Irán dispara la tensión con más misiles
Los cohetes 'Shahab 3' y 'Seyil 2' pueden alcanzar Israel, las bases de EE UU en el Golfo y Europa - Washington, París, Berlín y Londres condenan la "provocación"
Irán probó ayer los dos misiles de mayor alcance de su arsenal, con capacidad para llegar hasta Israel, las bases estadounidenses en Oriente Próximo y partes de Europa. Aunque oficialmente se trataba de unas maniobras militares rutinarias, el lanzamiento transmite una imagen de desafío a las grandes potencias en vísperas de la reanudación de las conversaciones nucleares el próximo jueves en Ginebra. Además, el hecho de que la exhibición de fuerza se produzca justo después de revelarse que está construyendo una segunda planta de enriquecimiento de uranio de la que no había informado añade dificultades a esa cita.
"Las fuerzas armadas han disparado con éxito un misil Ghadr 1, que es una versión mejorada del Shahab 3, con un alcance de 1.800 kilómetros, y un misil Seyil de dos etapas que utiliza combustible sólido", anunció el general Hosein Salamí, en declaraciones difundidas por los medios estatales. Se trata del tercer disparo de cohetes en dos días de maniobras, pero a diferencia de los anteriores éstos constituyen una amenaza potencial para sus vecinos y así lo reconoció el militar. "Cualquier objetivo en la región está a su alcance", dijo.
El líder opositor Musaví rechaza un eventual aumento de las sanciones
No tardaron en llegar las críticas desde las principales capitales europeas. París pidió a Irán que "cese de inmediato" esas "actividades profundamente desestabilizadoras". Berlín las calificó de "inquietantes". Mientras que desde Londres, el secretario del Foreign Office, David Miliband, hablaba de "provocación" y señalaba que "el gran interrogante de la semana" era la actitud que Irán va a adoptar en las conversaciones del jueves. Para EE UU, también se trata de una provocación, según un portavoz del Gobierno.
"Cualquier cosa que se haga en ese contexto constituye una preocupación", declaró por su parte el Alto Representante europeo, Javier Solana, que encabezará la delegación del Grupo de los Seis (G-6) que ese día se reunirá en Ginebra con el negociador nuclear iraní, Said Yalilí. El G-6 (formado por EE UU, China, Rusia, Reino Unido, Francia y Alemania) pide a Irán que aclare de una vez por todas las ambigüedades y sospechas que suscita su programa nuclear.
"Todo ese ejercicio es para la galería. Dudo que impresione a nadie", interpretaba un embajador occidental acreditado en Teherán. Se trataría de transmitir un mensaje de firmeza tanto para consumo interno como de cara a los medios de comunicación internacionales. En su opinión, "tanto los militares iraníes como quienes sin duda les observan desde el espacio saben que la maquinaria bélica que exhiben no es rival para la de sus denostados enemigos, Estados Unidos e Israel".
Por más que el general Salamí haya insistido tras cada una de las fases de las maniobras en la fabricación local de los misiles, todos ellos son variaciones de prototipos chinos y rusos. Además, tanto el Seyil 2 y el Shahab 3, que han presentado como de largo alcance, quedan a mucha distancia de los 3.500 kilómetros a partir de los cuales se entra en esa categoría. Pero no es eso lo importante. Más allá de los detalles, el enorme esfuerzo tecnológico-militar iraní tiene un mensaje político.
En un momento de intensas presiones internacionales para que descubra todas sus cartas nucleares, los gobernantes iraníes desean dar una imagen de fuerza. Si las grandes potencias pensaban que iban a sentarse en Ginebra frente a un interlocutor débil y dispuesto a aceptar sus condiciones a la primera de cambio, están muy equivocadas. El régimen iraní puede haber perdido credibilidad a raíz de las polémicas elecciones del pasado junio, sin embargo, aún mantiene un férreo control de los instrumentos de poder. Y el pilar fundamental de ese poder es en la actualidad la Guardia Revolucionaria (los Pasdarán), una fuerza de élite creada por el ayatolá Jomeini para defender la República Islámica y que no sólo dirige el programa nuclear y armamentístico, sino una porción cada vez mayor de la economía iraní.
Ayer mismo, la prensa local informaba de que el consorcio Etemad-e Mobin, participado por la Guardia Revolucionaria, ha comprado la mitad más una de las acciones de la compañía nacional de telecomunicaciones. La operación, que con 7.800 millones de dólares es la mayor registrada en la Bolsa de Teherán, sitúa otro sector estratégico bajo la batuta de ese ejército paralelo al que muchos iraníes responsabilizan de la represión de las protestas poselectorales (ayer mismo, un grupo de estudiantes se manifestaron en la Universidad de Teherán contra el Gobierno). En definitiva, que existen otros intereses en juego, más allá de la imagen internacional.
Además, recurrir a la carta nacionalista y agitar la bandera de la amenaza exterior da buenos resultados en Irán. El presidente del Parlamento, Ali Lariyaní, considerado un conservador moderado, dijo ayer que el G-6 busca "imponer su voluntad" a Irán. El veterano y cauteloso Alí Akbar Hashemí Rafsanyaní, cuyas diferencias con el actual Gobierno son notorias, pidió a la UE que "deje de poner excusas". E incluso el dirigente opositor Mir-Hosein Musaví se sintió obligado a manifestar su oposición a un eventual aumento de las sanciones.
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