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El día en que Stalin fue derribado en Budapest

El empleado Itsvan Tollas rememora aquella noche hace veinticinco años, el 23 de octubre de 1956, cuando "nuestra columna llegó a la plaza de Stalin y al mismo tiempo entraron por todas las esquinas tractores y camiones que traían gruesos cables de acero. Ante nosotros se elevaba, sobre un pedestal de unos treinta metros de ancho y quince de altura, la estatua de bronce de Stalin, de dieciséis metros".Sobre el pecho de Stalin alguien había puesto un enorme letrero que decía: "Ruso: cuando huyas, no olvides llevarme contigo". La empresa de arrancar la estatua del pedestal no fue fácil. Tollas recuerda la llegada de un camión con dos trabajadores jóvenes que traían unos sopletes de soldar y empezaron a cortar la estatua por los pies. Después volvieron a colocar los cables, y a las 21.35 horas (yo miré exactamente la hora en mi reloj) cayó la estatua de bronce de Stalin desde el pedestal al suelo, en medio del júbilo de la muchedumbre de unas cien mil personas".

El derribo de la estatua produjo en el empleado la sensación de que, "de repente, se debilitó la presión que durante tantos años pesaba obre nuestros corazones".

Desde aquella mañana del 23 de octubre, las calles de Budapest están llenas de manifestantes, en su mayoría estudiantes y trabajadores jóvenes, que gritan ¡Fuera rusos!, ¡Rakosi, al Danubio!, ¡Imre Nagy, al Gobierno!, ¡Todos los húngaros, con nosotros! La explosión de aquel día es la culminación de un proceso iniciado con la muerte de Stalin en la Unión Soviética.

Sandor Kopacsi, jefe de policía de Budapest durante la rebelión de 1956, después condenado a cadena perpetua y hoy exiliado en Canadá, recuerda que tres meses después de la muerte de Stalin, Matyas Rakosi, secretario general del Partido Comunista húngaro, acudió a Moscú, donde tuvo que afrontar a toda la dirección soviética en pleno. Nikita Jruschov le echó en cara: "Usted está diezmando al pueblo y comete un crimen tras otro. Si las cosas siguen así, la gente llegará con tridentes y le echarán del país".

En tono más suave, Malenkov dijo a Rakosi: "Usted es un viejo luchador y tiene que comprender la situación. Usted tiene que compartir el poder". Los soviéticos propusieron a Rakosi el nombre del viejo comunista Imre Nagy para primer ministro. Rakosi aceptó, pero dos años después pasó al contraataque y expulsó a Nagy del Comité Central, bajo la acusación de "partidario de Trotski y Bujarin".

La marcha de los tiempos trabaja en contra del estalinista Rakosi. En la Unión Soviética se denuncian los crímenes del estalinismo en el 20º congreso del partido comunista, se restablecen las relaciones con el hereje yugoslavo Tito, y en Polonia, tras la muerte del estalinista Bierut, en Moscú, y la revuelta popular de Poznan, llega al poder el comunista nacionalista Gomulka.

En Hungría, los intelectuales se reúnen en el Círculo Petofi, bautizado con el nombre del poeta nacional Sandor Petofi, que el año 1848 recitó ante el edificio del Museo Nacional el poema Arriba, magiares, la patria llama, con lo que desencadenó la rebelión popula contra la dinastía Habsburgo. El Círculo Petofi se convierte en el foco de la rebelión intelectual Cuando Rakosi, que había recuperado el poder pleno, quiere tomar medidas y efectuar detenciones masivas, el Buró Político no le si gue plenamente. El vicepresidente del Gobierno soviético, Anasta Mikoyan, irrumpe inesperadamente en la reunión del Buró Político del Partido Comunista húngaro y le obliga a dimitir. Rakosi se retira a un despacho y llama por teléfono al Kremlin. Jruschov le dice que el Politburó soviético "considera aconsejable que dimita".

Es el momento de Erno Gero un viejo funcionario del Komintern, veterano de la guerra civil española, en el fondo no menos estalinista que su predecesor Rakosi, pero que no puede detener ya el proceso en marcha.

El entierro de Rajk

El 6 de octubre es el aniversario de la ejecución de trece generales en la guerra de independencia de 1848. Ese mismo día de 1956 se celebra en Budapest el entierro solemne y la rehabilitación de Laszlo Rajk, ministro de Asuntos Exteriores de Hungría, que había sido ejecutado el año 1949 acusado de titoismo.

El entierro de Rajk fue una concentración masiva, un anticipo silencioso de lo que ocurrió diecisiete días más tarde. El escritor Aczel y el periodista Meray recuerdan que "reinaba un silencio frío, duro, un silencio amenazante. Los habitantes de Budapest llegaron en columnas sin fin, tranquilas y ordenadas: trabajadores de las fábricas, empleados de las oficinas, estudiantes, algunos campesinos, los torturadores, los ofendidos, los que sufrían desde hacía mucho tiempo.

El movimiento de rebelión entre los intelectuales y estudiantes sigue a gran velocidad. La víspera del 23 de octubre, los estudiantes deciden salirse de la organización juvenil comunista y fundar una nueva. Se elabora una lista con catorce puntos, y la primera exigencia es "la retirada inmediata de todas las tropas soviéticas, según las disposiciones del tratado de paz"; el punto dos exige la elección de una nueva dirección para el partido comunista, de forma secreta y de abajo hasta arriba. El punto tres exige la constitución de un Gobierno "bajo la dirección del camarada Imre Nagy.

En la oficina donde trabaja Istvan Tollas, un joven empleado se levanta y tira el lápiz cuando el reloj da la una: "Todavía hoy me avergüenzo de haber sido el tercero en levantarme y dejar el trabajo".

Las calles de Budapest se inundan de banderas, nacionales con los colores rojo, blanco y verde. Las banderas aparecen recortadas con un hueco donde antes estaba la estrella roja, el martillo y las dos espigas, símbolo del partido comunista. La masa de manifestantes acude a la radio para que se lean los catorce puntos. Fuerzas de los servicios secretos, los temidos avos, defienden el edificio de la radio.

En vez de los catorce puntos, la radio transmite, a las ocho de la noche, un discurso del secretario general del partido, Enro Gero, que califica de chusma a los manifestantes.

Los primeros disparos

Según un informe oficial, elaborado por el Gobierno húngaro después de sofocada la rebelión, entre las ocho y las nueve de la noche los manifestantes empezaron a lanzar piedras y botellas de gasolina encendida contra el edificio de la radio. Los avos responden con gases lacrimógenos, y una hora más tarde abrieron fuego contra la muchedumbre de manifestantes.

Un teniente coronel, Janos Decsi, que se encontraba ante el Museo Nacional en aquel momento, recuerda la llegada de dos ambulancias que trataron de abrirse paso hasta la casa de la radio. La gente asaltó las ambulancias y descubrió, que en el fondo estaban llenas de armas y munición para los avos. Los que iban en las ambulancias fueron casi linchados y las armas y munición pasaron de mano en mano.

Llegan soldados para reforzar a los avos en la casa de la radio, pero se pasan con todas sus armas a los manifestantes. Aquella misma noche las fábricas de armas de Budapest, que estaban prácticamente sin protección, fueron asaltadas y gran cantidad de armas cayeron en manos de los manifestantes.

Los amigos de Nagy fueron a buscarle a su casa la noche del 23 de octubre. El viejo comunista, que había pasado gran parte de su vida en la Unión Soviética, se va a convertir en la figura trágica y simbólica de la rebelión húngara. Al final del caminó iniciado aquella noche Nagy se encontraría, el 16 de junio de 1958, ante el pelotón de ejecución. El escritor Meray cuenta cómo aquel 23 de octubre, Nagy "se sentó en silencio en el coche que le llevó al Parlamento".

Cuando habló preguntó extrañado qué significaba la bandera con un agujero en medio. Se habían cumplido sus más negras predicciones: la política oportunista del partido llevó a las masas a la revuelta y conducido al país a una difícil crisis. Nagy empezo su discurso a la muchedumbre con la palabra "camaradas", pero un grito le cortó: "No somos camaradas".

La noche de los tanques rusos

Aquella misma noche los tanques soviéticos entraron en Budapest. La radio apela continuamente, de forma ultimativa, para que los sublevados entreguen las armas, y al mismo tiempo advierte contra "los bandidos que se han metido en las fábricas y edificios públicos y han asesinado a civiles, fuerzas del Ejército y servicios de seguridad. El Gobierno no estaba preparado para estos ataques sangrientos alevosos y, según las disposiciones del Pacto de Varsovia, se ha dirigido a las fuerzas soviéticas estacionadas en Hungría para pedir ayuda. De acuerdo con los deseos del Gobierno, las unidades soviéticas intervienen para restablecer el orden".

El 24 de octubre los obreros de Budapest declaran la huelga general; unidades del Ejército húngaro se pasan a los rebeldes. La rebelión se extiende a todo el país, e Imre Nagy pasa a ocupar el puesto de primer ministro El día 25 de octubre, con los dirigentes soviéticos Anastas Mikoyan y Mijail Suslov en Budapest, Janos Kadar pasa a ocupar el puesto de secretario general del partido. Ese mismo día, el jueves sangriento, fuerzas de los servicios secretos, los avos, provocan una matanza de manifestantes ante el Parlamento. El primer ministro, Nagy, promete por radio la retirada de las tropas soviéticas si se restablece el orden.

El Ministerio de Defensa manda al coronel Pal Maleter con sus carros a defender el cuartel Killian. Maleter, que luego fue ministro de Defensa veinticuatro horas y murió ejecutado con Nagy, en conversación con rebeldes detenidos se convenció de que no eran elementos contrarrevolucionarios.

Cuando el ministro de Defensa le dijo por teléfono que no tenía ningún poder sobre los tanques sovieticos, le gritó al teléfono: "En ese caso, le advierto que abriré

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fuego sobre el primer tanque soviético que se aproxime al cuartel Killian". El nuevo secretario general del partido, Janos Kadar, un hombre que estuvo en las cárceles de Rakosi, donde sufrió torturas, promete por radio amnistía para todos los rebeldes que entreguen las armas. En el país se empiezan a crear en las fábricas consejos obreros.

El 27 de octubre se forma un nuevo Gobierno presidido por Nagy, con el teórico marxista Gyorgy Lukacs como ministro de Cultura y dos ministros no comunistas. Un día más tarde, Nagy anuncia la inmediata retirada de las tropas soviéticas de Budapest y la disolución de los avos.

El 29 de octubre se anuncia la creación de una guardia nacional, formada por militares, policías y representantes de los rebeldes, que quedaría encargada de restablecer el orden. Al día siguiente, Nagy anuncia la supresión del sistema de partido único y el comienzo de negociaciones para la retirada de las tropas soviéticas de Hungría. Nagy forma un nuevo Gobierno, con Janos Kadar de ministro de Estado, y Pal Maleter, el coronel rebelde, viceministro de Defensa. El cardenal Mindszenty, que estaba prisionero, queda en libertad y se dirige a Budapest.

El 31 de octubre empiezan a circular noticias de que tropas soviéticas se aproximan de nuevo a Budapest. El embajador de la Unión Soviética en Budapest, Yuri Andropov, actualmente jefe deja policía política soviética (KGB), da largas y engaña a Nagy, que pide cuentas al diplomático sobre los movimientos de las tropas soviéticas hacia la capital húngara.

El 1 de noviembre, el secretario general del partido, Janos Kadar, habla por radio sobre la "rebelión que sacudió de nuestro pueblo el régimen de Rakosi y consiguió para el pueblo la libertad y la independencia para el país". Ese mismo día, Nagy anuncia la neutralidad de Hungría y la retirada del país del Pacto de Varsovia.

El 3 de noviembre Nagy nombra un nuevo Gobierno, con Maleter en el cargo de ministro de Defensa. A las ocho de la tarde, un convoy militar, con Maleter y una delegación, se dirige hacia el cuartel general soviético en Tokol, con el encargo de negociar la retirada de las tropas soviéticas.

La delegación es recibida con honores militares, un fotógrafo de la agencia de noticias húngara capta el momento de los saludos con el general soviético Malinin. En medio de la negociación, fuerzas de seguridad soviéticas irrumpieron en la habitación y detuvieron a la delegación húngara y todos fueron encerrados en una habitación cara a la pared.

Uno a uno fueron sacados y los que quedaban dentro escucharon cada vez ráfagas de ametralladoras. Los soviéticos dispararon al aire. Pasada la medianoche todos estaban en celdas aisladas en el cuartel general soviético cuando temblaron las paredes. Los tanques soviéticos partían para el ataque a Budapest.

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