"EE UU tiene que escucharnos"
Siria siente que ha salido ganadora de las últimas crisis de Oriente Próximo, el triunfo electoral de Hamás en Gaza y el pulso de Hezbolá a Israel. Su presidente, Bachar el Asad (Damasco, 1965), se muestra seguro y confiado en esta nueva situación, pero su tono más que desafiante parece buscar el diálogo. Con Israel, pero sobre todo con Estados Unidos. "Tiene que hablar con nosotros para entendernos", "tiene que escucharnos", repite en varias ocasiones durante la entrevista concedida a EL PAÍS el pasado miércoles en el pabellón de invitados del Palacio del Pueblo, su residencia oficial.
En la calle, los propagandistas del régimen han unido la imagen de Bachar a la de Hasan Nasralá en los carteles con los que la gente expresa su apoyo al líder de Hezbolá. Pero el presidente del único país árabe laico desestima el riesgo de un posible contagio islamista. "Nasralá defiende una causa nacional, patriótica, no un partido o una religión", asegura a pesar de reconocer más tarde que el fanatismo está aumentando en Siria. Este oftalmólogo sin vocación política, que llegó al poder a la muerte de su padre en junio de 2000, da la impresión de empezar a sentirse cómodo en el cargo.
Deseoso de renegociar el papel regional de su país, el jefe del Estado sirio insiste en la necesidad de convertir el conflicto de Líbano en una oportunidad para encarar finalmente un proceso de paz en la región. "Hay que confiar en Siria", señala sabedor sin duda de los recelos que suscitan sus promesas de impedir el rearme de Hezbolá a través de su frontera. "Si existe voluntad de introducir armas de contrabando ((en Líbano)), ni las resoluciones del Consejo de Seguridad, ni ningún despliegue militar, podrán evitarlo", justifica.
El mensaje es que "la única solución es lograr la paz". Aún así, trata de tranquilizar a España y a otros países que han desplegado fuerzas en el sur de Líbano. "Considero que la participación española en la FPNUL ((Fuerza Provisional de Naciones Unidos para Líbano)) es positiva y trabajamos para que lo siga siendo", afirma matizando su rechazo a la resolución 1701 para cuyo éxito subraya el a necesidad de un trabajo político paralelo. Durante la hora y media de conversación, salpicada de bromas y sin cuestionario previo, el presidente sirio también pide a Europa que se implique más en la región.
Pregunta. La guerra de este verano en Líbano ha puesto de nuevo a Siria en el ojo del huracán. Usted se ha mostrado muy crítico con la resolución 1701 de la ONU con la que se le puso fin. ¿Por qué?
Respuesta. Quisiera precisarle algo. Uno de los errores de las grandes potencias es que tratan los asuntos a corto plazo. La posición de Siria no ha cambiado. Es la misma antes y después de la guerra. Ese error es uno de los que han causado la guerra: el no comprender la postura siria, ni los problemas de toda la región, ni el papel de la antigua FPNUL. Así llegamos a la resolución 1701 del Consejo de Seguridad que habla del actual despliegue de fuerzas internacionales en Líbano. A este respecto, nuestra postura de apoyar a las fuerzas internacionales viene de atrás. Cuando a partir del año 2000 se empezaron a reducir las tropas de la FPNUL, nosotros advertimos del peligro que suponía. Hay otros aspectos en la resolución. En nuestra opinión no es ecuánime, pero buscamos su lado positivo. También tiene puntos poco claros que pueden interpretarse de forma positiva o negativa. Depende de cómo se aplique. Por ejemplo, Israel todavía no se ha retirado de Líbano, su aviación sigue violando la soberanía libanesa y ha habido tres operaciones de comando después del alto el fuego. Lo que yo destacaría de la resolución es que tenemos que entender que sus efectos son provisionales. Meses, años, no sabemos... La solución es lograr la paz. Ese es el eje de nuestra visión.
P. ¿Qué opina de la participación española en la fuerza multinacional? Nos preocupa que dijera que la presencia de tropas europeas en suelo libanés es un complot occidental para dividir el mundo árabe...
R. Nuestro apoyo a la FPNUL significa que apoyamos igual a cualquiera de sus integrantes, incluida España. En segundo lugar, España confía en nosotros y nosotros tenemos fe en España, en especial, voy a ser claro y franco, desde la llegada ((al Gobierno)) del presidente Zapatero. En tercer lugar, y es lo más importante, que la FPNUL mantenga su misión dentro del marco legal del artículo 6, y no del artículo 7, de la Carta de las Naciones Unidas. Por otra parte, para que esos esfuerzos tengan éxito se requiere estabilidad en la región. Es decir, que junto a la presencia de las fuerzas, españolas y de otros países, es muy importante el trabajo político paralelo. Tenemos que trabajar juntos para estabilizar la situación en Líbano porque la situación actual no es estable. Hay un aspecto más global, pero no menos importante, ¿qué papel quiere tener Europa? Su contribución se ralentizó mucho el año pasado. Tal vez porque estaban preocupados con la Constitución europea, o por las divisiones internas sobre la guerra contra Irak. Ustedes son parte de Europa. Por ello, considero que la participación española en FPNUL es positiva y trabajamos para que lo siga siendo, a condición de que se mantenga el ambiente ((que he descrito)).
P. La opinión pública española también la considera positiva porque es una misión de la ONU, solicitada por el Gobierno libanés y que cuenta con el respaldo de la población. Sin embargo, nos preguntamos qué condiciones se tienen que dar para que los soldados puedan regresar con el trabajo cumplido.
R. La única condición es que ustedes, como también los otros países que participan en la FPNUL, se mantengan neutrales entre libaneses e israelíes, las dos partes contendientes. Con sinceridad, esperamos que su posición no sea como la alemana. Los alemanes declararon que venían a proteger a Israel, lo que descalifica su misión. Conviene recordar por qué fracasaron las fuerzas internacionales, estadounidenses, italianas y francesas, en 1983. No se puede venir a la región y tomar partido por uno de los contendientes. Por eso hay que dejar claro que la resolución 1701 no está bajo el artículo 7, ya que significaría que los soldados están al lado de una de las partes ((los israelíes)). Otra cuestión es la importancia de las tropas. Su peso no está en las armas, sino en que cada contingente representa a un país y eso es lo que bloquea una eventual agresión en el terreno. De ahí que cuantos más países formen parte ((del despliegue)) mejor. Eso es lo que permitirá que sus soldados vuelvan con éxito.
P. ¿En cuánto tiempo?
R. Eso depende de la política. Si envían las tropas sin prisa, corremos el riesgo de que se queden para la eternidad. El problema con Naciones Unidas es que una vez que se aprueban las resoluciones, se olvidan de ellas. Si se entiende que la resolución 1701 es una medida temporal y que debemos regresar al proceso de paz, el asunto no durará muchos años. Cuando el proceso de paz comenzó en Madrid, esperábamos que durara dos años como máximo. Si ahora retomáramos las negociaciones donde las dejamos, en seis meses debería haber una solución.
P. Uno de los asuntos más delicados es por dónde llegan las armas a Hezbolá. Israel asegura que es a través de la frontera siria. Durante la visita del secretario general de la ONU a principios de este mes, usted se comprometió a adoptar medidas para evitarlo. ¿Lo ha hecho ya? ¿En qué consisten? ¿Qué resultados ha obtenido?
R. Sí, hemos tomado dos medidas. Una, reforzar nuestra frontera con Líbano que se trata de una zona montañosa. Esto nos ha obligado a trasladar parte de nuestros soldados desde la frontera con Irak a la de Líbano. Ahora espero que pronto haya una resolución 1800 para devolverlos a la frontera iraquí... La segunda, en nuestras conversaciones con Kofi Annan, con los italianos y con los alemanes, se nos ha ofrecido asistencia técnica para la vigilancia de fronteras y hemos aceptado la colaboración de sus expertos. Ahora bien, con franqueza, el propio secretario general de Hezbolá, Hasan Nasralá, ha declarado hace pocos días que tiene miles de misiles. Así que todas estas medidas son una pérdida de tiempo porque no van al centro del problema. Siempre repito que la experiencia ha probado que la resistencia cuando goza de popularidad, logra lo que quiere. No se debe perder el tiempo en esto. La única solución, se lo he dicho a las partes interesadas, es confiar en Siria. Si existe verdadera voluntad de introducir armas de contrabando, ni las resoluciones del Consejo de Seguridad, ni ningún despliegue militar, podrán impedirlo. Volvemos a ((la necesidad de)) la paz.
P. En cualquier caso, ése es un asunto que complica mucho las relaciones dentro y fuera de Líbano. Algunos aliados del primer ministro Fuad Siniora, como por ejemplo Walid Jumblatt, insisten en que Siria está rearmando a Hezbolá. ¿En qué consisten las relaciones entre el Gobierno sirio y ese grupo libanés?
R. Sin duda apoyamos el derecho de resistencia cuando existe una ocupación, en especial porque nosotros tenemos un territorio ocupado. En segundo lugar, el poder de Hezbolá no es militar, a pesar de su aguante en esta última guerra; su fuerza reside en su popularidad y no se circunscribe a una confesión religiosa particular ((la musulmana chií)) como suele decirse. No es posible tener su empuje, sin un apoyo extendido en el país. Pregunten a la gente, incluso en los países árabes más lejanos como Marruecos o Túnez, qué piensan de la resistencia libanesa. Nosotros estamos ayudando a reconstruir tres pueblos en el sur de Líbano, les ofrecemos plazas en nuestras universidades y otro tipo de asistencia. Pero el apoyo más importante es el político. Y ahí les apoyamos porque estamos convencidos de que defienden una causa justa porque además, como ellos, sufrimos la ocupación.
P. Admitirá, no obstante, que es bastante irregular la existencia de un grupo armado al margen de las fuerzas de seguridad. Como ha dicho, ustedes tienen también una provincia ocupada, pero el monopolio del uso de la fuerza lo tiene el Estado. ¿Qué condiciones tienen que darse para que se desarme Hezbolá?
R. En el caso de España, tienen un Estado que les representa al margen del color político del Gobierno. Existe un consenso. En Líbano ese consenso no existe. Meses antes de la guerra, los propios libaneses iniciaron un diálogo nacional para abordar este asunto. Lo extraño es que dicho diálogo no estaba patrocinado por el Estado libanés sino por las fuerzas políticas, aunque también el Estado participaba. Lo que plantean es cierto, el Estado debe tener el monopolio del uso de la fuerza. Hezbolá, el propio Hasan Nasralá, lo ha pedido, pero para ello hace falta un Estado en el que todos los libaneses se sientan representados. Si eso se logra, entonces será posible ((el desarme de Hezbolá)).
P. Más allá del enemigo común que pueda ser Israel, desde fuera se entiende mal la alianza de un régimen laico como el sirio con un grupo islamista. ¿No teme usted que la retórica del líder de Hezbolá +contagie+ a los islamistas sirios y termine por desestabilizar su país?
R. No existe ese riesgo. El discurso político del señor Nasralá no representa sólo a un grupo islamista, sino a también a sectores laicos. Entre sus aliados hay grupos laicos e incluso cristianos. Como ya he dicho, no tendría la fuerza que tiene sin ese amplio apoyo popular. Otra cosa le crearía un problema dentro de Líbano. Si se tratara de un asunto de religión, los cristianos se le opondrían, los laicos también. Estaría aislado, pero no es así. No tenemos ninguna preocupación al respecto. Además, lo importante no es la persona o el partido, sino la causa. Él defiende una causa nacional, patriótica, no un partido o una religión. Por eso Hezbolá goza de apoyo no sólo en Líbano, sino en otros países y en otras confesiones religiosas.
P. A pesar de ese apoyo, las divisiones entre Hezbolá y las fuerzas del Catorce de Marzo ((movimiento político antisirio, surgido tras el asesinato del primer ministro libanés Rafik Hariri en febrero de 2005)) son cada día más evidentes. ¿Qué efecto tiene eso para Siria? ¿Cómo pueden contribuir desde aquí para que esa división no vuelva a llevar a una guerra civil?
R. Hay que aclarar primero el motivo qué ha llevado a esa situación. Todo comenzó con la resolución 1559 que, al permitir la intromisión en los asuntos internos del país, provocó una crisis. No hay olvidar la fragmentación religiosa y política de Líbano. Además, se sumó el equivocado papel internacional antes y después del asesinato de Hariri. Cuando hablo del papel internacional me refiero al Consejo de Seguridad y su actuación muchas veces parcial, a Estados Unidos en especial, a Francia y también a la ausencia de la Unión Europea. Como dicen los libaneses, el ambiente ahora es muy parecido al que hubo antes de la guerra civil de 1975. Nuestra postura es animar el diálogo entre las diferentes partes, pero apoyamos a las corrientes patrióticas, nacionalistas y unitarias. ¿A quiénes consideramos patriotas? Simplemente, a los que rechazan la intervención extranjera. Hay fuerzas libanesas favorables y contrarias a esa intervención.
P. Un grupo de disidentes fue encarcelado el pasado mayor tras pedir la normalización de relaciones con Líbano. Aún quedan varios en prisión, entre ellos Anuar al Buni y Michel Kilo. ¿Cuándo van a ser puestos en libertad? ¿Por qué la normalización con Líbano es un asunto tan delicado para Siria?
R. No se trata de diferencias políticas. Han criticado al Gobierno en ocasiones anteriores y no hemos intervenido. Es un asunto completamente diferente. Hay grupos libaneses que han pedido a Estados Unidos que ataque Siria y ocupe Damasco. Lógicamente, consideramos a estos grupos enemigos de Siria. Estoy seguro de que en España, o en cualquier otro país, a alguien que colabora con el enemigo también se le considera un traidor. Los detenidos cooperaban con esos grupos y eso en la ley siria se castiga con la cárcel. La ley, no la política. En total, los que firmaron el texto fueron 214, de los que diez fueron encarcelados como responsables. Tras las investigaciones judiciales, el tribunal ha dejado en libertad a seis de ellos y prosigue las pesquisas. Es posible que liberen a los demás. Hay abogados siguiendo el caso. Nosotros no intervenimos políticamente. No se trata de un delito de opinión sino de cooperación con el enemigo.
P. Ha mencionado usted antes el asesinato de Hariri, el investigador del caso, Serge Brammertz, ha presentado esta semana su tercer informe en el que dice disponer de datos suficientes para iniciar un proceso judicial. ¿Le preocupa que algún alto cargo de su país pueda ser inculpado?
R. Nos preocupa si se hace por motivos políticos, pero si se trata de aclarar el crimen, será bueno para todos, también para nuestros intereses. Lo importante de ese informe es que deja constancia de la cooperación de Siria, al igual que ya mencionó el anterior. Con respecto a la eventual formación de tribunal internacional, nos preguntamos cuáles son los fundamentos para ello. Hay que esperar el resultado de la investigación. Sólo después se podrá evaluar la necesidad de formar dicho tribunal.
P. Usted intenta transformar la crisis de este verano en una oportunidad para abordar los problemas de Oriente Próximo y lograr la paz, algo en lo que sin duda Estados Unidos es clave. ¿Qué le pediría a Estados Unidos? ¿Qué papel tiene que tener Siria en el plan de esa potencia para la zona?
R. Sólo pedimos que Estados Unidos tenga un papel justo y neutral, pero hasta ahora no ha sido así y no existen otros países que puedan ocupar su lugar en la región. Al mismo tiempo, Estados Unidos no puede actuar de forma unilateral en la zona. De ahí la importancia de Europa. Uno de los principales errores que han cometido los europeos en el pasado es que se han limitado a promocionar las ideas estadounidenses. Estados Unidos nos queda muy lejos tanto geográfica como culturalmente. Los norteamericanos tienen que hablar con nosotros para entendernos, para saber quiénes somos y qué queremos. También necesitan a los europeos para comprender mejor la región. Históricamente, tenemos mayor confianza en Europa que en Estados Unidos. Sabemos que ese país es esencial, pero confiamos en que Europa le ayude a comprendernos mejor, sin olvidar el papel de la ONU para alcanzar un equilibrio. Europa tiene más fuerza cuando actúa con independencia de Estados Unidos, pero en coordinación con ese país y con la ONU. Eso equilibraría el papel de Estados Unidos y permitiría lograr la paz.
P. Si tuviera un encuentro personal con el presidente George W. Bush, ¿qué le diría?
R. Lo primero que escuche a los demás, empezado por quienes sufren los problemas, pero el problema es que si ni siquiera escucha a sus aliados europeos... Que nos escuche. En segundo lugar, debe admitir que ha cometido grandes errores. También le haría algunas preguntas. Si a Estados Unidos de verdad le importa la paz, ¿cuál es su visión para lograrla? Finalmente, le diría que el terrorismo es una amenaza mayor hoy que antes del 11-S. La guerra contra el terrorismo no sólo no lo ha vencido, sino que lo ha reforzado. Por eso insisto a nuestros amigos europeos, que debemos hablar con los norteamericanos para convencerles de que la doctrina de la guerra preventiva ha fracasado y causado tantos daños a Estados Unidos como al resto del mundo.
P. Tanto Siria como Israel han lanzado en las últimas semanas mensajes contradictorios sobre su deseo de negociar la paz. ¿Qué condiciones tienen que darse para que puedan volver a sentarse a negociar con Israel como lo hiciera su difunto padre en el año 2000? ¿Cuáles son sus exigencias? ¿Qué garantías piden?
R. Su pregunta se refiere a dos partes que confluyen en la paz, o en la guerra, como un barco con dos capitanes. Nosotros tenemos una visión muy clara que es la paz, y no depende de que seamos fuertes, sino de nuestra historia, nuestra cultura y el deseo del pueblo. La visión israelí depende exclusivamente de tener un Ejército fuerte. Sin embargo, las experiencias de Afganistán, Irak o Líbano han probado que la fuerza militar no consigue sus objetivos. Esto deja a Israel sin su visión. Si eliminamos el principio de la fuerza, ¿qué alternativa tiene? Sólo queda nuestra visión. Eso quiere decir que el barco pacífico ya sólo tiene un capitán, si me permiten la broma.
P. Frente al aislamiento internacional Siria siempre ha contado con la amistad de Irán. Sin embargo, ambos países tienen regímenes políticos muy distintos e incluso a veces, como en Irak, intereses divergentes. ¿Qué opina de la preocupación de otros países árabes ante las ambiciones nucleares de Teherán?
R. Queda claro a través de las declaraciones iraníes, y de nuestra relación con ellos, que están ejercitando su derecho de acuerdo con la ley internacional. Querámoslo o no, Irán es ya una potencia nuclear. Nosotros, al igual que están haciendo los iraníes, tratamos de explicar esa postura a los países árabes. Ahora bien, si la preocupación no deriva de su capacidad nuclear sino de la bomba atómica, es otro asunto. En ese caso, ¿por qué entonces no se discuten las bombas nucleares israelíes? No es razonable que sólo nos preocupemos de Irán, cuando es Israel, no Irán, quien comete agresiones contra nosotros. Un tercer punto. En el verano de 2003 propusimos ante el Consejo de Seguridad una iniciativa para un Oriente Próximo libre de armas nucleares y de destrucción masiva. ¿Quién la frenó? Estados Unidos. Si tanto le preocupa la situación nuclear iraní, ¿por qué no aceptaron la propuesta de Siria? Por eso el dossier nuclear iraní no se puede discutir internacionalmente: No hay ecuanimidad, sino un doble rasero y contradicción de posturas. Eso es lo que nos preocupa.
P. Quizá una de las explicaciones para ese doble rasero sea la retórica del presidente Ahmadineyad quien ha declarado varias veces que la única solución para la zona es la desaparición de Israel. ¿Comparte esa opinión?
R. En mi primera visita a España, en el año 2001, en una conferencia de prensa con ((José Mª)) Aznar me preguntaron algo parecido. Por supuesto, no se refería a Ahmadineyad. Recuerdo que entonces contesté que un rabino israelí había declarado que los árabes son serpientes que hay que eliminar. También un responsable israelí dijo en una ocasión que a los árabes había que exterminarles con una bomba atómica... En la vida política, no debemos quedarnos en las declaraciones, las percepciones cambian de un país a otro. Debemos evaluar las cosas en su contexto. Por eso, no damos importancia a ese tipo de cosas.
P. Pero si se agravaran las tensiones con Irán y se produjera una guerra, Siria se encuentra en medio, entre Irán e Israel. ¿Teme usted que su país se convierta en el escenario de la batalla de otros?
R. Dada la vigencia de la doctrina de la guerra preventiva, no sólo los sirios debemos preocuparnos. En un conflicto militar cada país se defiende con los medios de que dispone. La cuestión en este caso, el de una guerra contra Irán, es cuáles serían las repercusiones. En mi opinión se trataría del mayor error que puede cometerse. Crearía un tremendo desorden en toda la región, especialmente si tenemos en cuenta que Irán es un país nuclear. Hay que pensar en las consecuencias militares, económicas y políticas. Sería una guerra sin final. Resulta difícil calcular sus consecuencias.
P. Siria sigue bajo sanciones económicas de Estados Unidos que le acusa de apoyar el terrorismo, sin embargo ustedes mismos acaban de sufrir un atentado aquí en Damasco, contra la embajada norteamericana. ¿Tiene alguna información nueva sobre quién está detrás de ese atentado? ¿Cuál era su objetivo? ¿Cómo es posible que sucediera a pesar de las enormes medidas de seguridad en esa zona?
R. Casi no existen relaciones entre Siria y Estados Unidos, al menos a nivel político y de seguridad. El problema con la actual administración es que no quiere oír la verdad. Se ha cumplido todo lo que les dije antes de las guerras contra Afganistán y contra Irak. También en lo relativo al terrorismo. Tras un periodo de cooperación, nos dimos cuenta de que no servía, de que era una perdida de tiempo. Para nosotros y para ellos. No ganábamos nada ni a nivel político ni de seguridad. La relación puede cambiar si ellos se dan cuenta de la realidad, la admiten y aceptan que somos un país con nuestros propios intereses, que podemos colaborar por los intereses comunes, pero que no es posible trabajar sólo al servicio de sus intereses, sobre todo cuando chocan con los nuestros.
P. Su llegada al poder hace seis años desató muchas expectativas de reformas, en especial entre los jóvenes. Hoy la llamada Primavera de Damasco es sólo un recuerdo agridulce. ¿Por qué no ha podido usted cumplir sus promesas de apertura?
R. Es cierto, el proceso va un poco lento. Existen varios factores. En parte es responsabilidad del Estado. Para desarrollar un país, tenemos que desarrollar el Estado. Hay un problema técnico, pero también vinculado a la naturaleza de nuestra sociedad. También influye la falta de apoyo exterior. Hemos fracasado en nuestros intentos de lograr ayuda de los países desarrollados. Cometemos errores. Tratamos de corregirlos. Volvemos a cometer errores. A corregirlos. También depende de las condiciones políticas, internas y externas, pero ambas se interfieren. Vivimos en una región dominada por las ideologías. Lo que está pasando a nuestro alrededor, en Irak, la guerra contra el terrorismo, una política internacional equivocada, sobre todo por parte de Estados Unidos... todo ello ha creado una reacción negativa dentro del país. Ha aumentado el fanatismo en vez de la apertura. Ha aumentado la tensión interpersonal. Todo esto tiene varios efectos. En primer lugar, retrasa el desarrollo económico. Luego, no es posible una apertura política sino hay apertura social porque la apertura política exige aceptar al otro. Cuando aumenta el fanatismo, aumenta el rechazo a los demás. Por eso volvemos a ver ataques terroristas en Siria desde el año 2004, algo que teníamos olvidado desde mediados de los ochenta. En todo caso estos atentados no están vinculados con organizaciones internacionales o con otros Estados. Aquí el peligro, la amenaza, es local. ((Los terroristas)) actúan de forma independiente, apoyados por el entorno fanático. Nuestro proceso de reforma también se ha visto perjudicado por la decepción política en la región. El magnífico ejemplo de democracia en Irak, Abu Gharib y otros crímenes, han causado un grave daño. La gente se pregunta si eso es la democracia. Sí, se ha ralentizado el proceso y dadas, las circunstancias sin duda vamos a encontrar más obstáculos.
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