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Columna
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Grande y caótica

Lluís Bassets

Una democracia grande y caótica. Así describía Obama al sistema político de su país, en una entrevista con Peter Baker para el New York Times (publicada por EL PAÍS el domingo 14 de octubre). Grande no tan solo por sus dimensiones, geográficas y demográficas, sino por su profundidad y su riqueza, y por su influencia como modelo político en el mundo. Este próximo martes, los ciudadanos acuden a las urnas para renovar entera la Cámara de Representantes (435 escaños) y un tercio del Senado (37 escaños), 6.118 escaños de las Cámaras bajas y los Senados de los Estados federales, 37 gobernadores, 26 secretarios de Estado (equivalentes al primer ministro de los Estados federales), 30 fiscales generales estatales, además de otros cargos menores y, en 37 Estados que cuentan con sistemas de democracia directa, para votar en 160 preguntas sobre iniciativas legislativas populares en las que se decide desde la legalización de la marihuana hasta la prohibición de los matrimonios gais. Pero las elecciones de mitad de mandato son también un referéndum informal para el presidente elegido dos años antes, en el que los ciudadanos suelen castigar al titular; sobre todo, como es el caso, en mitad de una crisis devastadora para el empleo.

Obama debe buscar algún éxito en política exterior para asegurar su reelección en 2012

De ahí la exactitud del segundo adjetivo usado por Obama: caótica. Y como consecuencia, contradictoria en muchas ocasiones: los ciudadanos castigarán a Obama por decisiones tomadas por Bush, como la asistencia financiera a los bancos en crisis; y son buena parte de quienes recibieron estas ayudas quienes han financiado el castigo electoral a Obama. Caótico e irracional es el sistema de financiación, después de la sentencia del Tribunal Supremo que avala las donaciones privadas electorales sin límite como parte de la libertad de expresión, aplicable no a los individuos sino a las empresas. Como es caótica e irracional, aunque de una eficacia temible, la oposición radical de las bases republicanas organizadas en el Tea Party, movimiento sobre todo contra los impuestos y el intervencionismo gubernamental.

Estados Unidos se juega mucho en este martes electoral en todos sus niveles de Gobierno, pero sobre todo se lo juega Obama. Al día siguiente, el 3 de noviembre, empieza en propiedad su campaña para la reelección presidencial de 2012. Toda su actuación en los dos años siguientes estará orientada en esta dirección. Pero lo que decida esta democracia grande y caótica también va a tener una gran repercusión en la marcha del mundo. Por la presidencia, naturalmente: sus márgenes de acción, su capacidad para actuar en la esfera internacional. Pero también por las actitudes ideológicas e iniciativas políticas que marcan tendencia: véase el seguimiento del Tea Party en todo el mundo.

Un presidente debilitado y un país dividido tienen mayores dificultades para ejercer el liderazgo mundial, incluso en el caso de que Obama se dedique fundamentalmente a la política internacional, como probablemente le va obligar este nuevo Congreso derechizado y más republicano que saldrá de las urnas y le impedirá legislar como ha hecho hasta ahora. A notar que cuanto más fuertes sean los candidatos del Tea Party el próximo martes, mayores serán las dificultades de Obama con el Congreso; pero más fáciles se le pondrán las cosas para la reelección en 2012. Todo lo que el Tea Party aporta a los republicanos en mordiente antidemócrata se lo quita en capacidad de unirles y movilizarles alrededor de un candidato presidencial elegible para 2012.

Obama no ha sido hasta ahora un presidente fuerte en el interior, donde le ha costado Dios y ayuda sacar la legislación sanitaria y la regulación financiera, sus dos éxitos más claros, y tampoco en el exterior, donde le cuesta imponerse en un mundo de poderes emergentes, China sobre todo, y de aliados y amigos demasiado débiles como los europeos o demasiado despóticos como los israelíes. La restauración de la imagen exterior de EE UU, el mayor tanto que se ha apuntado, se ve erosionado por sus promesas incumplidas (cerrar Guantánamo), sus continuidades con Bush (ver las filtraciones de Wikileaks) y el embrollo que siguen siendo Irak y Afganistán. Algo debería llevarse Obama a la boca para asegurar su reelección y su presidencia: la paz en Oriente Próximo, por ejemplo; o la contención definitiva del peligro nuclear iraní.

Mientras esta democracia grande y caótica exhibe su debilidad y sus peleas ante el mundo, la dictadura inmensa y ordenada que es China sigue tomando decisiones trascendentales para todos en silencio y a puerta cerrada, como sucedió hace apenas 10 días, cuando se reunió el Comité Central del PCCh. Aunque el atractivo de EE UU sigue siendo inmenso y muchos ciudadanos de todo el mundo desearían que su voto contara también en la elección del presidente americano y -¿por qué no?- de los congresistas y senadores, la realidad es que sigue creciendo también lo que Felipe González ha descrito como la fascinación mundial por el mandarinato chino.

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Sobre la firma

Lluís Bassets
Escribe en EL PAÍS columnas y análisis sobre política, especialmente internacional. Ha escrito, entre otros, ‘El año de la Revolución' (Taurus), sobre las revueltas árabes, ‘La gran vergüenza. Ascenso y caída del mito de Jordi Pujol’ (Península) y un dietario pandémico y confinado con el título de ‘Les ciutats interiors’ (Galaxia Gutemberg).

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