la cabeza visible de un ambicioso intento de vertebración político-económica con ramificaciones públicas y encubiertas. El objetivo es crear estructuras políticas de apariencia respetable que atraigan el apoyo financiero del empresariado interesado en dar estabilidad al cambio de sistema. De entrada, el proyecto de Búrbulis incluye un partido y una coalición alrededor de éste.

Estrategia se define como centro humanitario y de ciencia política, y está creado a la medida del paisano de Yeltsin, orgulloso de haber cortado de un tajo la desintegración crónica de la Unión Soviética. Búrbulis ha viajado a Estados Unidos a recabar ayuda económica y moral para su fundación, y ha iniciado así una nueva etapa tras la crisis sufrida en diciembre, cuando cesó como jefe de los consejeros de Borís Yeltsin, su último cargo oficial.A Búrbulis le costó abandonar su enorme despacho del Kremlin, ocupado antes por el antiguo presidente de la Unión Soviética Mijaíl Gorbachov. Su gusto por los atributos formales del poder ha sido sorprendente, viniendo de un hombre aparentemente tan espartano y tan dado a la abstracción como él.

Búrbulis se aficionó al coche, a la dacha (casa de campo) y a los guardaespaldas que le recogían el abrigo en el aire. A Búrbulis, además, le complacía enormemente alternar con los famosos. En los funerales del veterano presidente de la Internacional Socialista, el alemán Willy Brandt, en Berlín, fue él quien tomó la iniciativa de entrevistarse con el jefe del Gobierno español, Felipe González.

A fines de enero, Búrbulis se mudó al Centro de Información Federal, el bastión del ex viceprimer ministro Mijaíl Poltaranin, otro de los radicales sacrificados por Yeltsin para amansar al jefe del Parlamento, Ruslán Jasbulátov.

En el Centro de Información Federal Búrbulis se prepara para el futuro, y Estrategia -que tiene carácter internacional e interregional simultáneamente- va a ser el punto de partida: sus estatutos prevén las actividades comerciales y la fundación de empresas y concentran todas las decisiones importantes en su presidente.

La estancia del antiguo secretario de Estado ruso en Estados Unidos agudizará probablemente las críticas que los círculos patrióticos dirigen contra el presidente Yeltsin y quienes le ayudaron a lograr un escaño en el Parlamento ruso en 1990 y la presidencia del país en 1991.

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Los medios patrióticos califican a Yeltsin, Búrbulis y sus allegados de agentes al servicio de Estados Unidos y denuncian sobre todo la relación con la fundación norteamericana The Kirieble Institute of The Free Congress Foundation. Esta entidad, de carácter anticomunista militante, apoyó económicamente la campaña electoral de Yeltsin, organizó cursillos para sus activistas y tiene una red de representantes a sueldo en las provincias de Rusia.

Interlocutores en EE UU

El tema anticomunista, sin embargo, se ha agotado a todos los efectos, y los interlocutores que hoy busca Búrbulis en Estados Unidos para apoyar un proyecto político respetable de corte liberal pertenecen a círculos más amplios, tanto republicanos como demócratas. Y es importante que estén dispuestos a invertir dinero.

Tras la instrumentalización política que los patriotas hacen de la conexión norteamericana, hay un problema real, a saber, la falta de una definición clara de los intereses nacionales del Estado ruso poscomunista y posimperial. Esta circunstancia propicia la polarización de la sociedad entre prooccidentalistas y aislacionistas.

Búrbulis, que no supo o no pudo definir los nuevos intereses nacionales de Rusia cuando era secretario de Estado, reconoce que la falta de ideas e ideales, la falta de claridad en la política estatal, pueden tener consecuencias muy peligrosas, porque la conciencia nacional-patriótica y de gran potencia ocupa el vacío mental que se ha creado tras la desaparición del comunismo.

A Búrbulis se le atribuyó una influencia ilimitada sobre Yeltsin, lo que no es exactamente así. Búrbulis gastaba una enorme cantidad de energía tratando de influir en el presidente, a quien nunca ha dejado de ver como un instrumento para la realización de sus propias ideas. Búrbulis vigilaba constantemente para que Yeltsin no se saliera del guión que él había inventado y para que otros políticos, como Alexandr Rutskoi, no entraran en escena inoportunamente. A veces lo conseguía, como el 8 de diciembre de 1991, cuando se disolvió la URSS. En otras ocasiones, Yeltsin no le entendía bien o interpretaba a su manera lo que Búrbulis había intentado inculcarle. Así sucedió el 10 diciembre pasado, cuando Yeltsin propuso convocar un referéndum para dirimir quién tiene más poder en Rusia.

El referéndum era uno de los elementos de un plan más amplio de Búrbulis, pero Yeltsin lo extrapoló. Falló el apoyo de los poderes fácticos. »Y falló el mismo Yeltsin que, de acuerdo con la concepción de Búrbulis, debería haber salido a la calle sin miedo a arriesgar la presidencia de Rusia.

Yeltsin vaciló. Se asustó ante las posibles consecuencias sociales y aceptó un compromiso con el presidente del Tribunal Constitucional, Valer¡ Zorkin, y el jefe del Parlamento, Ruslán Jasbulátov. Como estratega, Yeltsin cometió un fallo imperdonable a los ojos de Búrbulis.

La conexión entre ambos políticos no se ha roto, aunque Búrbulis sufrió un duro golpe en su amor propio cuando vio que el presidente empleaba con él la misma falta de consideración que tuvo para echar a otros de sus allegados.

Hoy, Búrbulis tiene una conexión más clandestina con Yeltsin, y ha relativizado el papel de éste en sus propios planes. Desde la óptica de Búrbulis, tanto Gorbachov como Yeltsin están privados de perspectiva. Son personajes de transición que no comprenden el fin estratégico del cambio en marcha.

La clave es el dinero

La clave del futuro político está en el dinero. En Rusia surge hoy un empresariado que empieza a entender su conexión con la política como algo más sofisticado que el soborno. Por otra parte, políticos como Guennadi Búrbulis y otros ex radicales se han distanciado de los elementos irreconciliables de Rusia Democrática, un movimiento de masas cada vez más marginal que no ha sabido cambiar con el signo de los tiempos.

La vida política en Rusia no son sólo las peleas de Jasbulátov y Yeltsín. Ni siquiera las próximas elecciones, que pueden celebrarse anticipadamente antes de 1995.

En las provincias se celebran hoy restringidas reuniones. En ellas, los que hasta hace poco gritaban en los mítines alternan con los banqueros, los directores de fábricas y los nuevos empresarios, cuyas conexiones es peligroso conocer.

Discuten estrategias a largo plazo y piensan en la promoción de gente que no se haya quemado en la confusión de la primera fase del poscomunismo. Está en marcha la formación de una nueva generación de políticos profesionales con una estrategia que va más allá del próximo cielo electoral.

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Sobre la firma

Pilar Bonet
Es periodista y analista. Durante 34 años fue corresponsal de EL PAÍS en la URSS, Rusia y espacio postsoviético.

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