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Reportaje:

Personal de Cruz Roja ayudó a la CIA en Guantánamo

Varios reclusos recibieron ofertas para colaborar con la agencia

José María Irujo

Supuestos miembros de Cruz Roja pidieron a varios presos en Guantánamo (Cuba) que colaboraran con agentes de la CIA y revelaran datos de Al Qaeda a cambio de su libertad, según señalan varias fuentes consultadas por EL PAÍS. Ante la sospecha de que soldados norteamericanos suplantaban a sus miembros para obtener información, Cruz Roja protestó ante las autoridades militares del campo. La queja se hizo en el año 2003 y sin publicidad, ya que esta organización humanitaria no puede hacer pública ninguna información sobre su trabajo o la situación de los presos en ese centro. La CIA se ha infiltrado otras veces en algunas ONG que trabajan en América Latina.

Lahcen Ikassrien, de 40 años, un marroquí residente en Madrid que permaneció recluido durante cuatro años en la base de Guantánamo, fue uno de los presos que recibió este ofrecimiento. Ahora relata por primera vez esta experiencia.

"¿Por qué no colaboras con los estadounidenses y te sacamos de aquí?"
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"¡Hola, español! ¿Cómo estás? Te traigo una carta de tu familia... Tú eres buena persona y muy listo, ¿por qué no colaboras con los norteamericanos, les cuentas lo que sabes y te sacamos de aquí? Guantánamo es muy duro", espetó en castellano un hombre de unos 36 años, pelo claro, alto, delgado y con una placa del Comité Internacional de la Cruz Roja en la solapa.

Cuando Lahcen Ikassrien, natural de Alhucemas (Marruecos) y residente en Madrid, escuchó esta frase llevaba más de un año preso en Camp Delta, uno de los recintos de la base militar en la que el Ejército de EE UU mantiene aislados del mundo a centenares de presuntos terroristas de Al Qaeda. Había sido capturado en Kunduz (Afganistán) en diciembre de 2001 por los hombres de la Alianza del Norte y vendido a los norteamericanos como "un peligroso terrorista". Sobrevivió milagrosamente a la revuelta de mercenarios extranjeros en la cárcel de Qila-i-Jhangi, a las afueras de Mazar-i-Sharif, en la que murieron 600 presos, muchos con las manos atadas.

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"Vosotros, ¿qué estáis haciendo aquí? ¿Traéis cartas o trabajáis para los americanos?' Le escupí a la cara. Estaba amarrado con las cadenas al suelo y le dije: 'Si estuviera suelto te rompería la cara. No eres de Cruz Roja, eres un falso que trabaja para los norteamericanos'. Vinieron los soldados y me llevaron a mi celda. Estuve varios días castigado en aislamiento, desnudo, sin luz ni agua. Luego me cambiaron de módulo, no querían que hablara con mis compañeros y les dijera lo que estaba haciendo la gente de Cruz Roja", relata ahora el ex preso.

Ikassrien asegura que casi todo el texto de la carta que le entregó aquel hombre estaba tachado con tinta negra. Era una carta de su madre, a la que no ve desde hace 10 años, y según su testimonio sólo aparecía el nombre de ésta y de su hermano. "Le pregunté por qué me traía esta carta y respondió que él no podía hacer nada, que toda la correspondencia pasaba por los soldados americanos. '¿Por qué no dejáis que vengan otros grupos humanitarios? Vosotros no hacéis nada aquí', le insistí".

Ikassrien, que deambula ahora por las calles de Madrid sin documentación -hace más de un año que las autoridades de Marruecos le prometieron entregarle un pasaporte-, asegura que aquel supuesto miembro de Cruz Roja le había visitado otras veces antes de aquel ofrecimiento. "Lo vi por primera vez en Kandahar y me vino a ver varias veces en Guantánamo, pero antes no me comentó nada semejante. Nunca me había hecho ese ofrecimiento. Creo que era suizo. Hablaba árabe, aunque mal, francés, inglés y español. Siempre decía: ¡hola, español!".

Tres meses después de este incidente Ikassrien fue trasladado a Camp Five, otro de los centros de internamiento en Guantánamo, un escenario más duro que el anterior, un lugar donde las torturas de los soldados norteamericanos eran habituales. Pero antes recomendó a sus compañeros que no hablaran con la Cruz Roja y que no enviaran cartas a sus familiares. Algunos presos se negaron a comunicar con los enviados de ésta organización. Les veían como enemigos, según su relato.

"Les conté lo que me había pasado y algunos me dijeron que habían tenido experiencias muy similares a la mía. Hasta hicimos una huelga de hambre. Estuve varios meses sin escribir cartas a mi familia y sin visitas de la Cruz Roja. Aquel hombre no volvió a visitarme. Vino otro miembro de esa organización, también suizo, que había vivido en Suráfrica. Quería calmarme porque sabía que estaba muy enfadado con ellos. Me traía galletas y zumos. Para ganarse mi confianza me contó algunas confidencias de sus gustos sexuales sin que yo le preguntara nada. Me preguntaba por mi familia y animaba a volver a escribir cartas. Quería hacerse mi amigo".

Ikassrien afirma que miembros de Cruz Roja intercedieron a favor de los soldados cuando días antes de ser entregados a sus países de origen les conminaban a firmar documentos en los que decían que habían sido capturados en Afganistán cuando en realidad fueron vendidos por dinero en Pakistán. "Algunos británicos y de otras nacionalidades se negaban a firmar y entonces venían los de la Cruz Roja y les intentaban convencer para que lo hicieran. '¡Si firmáis no pasa nada!', les decían".

Y relata la visita de una mujer, presunta jefa de Cruz Roja, que visitó Guantánamo para hablar con los presos y "controlar" el trabajo de sus miembros. "Algunos presos me confesaron que esta mujer se mostró crítica con el trabajo que su organización estaba haciendo allí. Qué les contó que había visto cosas que no se correspondían al trabajo que debía de hacer Cruz Roja". El ex preso marroquí asegura que algunos médicos de esta organización humanitaria sirios, libaneses y tunecinos renunciaron a su trabajo en la base militar al comprobar las condiciones en las que vivían.

Ikassrien era un objetivo de extraordinario interés para los interrogadores del Ejército y la CIA en Guantánamo que, según relata, lo torturaron en distintas ocasiones. En Madrid estuvo vinculado con miembros de la célula de Imad Eddin Barakat, Abu Dahdah, un sirio condenado como jefe de Al Qaeda en España y conectado con alguno de los autores de los ataques del 11-S. Ikassrien fue a Afganistán porque le fascinaba el gobierno talibán al que consideraba un modelo para el mundo musulmán. "Quería ser un musulmán de verdad", afirma ahora.

Tras separarse de su mujer marroquí y cumplir tres años de prisión en Valdemoro por tráfico de hachís dejó Madrid donde había vivido y trabajado en toda clase de empleos durante 13 años. Llegó a Herat a través de la frontera de Irán y asegura que no entrenó en ningún campo de Al Qaeda en contra de lo que la policía cree pero nunca probó ya que, tras su entrega, fue absuelto por la Audiencia Nacional. Las fuerzas del general uzbeko Abdul Rashid Dostum lo condujeron al fuerte de Qila-i- Jhangi, donde un misil le reventó un brazo. El 29 de diciembre de 2001, la Cruz Roja lo registró como detenido en Mazar-i-Sharif y residente en España.

La Cruz Roja tiene destacado en Guantánamo a un equipo que oscila entre 10 y 30 miembros y asiste a centenares de presos. Su trabajo consiste en registrar la identidad de los prisioneros, hablar con ellos en privado y darles la oportunidad de que escriban a sus familiares o reciban cartas de éstos. Responsables de organizaciones humanitarias se defienden y aseguran que han tenido experiencias similares de "suplantación" en diversos escenarios de guerra. Otros van más lejos y reconocen casos "aislados" de voluntarios que por la mañana trabajan para una ONG y por la tarde para la CIA.

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Sobre la firma

José María Irujo
Es jefe de Investigación. Especialista en terrorismo de ETA y yihadista, trabajó en El Globo, Cambio 16 y Diario 16. Por sus investigaciones, especialmente el caso Roldán, ha recibido numerosos premios, entre ellos el Ortega y Gasset y el Premio Internacional Rey de España. Ha publicado cinco libros, el último "El Agujero", sobre el 11-M.

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