Fukushima y Garoña, nucleares hermanas
La central accidentada es gemela de la de Burgos, centro del debate atómico
El cubo de cemento de la nuclear de Fukushima tiene una réplica en la central de Santa María de Garoña, en Burgos. Ambas pertenecen a la veintena existentes de reactor de agua en ebullición (BWR, por sus siglas en inglés) construidas por General Electric en los años setenta en medio mundo.
El reactor número 1 del complejo de Fukushima I, de seis reactores, es un modelo de General Electric de 439 megavatios que se conectó a la red en marzo de 1971. La central burgalesa tiene 460 megavatios de potencia y se conectó a la red en mayo de 1971.
En España, sin embargo, no hay la actividad sísmica de Japón y la única nuclear en la costa, Vandellòs II, está en Tarragona, donde el riesgo de tsunami es obviamente mucho menor. El Foro Nuclear, que agrupa a las seis centrales españolas, recordó ayer en un comunicado que "solo se ha registrado un terremoto, en 2007 en la zona de Guadalajara, con una duración de 2 segundos y una magnitud de 4,2 en la escala de Richter. Fue detectado por la central de José Cabrera [Zorita], parada desde el 2006. No provocó daños ni tuvo consecuencias en su seguridad".
El PSOE suavizó su postura sobre el cierre de las más antiguas
El debate en España es ideológico porque hay exceso de potencia eléctrica
El director de Protección Radiológica del Consejo de Seguridad Nuclear (CSN), Juan Carlos Lentijo, afirmó ayer que era pronto para ver la implicación de lo sucedido en Japón sobre las nucleares españolas: "Confío en el diseño de nuestras centrales". Sin embargo, otras fuentes del CSN admitieron que la revisión en todo el mundo de los sistemas de seguridad de las nucleares era inevitable. Un equipo del CSN seguía desde la sala de emergencias la información que la Agencia Internacional de Energía Atómica enviaba desde Viena, aunque sus comunicaciones a menudo llegaban con retraso respecto a las agencias de noticias en Japón.
Carlos Bravo, de Greenpeace, pidió al Gobierno español que "aprenda la lección" de Fukushima y "asuma su compromiso de cerrar las nucleares, empezando por Garoña". El accidente japonés llega en pleno debate nuclear en España. En 2009, el Ejecutivo socialista decidió cerrar Garoña en 2013, cuando la central tenga 42 años. El presidente, José Luis Rodríguez Zapatero, se había comprometido a realizar un calendario de cierre nuclear y a clausurar las plantas cuando cumplieran los 40 años para los que fueron inicialmente diseñadas. Sin embargo, con los años ha ido suavizando su postura y ha eliminado el plazo de los 40 años de vida que el PSOE introdujo en la Ley de Economía Sostenible. El PP ha anunciado que mantendrá la central abierta si llega al poder y la fundación FAES, del expresidente José María Aznar, propuso la semana pasada la búsqueda de nuevos emplazamientos para construir más nucleares.
El debate es más ideológico que práctico, porque España tiene un exceso de potencia eléctrica instalada. Desde 2002 se han construido más de 22.000 megavatios de centrales de gas que ahora están casi paradas por la caída de demanda eléctrica por la crisis. Desde 2004, España es exportador neto de electricidad (a Portugal, Marruecos y Andorra) y en 2010 además exportó electricidad a Francia, el país más nuclearizado de Europa.
SINIESTROS EN CENTRALES ATÓMICAS
Harrisburg (EE UU, 1979). Errores hasta la fusión del núcleo
El 28 de marzo de 1979, la planta nuclear de Three Mile Island (Harrisburg, Pensilvania) sufrió un grave accidente que no causó víctimas mortales pero sí un notable impacto en la opinión pública estadounidense y un frenazo en el desarrollo de la industria nuclear en el país en las décadas posteriores.
La planta de Harrisburg registró problemas en el sistema de refrigeración de un reactor. Errores técnicos y humanos agravaron la situación hasta llegar a la fusión del núcleo. El edificio de contención logró sin embargo resistir, lo que evitó una contaminación radiactiva grave. Miles de habitantes fueron evacuados. El accidente fue clasificado con el nivel 5 en una escala de 7.
Los estudios realizados sobre la población de la zona demuestran que además de no producirse víctimas mortales en el accidente, tampoco hubo daños a personas a largo plazo. Aun así, miles de habitantes fueron evacuados ante la nube radiactiva que se formó, de unos 30 kilómetros cuadrados.
Vandellòs (España, 1989). El peor incidente en España
El incendio de la central de Vandellòs I (Tarragona) el 19 de octubre de 1989 ha sido el más grave en la historia de la energía nuclear en España. Fue catalogado como de nivel 3 en la escala de riesgos (cuyo máximo es el 7). Eso quiere decir que fue un incidente grave, que causó una exposición de 10 o más veces el límite legal anual para los trabajadores y tuvo efectos no letales en su salud. La población de la zona no se vio afectada, pero el Gobierno Civil preparó incluso su evacuación.
El accidente comenzó por un incendio en la sala de turbinas cuyas llamas se extendieron hasta una balsa del aceite de refrigeración colindante con el edificio. El destrozo producido fue de tal magnitud, y las medidas correctoras para evitar que se repitiera tan importantes, que el dueño de la central decidió que le salía más rentable cerrarla.
Actualmente se encuentra en fase de desmantelamiento, pero el proceso no se podrá terminar, como pronto, hasta 2014, ya que el núcleo debe estar inactivo durante al menos 25 años.
Chernóbil (Ucrania, 1986). La catástrofe que aún sigue
El accidente de Chernóbil (Ucrania, 1986) ha sido el más grave de la historia de la energía nuclear. Clasificado como de nivel 7 (el máximo de la escala internacional de accidentes nucleares), la explosión del núcleo del reactor liberó tanta radiación como las bombas arrojadas en 1945 por los estadounidenses sobre Hiroshima.
En la deflagración murieron 31 personas, pero los efectos sobre la salud de los habitantes de la zona (y del resto de Europa, ya que la nube radiactiva se detectó en lugares tan lejanos como Suecia o Francia) todavía persisten. La hoy extinta Unión Soviética tuvo que evacuar a unas 135.000 personas.
Las emanaciones han causado miles de tumores -son típicos los de tiroides por la acumulación de yodo radiactivo-, problemas de fertilidad en hombres y mujeres y malformaciones en los fetos.
La solución del desastre fue construir un sarcófago de hormigón que se concluyó en 2000, y que se reforzó con otro en 2004.
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