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Groenlandia quiere la soberanía

La provincia autónoma danesa someterá el autogobierno a referéndum

María Antonia Sánchez-Vallejo

El hecho diferencial en Groenlandia se llama petróleo. Al margen de esgrimir su especificidad étnica -el 80% de los 57.100 habitantes de la isla son inuits (esquimales)-, las autoridades de esta provincia autónoma danesa ven en los más de 31.000 millones de barriles de crudo que encierran sus costas la verdadera llave para la independencia. Una autodeterminación que podría no estar lejos si, en el referéndum

que se celebrará en noviembre, la mitad más uno de los votantes se pronuncia a favor de un mayor autogobierno.

El petróleo de las costas es la verdadera llave de la independencia
El resultado de las urnas parece tan claro que hay fecha para la autonomía

Aunque, más que de una consulta, se trata en realidad de una pregunta retórica: el resultado de las urnas parece tan claro que ya hay fecha para la entrada en vigor de esa autonomía ampliada, el 21 de junio de 2009. Lo que pase después será sólo una cuestión de matices, una escala semántica de grados de soberanía.

En mayo, los primeros ministros de Dinamarca, Anders Fogh Rasmussen, y Groenlandia, Hans Enoksen, aprobaron la celebración de la consulta. Y Enoksen, un nacionalista monolingüe (no habla danés; sólo kalaallisut), cumplía por fin con la promesa hecha en 2002, cuando accedió a la jefatura del Gobierno autónomo como líder del partido Siumut (Adelante). Su socio de Gobierno desde entonces, la formación independentista Inuit Ataqatigiit (Hermandad Inuit), no se iba a conformar con menos.

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La isla más grande del mundo (2.166.000 kilómetros cuadrados) es provincia autónoma de Dinamarca desde 1979, y con tal nivel de competencias, que se permitió el lujo de descolgarse de la Comunidad Europea (hoy Unión Europea) en 1985 por desacuerdo con las cuotas pesqueras comunitarias. El Gobierno de Nuuk (la capital, 15.000 habitantes) decide libremente sobre fiscalidad, pesca (la mayor fuente de ingresos y el 94% de sus exportaciones), asuntos culturales, medioambientales, religiosos y sociales; educación y trabajo. Sólo la política exterior, la defensa, la justicia y el sistema monetario siguen de momento en manos de Copenhague.

Pero esa autonomía ha sido hasta hoy inversamente proporcional a su dependencia económica de la metrópoli. Cada año, Dinamarca desembolsa a fondo perdido 3.200 millones de coronas (430 millones de euros), la mitad del presupuesto de la isla. Por eso, el sector público es el que mayor peso tiene, aunque suponga un cuerpo extraño en el seno de una sociedad seminómada de cazadores y pescadores.

"Los groenlandeses son hoy una población muy acomodaticia, rentista", explica el antropólogo español Francesc Bailón, que reside en la isla parte del año. "En las últimas décadas, los inuits han pasado de cazadores a asalariados, lo que ha agudizado el proceso de aculturación", explica.

Así las cosas, el petróleo se revela como clave. El informe más concluyente sobre la existencia de crudo en Groenlandia es del US Geological Survey: las reservas alcanzarían los 31.000 millones de barriles, lo que haría de Groenlandia el 19º productor de petróleo del mundo. Las grandes multinacionales del sector (BP, Chevron, Shell o Exxon, entre otras) operan ya en la cuenca Disko-Nuussuaq, en la costa noreste, donde 100.264 kilómetros cuadrados son objeto de prospecciones. El Gobierno autónomo groenlandés participa en todas las licencias concedidas, que se han multiplicado por tres en el último lustro.

El problema es que Dinamarca pretende recibir la mitad de los royalties, y a la vez reducir su contribución a las arcas groenlandesas. Ése ha sido el principal escollo de las negociaciones bilaterales, resuelto finalmente en un acuerdo base por el cual Groenlandia recibirá los primeros 75 millones de coronas (10 millones de euros) que produzcan los barriles de crudo; por encima de esa cantidad, los beneficios se distribuirán equitativamente y se deducirán de la contribución anual de Copenhague. La recesión en que ha entrado Dinamarca bien podría explicar la suelta de amarras, metafórica y económicamente hablando, de su ex colonia.

Pero ¿pueden el petróleo, o la independencia, dar la felicidad a los groenlandeses? La mayoría esquimal conoce "uno de los índices de delincuencia más altos del mundo, sobre todo si consideramos la bajísima densidad de población [0,026 habitantes por kilómetro cuadrado]", subraya Bailón. El proceso de ajuste entre los inuits y la modernidad se desarrolla a trompicones. Prueba de ello es que empiezan a aparecer los primeros casos de diabetes, una enfermedad inédita hasta hace poco en la isla. Se disparan también el alcoholismo, los suicidios y los delitos sexuales.

Puede que el proceso de concentración de la población llevado a cabo por Copenhague a mediados del pasado siglo tenga que ver en esa desorientación. O la papilla indigesta que supone ser étnicamente inuit, ciudadano danés -de segunda- y víctima de las condiciones meteorológicas más extremas del mundo.

El gigantesco glaciar con ramificaciones de fiordos como un festón de encaje, tan alejado del continente europeo que está justo al lado de Canadá, cuatro horas por detrás de la metrópoli y varias veces más caro que aquélla, se prepara para un fundido en negro: mientras el hielo se derrite por el cambio climático, el petróleo comienza a emerger a la superficie.

Un tiro de perros arrastra un trineo en una zona cerca de Ilulissat, uno de los destinos turísticos de Groenlandia.
Un tiro de perros arrastra un trineo en una zona cerca de Ilulissat, uno de los destinos turísticos de Groenlandia.REUTERS

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