Malestar en la cúpula militar paquistaní por la actuación de EE UU
Las fuerzas especiales dejaron maniatadas en la casa de Bin Laden a 16 personas
La cúpula del Ejército paquistaní se reunió ayer en su cuartel general de Rawalpindi para discutir la situación después de que fuerzas especiales de EE UU mataran a Osama bin Laden en Abbottabad. La operación ha puesto en evidencia a los militares paquistaníes, cuyo principal centro de formación se encuentra a un kilómetro escaso de donde se escondía el hombre más buscado del mundo. Nada se ha filtrado sobre el contenido de la reunión, pero el jefe del Estado Mayor, el general Ashfak Pervez Kayani, expresó su malestar: "No debiera cuestionarse el papel de Pakistán en la guerra contra el terrorismo".
Sus palabras responden sin duda a la afirmación del director de la CIA, Leon Panetta, de que no informó del plan a su contraparte paquistaní, el ISI, porque "no podía fiarse de que no lo filtraría". Consciente de ello y de las consecuencias que puede tener en la cuantiosa ayuda militar de EE UU a Pakistán, el Gobierno se apresuró a defender su trabajo. El ministro de Exteriores, Salman Bashir, declaró a la BBC que ya en 2009 su país mencionó el lugar a EE UU como un posible escondite de Bin Laden "entre millones de otros". El primer ministro, Yusuf Gilani, de visita oficial en Francia, también insistió en que las agencias de espionaje del resto del mundo compartían con la paquistaní su fracaso en encontrar a Bin Laden.
El Ejército, hasta ahora una de las instituciones más respetadas de Pakistán, está teniendo problemas para explicar su actuación durante la espectacular acción que ha llevado una vez más a su país a los titulares de todo el mundo. De hecho, para cuando los soldados paquistaníes alcanzaron el escondite de Bin Laden, los comandos estadounidenses debían de estar sobrevolando las montañas que separan Pakistán de Afganistán.
"Llegaron poco antes de las dos de la mañana", contó a este diario uno de los vecinos. "Los primeros soldados nos preguntaron dónde se había producido la explosión y les indicamos el camino", añadió otro haciendo un gesto hacia la casa, desde la calle principal de Abbottabad, a la entrada del barrio de Bilal. La explosión fue la que los propios comandos provocaron para destruir el helicóptero que les falló.
Sin embargo, una vez que tomaron el control de la finca donde vivía el terrorista, los militares trataron de sacar el máximo partido a lo que allí encontraron. Enseguida establecieron un perímetro de seguridad y limitaron el acceso a sus especialistas, mientras la policía se encargaba de impedir el paso de reporteros y curiosos. Solo cuando terminaron de retirar los restos calcinados del helicóptero de EE UU y otros materiales de su interés, a primera hora de la tarde del martes, permitieron que la gente se acercara hasta el muro exterior. Desde entonces han ido facilitando información fragmentaria y de forma anónima a los medios locales sobre lo que encontraron en su interior.
Así se ha sabido que una hija de Bin Laden contó que su padre fue capturado vivo y ejecutado por las fuerzas especiales estadounidenses. La niña es una de las 16 personas que los soldados encontraron maniatadas con bridas de plástico, entre ellas otros ocho niños de entre 2 y 12 años, y tres mujeres. Una de estas, de la que la televisión GEO ha mostrado el pasaporte, sería la última esposa del terrorista, Amal Ahmed Abdulfatá, nacida en Yemen en 1982 y que según los estadounidenses recibió un tiro en la pierna tras interponerse para proteger a su marido. Dentro del recinto también hallaron cuatro muertos por herida de bala, al parecer un hijo de Bin Laden, un guardaespaldas y dos hermanos que podrían ser los dueños de la finca, Arshad y Tarik Jan.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.